Ricardo salía a matar y luego iba a la universidad. Cree que ya no tiene remedio. Tiene siete años siendo un “duro” del norte de Maracaibo. Cuando mataron a su hermano, de 16 años, se puso peor. Odia a los policías, pero les paga para que lo suelten
Ricardo, nombre ficticio, dejó de ir a la universidad para disparar a cambio de dinero. Asegura que por problemas dentro de su núcleo familiar, a los 13 años cayó dentro del mundo delictivo que vive en las calles de una de las tres barriadas más peligrosas de la parroquia Coquivacoa, al norte de la ciudad. Ahorita tiene 20 años y contó a La Verdad cómo son sus días como hampón. “Uno llega a esta vida por problemas con los padres. En este mundo se aprende a vivir con coraje. La muerte es tu amiga. Eso sí, nos da más miedo la cárcel que la muerte”.
El joven de piel morena, cabello negro corto, contextura gruesa y 1,65 de estatura cuenta sin titubeos cómo funciona su banda y qué lo ata a ella. Con cautela, para no revelar datos que lo perjudiquen, explica que el hambre lo llevó a pertenecer a una banda a la que le adjudican al menos 125 homicidios en un año. “El hambre me llevó a ser delincuente. Mi padre se fue de mi casa y dejó a mi mamá sola con cuatro hijos y yo era el mayor”.
Esta organización está constituida por 40 muchachos más, que van desde los 15 hasta los 23 años. “De allí no pasamos. Solo hay uno de nosotros que tiene 26”. Según estudios y reportes de la Procuraduría de la Defensa del Menor, la Familia y el Indígena, los niños en situación de calle comienzan a delinquir, adoptar costumbres y actitudes negativas desde los siete años. A ninguno lo reclutaron como en el Ejército, ellos se unen. “Los jóvenes que vemos con su malandrerío por las esquinas, consumiendo droga y que ya sabemos que están robando, los aceptamos, y así la organización va creciendo”.
Al principio, el único deseo de Ricardo al salir del liceo era estudiar Comunicación Social en la universidad. “Ahorita estoy parao con los estudios, pero tengo pensado volver”. Desde hace siete años los sentimientos de Ricardo se esfumaron. Ya tiene varios muertos en su lista y no le importa volver a matar. “Cuando tienes tanto tiempo como delincuente pierdes el miedo. Simplemente ya no sientes. No te importa nada, actúas por ti mismo”.
La conversación fue a través de la red privada del PIN, básicamente porque le apenaba mostrar la cara y su presente juntos. Aún siente vergüenza y sabe que matar es malo, aunque no le importe.
- ¿Quisieras dejar esta vida?
- Un tiempo atrás sí hubiese querido. Sí me hubiese gustado dejar esta vida llena de riesgos, pero ya no se puede.
- ¿Por qué?
- Ya es tarde. Me mataron a un hermano. Él tenía 16 años cuando lo mató un maldito policía. El 8 de abril cumplió seis meses de muerto. Por eso queremos matar a todas esas brujas. Lo que me toca es guerrear y vengar su muerte.
Tremenda mafia
El muchacho dejó ver cómo es su relación y la de sus compañeros con las entidades policiales que, supuestamente, resguardan a la ciudadanía de ser víctima del hampa. “Aprendemos a convivir con los pacos (los policías). Ellos se hacen amigos de nosotros y eso nos conviene. De hecho, muchas veces se benefician. Nos quitan plata y nos dejan sueltos”.
Los policías tienen su tarifa. Si un uniformado agarra a un delincuente con una pistola y droga cobra hasta 100 mil bolívares por su libertad. A Ricardo lo agarraron minutos después de cometer un atraco. “Pero eso no es nada por la libertad, preferimos pagar lo que sea a estar presos”.
A los fiscales también les pagan: “Les pagamos dependiendo de los cargos que nos pongan. Si estás muy cochino, es decir, por asesinato, la cantidad es más elevada”. La plata la consiguen como sea: “Si no la tenemos, la prestamos y después se ve cómo se paga. Acuérdate de que somos delincuentes”.
Ricardo no se arrepiente de pertenecer a una banda delictiva dedicada al robo y al sicariato. Él está consciente de que lo que hace está mal, pero asegura que a pesar de todo son personas “buenas, pero con defectos”.
- ¿Le temes a la cárcel o a la muerte?
- Cuando uno está en esto la muerte es tu amiga, la tienes detrás de la oreja. La prisión es un riesgo que también tenemos. Pero nos da más miedo la cárcel que la muerte. La idea es no morir presos. Si vamos a morir, que sea guerreando en la calle como lo que somos, malandros.
La especialista
Diagnóstico
Mónica Alfonzo, especialista en neuropsicología, explicó que un hombre llega a matar porque carece de empatía. Es posible que un sicario, en este caso Ricardo, nunca haya sentido algo que podría sentir una persona normal porque hay un proceso neurológico y neuropsicológico que tiene que ver con la empatía. “Estos comienzan maltratando animales y luego a los compañeritos del colegio. Él no tiene algo que lo conmueva”.
Expresó que en el proceso de formación de un psicópata o de un sicario no hay algo que se llama neuronas espejos. No existe la empatía. Manifestó que los asesinos nunca van a cambiar y que es un problema directamente relacionado con el cerebro del sujeto, específicamente en el lóbulo frontal. Nunca va a sentir nada, no se va a rehabilitar.
La especialista asegura que el ambiente influye en que esa psicopatía con la que se nace se detone o no. Indicó que hay sicarios que pudiesen haber tenido una infancia feliz, pero que habría que evaluar qué tan feliz realmente era.
- ¿Qué dice si vas a ser malo o bueno?
- La infancia es clave, pero entre ambiente y predisposición no hay una respuesta. En un ambiente donde el sujeto crezca con agresividad, violencia, maltrato físico y mental, así no se lo hagan al sujeto, sino a la madre, va a repetir patrones.
La neuropsicóloga en su diagnóstico reveló que Ricardo ya era un psicópata desde antes que comenzara a matar. Explicó que para ser sicario no debe sentir; no tienen emociones ni sentimientos, “pero tienen algo, y es que te saben leer, te enamoran. Hay mujeres que matan por ellos”.
Características
La gente tiende a confundir a un sicario con un sujeto lleno de tatuajes, mal hablado, y no necesariamente es así. Ya eso es conductual, dependiendo de donde se haya criado, certificó Alfonzo. A veces pueden ser todo lo contrario. Aseguró que en el país hay una proliferación importada de Colombia. “El sicariato desde las motos es muy común allá. Eso es un mal importado y los muchachos van creciendo con eso”.
Ricardo, en medio de sus palabras, reveló su gusto por realizar tiros al aire cada vez que salía de una fiesta. Mónica, ante ese comentario, refirió que el muchacho realiza ese acto vandálico simplemente para sentir placer. Explicó que incluso lo pueden llegar a sentir como un orgasmo. “A veces sienten más placer -desde el punto de vista neuropsicológico- en cometer algo así que en tener relaciones sexuales”.
Vía: La Verdad.
