Cervantes

Hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho; los obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones; nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos; la cosa más fácil, equivocarnos; la más destructiva, la mentira y el egoísmo; la peor derrota, el desaliento; los defectos más peligrosos, la soberbia y el rencor; las sensaciones más gratas, la buena conciencia, el esfuerzo para ser mejores sin ser perfectos, y sobretodo, la disposición para hacer el bien y combatir la injusticia dondequiera que esté.

MIGUEL DE CERVANTES
Don Quijote de la Mancha.
La Colmena no se hace responsable ni se solidariza con las opiniones o conceptos emitidos por los autores de los artículos.

25 de mayo de 2014

Los pobrecillos muchachos, discípulos de San Francisco de Asís



Por: Pablo Pereira Márquez | Viernes, 23/05/2014 11:05 PM | Versión para imprimir

Tiene mucha razón señora María de Los Santos. Comprendo su angustia. La entiendo perfectamente. Cuente usted con mi apoyo. Sus muchachos no son malos; ellos son un primor, el culmen de la bondad y el amor, sus cerebros están llenos de sabiduría, donación, respeto, ciencia. Cada uno de ellos es un tesoro de virtudes, de cualidades sublimes, de inquebrantable moral. Sus muchachos no saben qué es decir una mala palabra ni tienen malas intenciones con nadie. Se diría que son los modelos de ética a seguir. Yo que los conozco. ¡Son tan inocentes! Ellos son egresados de Harvard, de la Sorbona, de Salamanca, de Oxford, de Sodoma y de Gomorra muchos de ellos o la gran mayoría. Nada de UCV ni de ULA ni LUZ ni de UDO. Menos pensar ni remotamente que alguno de sus hijos estudie en una universidad chavista, esas son de la chusma. Con razón usted se siente tan orgullosa y no es para menos, con unos muchachos así. Sus hijos, señora, son otra cosa, ellos son el culmen de la Humanidad, los padres de las futuras generaciones de sabios, el porvenir de los pueblos. Sus primarias las hicieron en colegios de monjitas y el bachillerato con padres salesianos, jesuitas, dominicos y demás.

Estos franciscanos son unos dechados de oración perene, de misa y comunión diaria. Incapaces de matar una mosquita. Son una bendición para Venezuela y para el mundo, candidatos todos ellos al Nobel de la Paz, de la misma calidad que nuestro premio Nobel de la Paz Barak Obama, futuro canonizado por nuestro querido Francisco I el argentino.

Claro, señora: ellos nacieron en cunas selectas, hijos de padres burgueses y de partos burgueses y en cunas burguesas. Cuando aquí digo “burgués” no me refiero a como los chavistas entienden este término que lo han distorsionado, no señora: burgués en el Diccionario de la Real Academia Puntofijista, significa persona con experiencia adeca, que utilizó su astucia, su mala fe para obtener sus muchos bienes, en la mayoría de los casos, empezando con una bodeguita en la esquina del barrio hasta llegar a ser dueños de grandes compañías, industrias y cadenas comerciales. El Padre José, un cabeza caliente, castigado por su obispo a convivir con la gente de los cerros, decía que un burgués “es un puerco que aspira a morirse de viejo”. Por eso no son malos. Los malos son los otros, los que nacieron en hospitales mal atendidos, los que estudiaron en escuelas y liceos de barrios. Sus estudios se los dio el Estado. Esos nacieron en barriadas, por eso dicen malas palabras y nunca van a misa. Sus muchachos, señora Caridad, apenas recién salen de la adolescencia, están asomándose a la vida con las travesuras de críos, por eso son tan inocentes. Sus muchachos no conocen la droga, no saben qué cosa es eso ni con qué se come, los fumones son los hijos de Petra y los de Juanita la lavandera. Esos si son drogadictos y, peor aún, son negros algunos de ellos, de padres negros, obreros. Estoy de acuerdo que usted no entienda que Chávez haya gastado tanto dinero para que Petra y Juanita la lavandera aprendieran a leer y a escribir en la Robinson y que haya creado universidades para los pata en el suelo. Con razón sus muchachitos las queman.

Eso sí, sus muchachos, señora, les gusta divertirse y hacen travesuras y a veces se les van las manos, pero no hay por qué preocuparse, son apenas unos recién salidos de la adolescencia y hay que perdonarlos, excusarlos, no tomarles en cuenta sus juegos de mozarrones, son unos muchachos. Todos fuimos jóvenes, lo único era que no jugábamos al “a que te mato”, al “te voy a disparar, maldito”. Ellos no siguen el ejemplo que Caracas dio, sino el que da Estados Unidos, la sociedad gringa o la europea. Tienen un Maestro maravilloso, el Gurú de la moral, ese que la gente mala lo apoda el “narco-paramilitar”, ese que la gente mala de allá y de aquí empieza a llamarle monstruo, sicópata, peligroso delincuente y asesino.

Ellos, sus muchachos, señora, para entretenerse cuando les queda un poquito de tiempo, ponen alambre de púas de una acera a la otra de las calles y de las avenidas; si pasa un motorizado y se degolla no es culpa de los pobrecillos seguidores de San Francisco, ellos estaban jugando, divirtiéndose, ¿o, es que acaso no tienen derecho de jugar con la vida de los demás? Total, la vida de cualquier transeúnte no vale nada, vale la de sus mocetones. Hay que respetarles sus ideales nobles, sus inclinaciones a la muerte ajena. Hoy, por ejemplo, en mi ciudad, frente a una Facultad pusieron alambre de púas, ese que los campesinos y hacendados utilizan para cercar sus potreros y pasó un motorizado con un compañero en la parrilla, al parrillero lo salvó el casco y el conductor de la moto cayó del frenado. No hubo heridos. Sus muchachos recién salidos de la adolescencia, señora, esos que están apenas asomándose a la vida, no tienen culpa que el motorizado pasara por esa calle, ellos se estaban divirtiendo. Respetémoslos. Y respetemos sus juegos sanos. El Ministro les madrugó y les quitó sus carpas, lo que para ellos era una especie de excursión, ya que no tienen dinero para salir a las montañas con sus carpas. Pero el Ministro, digo, les quitó sus pistolitas de agua, sus botellas de refresco, sus cajitas de chimó, sus rosarios, sus estampitas e imágenes del Sagrado Corazón, de la Virgen de Coromoto, del Nazareno. Ellos estaban haciéndole novenas al Ánima Sola y a María Lionza para que le fuera bien al Presidente. Son niños inocentes que aún no saben nada de maldad ni de malos pensamientos. Que se haya enfadado el cardenal y los obispos con la actitud del Ministro, no es para menos. El Ministro está para ser Ministro, no para quitarle las carpas a estos jovencitos imitadores de San Francisco de Asís.

Es que esos muchachos suyos, señora, sus sabios muchachos inventan cosas y descubren otras, son demasiado inteligentes. Cuando hacen barricadas con los árboles de los parques y avenidas y derriban postas del alumbrado público y alguien en su marcha se detiene para quitar algunos escombros y poder pasar, ellos disparan a matar. Se lo buscan esos transeúntes, ¿es que acaso no saben que sus chicos están divirtiéndose? Tienen derecho a disparar sus armas, para eso usted se las compró de las caras y no para adorno. Esos transeúntes no valen lo que vale unos solo de sus niños juguetones. Imagínese usted que sus muchachos no se divirtieran disparando sus armas y viendo caer muertos, le harían a usted y a sus vecinos la vida insoportable. Que se diviertan matando a los hijos de Petra y de Juanita la lavandera. Esos no valen un centavo. Total son de la chusma, “los pata en el suelo, los de los cerros”. Usted y sus chicuelos viven en los prados, en las terrazas, en selectas urbanizaciones.

¿Quién dijo, señora que sus angelitos son terroristas? Terrorismo es otra cosa, como, por ejemplo, quedar colgando de las púas de los alambres, estrellar el carro en una calle llena de aceite, quedar muerto de un balazo por querer pasar una barricada, no contribuir para comprar miguelitos y demás implementos, etc, etc. eso de terrorismo son ministradas del Ministro de Interior, Justicia y Paz. Qué terroristas van a ser ellos que pasan el tiempo haciendo el bien. Ellos no pueden terminar de quemar unefas, colegios llenos de niños, buses fules de pasajeros, rematar entrometidos guardias nacionales y policías porque el Ministro los espanta, los persigue, les quita sus juguetes. ¡Vaya con ese Ministro! ¿Quién dijo que poner alambradas con púas para que los motorizados mueran degollados, disparar y matar a quien no respete las barricadas, lanzar bombas incendiarias contra colegios de niños, quemar vivos a conductores de metro bus, incendiar propiedades privadas y públicas, disparar para matar guardias nacionales y policías, incendiar carros y otros jueguitos quién dijo que es terrorismo? Son ministradas, le repito. La gente masivamente aplaude los juegos de sus angelitos, aunque las encuestas les dan 97.5% de desaprobación. Estas hazañas nunca se habían visto en Venezuela, son novedad, ¿vamos a repudiarlas? No. Estamos orgullosos de su sociedad, señora.

Dicen las malas lenguas que un grupo de personas de buen corazón, sacan de sus pequeños y pobres ahorros un dinerito para ayudarlos; comprarles pan, fresco de agua de panela con limón, majarete, arepas rellenas con sardina y mortadela. Hasta gente de Estados Unidos se desprenden de lo poco que poseen para ayudarlos en sus plausibles hazañas. No puede ser de otra manera: la solidaridad con los pobrecillos frailes menores, devotos del sagrado Corazón debe ser unánime. Tan así debe ser que la iglesia católica pide en sus oraciones y en sus misas para que tengan fuerza y toda la nación siga su ejemplo. Porque la iglesia católica es una madre… Uno se le escapa tal cual lágrima viendo la sacrificada labor de estos muchachos, de sus muchachos, señora. Hay unas muchachas que son el vivo retrato de la Madre Teresa de Calcuta; ellas y ellos se desnudan protestando contra la injusticia que se comete al no dejarlos jugar con la muerte. Pobrecitos sodomos y gomorros, hay que entenderlos, son jovencitos apenas salidos de la adolescencia. Ándale con ese ministro que los tiene a monte, que no los deja en paz, que les quita sus juguetes y sus cajitas de chimó el único vicio que tienen.

Por último, señora, yo estoy de acuerdo con usted. Muy de acuerdo. Cuatro y hasta ocho veces de acuerdo. Los niños, sus pequeños frailecillos que están presos deben ser puestos en libertad; soltarlos y llevarlos a sus sitios de recreación y devolverles sus armamentico, sus miguelitos, sus alambres de púas, sus galones de gasolina, sus potes de pólvora y morteros, sus droguitas, sus bombitas molotovitas, sus jugueticos inofensivos. Las cárceles no son para ellos, se hicieron para los hijos de Petra y de Juanita la lavandera. Los hijos de doña Conchita, de doña Lucrecia, de doña Zoila, de doña Enriqueta y de todas las doñas encopetadas ni con pétalos de rosas.

Así que, pierda cuidado usted, señora, sus muchachos van a ser condecorados con la orden Carmona Estanga, en su primera clase, con la orden Barack Obama, el abogado de la Paz, con la orden Cardenal Llorosa, con la orden Monseñor Basaltar, con el Gran Cordón al mérito Carlos Ortega y se le va a regalar a cada uno de ellos una estampa o estatuilla de la milagrosa imagen de María Corina, la Peregrina Americana, la abogada de lo imposible. Ella sacó a Ledezma de su sarcófago donde yacía momificado, lo resucitó y lo puso a caminar, aunque sigue momificado. Qué más quiere usted, señora María de Los Santos.

Hasta pronto, señora. No descuide a sus chamos.

muraldetierra@yahoo.com

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