Por Pedro Grima Gallardo
Un 9 de Octubre de 1558 se apodera de estos
territorios un sanguinario mercenario de nombre Juan Rodríguez Suárez, famoso
por su crueldad. Los conquistadores nos impusieron celebrar ese día como la
“fundación” y aquellos destartalados refugios construidos en el sitio de la
Guazábara, cerca de San Juan, como la ciudad de Mérida, en honor al lugar de
nacimiento del forajido.
Así se inician casi trescientos años de coloniaje y
explotación en estas tierras.
Rápidamente comenzaron a saquear el cacao, el
tabaco y el trigo que aquí muy bien se daban. Para expoliar más rápido los
productos, construyeron un puerto a
orillas del Gran Lago (que bautizarán como Villa de San Antonio de
Gibraltar) y fundaron otra ciudad, Nueva Zamora, mejor conocida actualmente como
Maracaibo. Así podían enlazarse más fácilmente con sus bases de Santo
Domingo, Cartagena y Santa Marta.
En apenas un siglo la dominación social,
político y militar de la región es completa. En 1662 los invasores crean la
Gobernación de Mérida y La Grita y nombran gobernador a un venezolano de Trujillo: Juan Pacheco
Maldonado, designado por el Rey de España en gratitud a sus valiosos servicios y
con la finalidad de someter a los indios motilones; es decir, en agradecimiento
a su traición, el haberse doblegado con sumisión y sobre todo por perseguir, matar, despedazar, desmembrar,
empalar, desorejar a los indios motilones, pues tal era el pasatiempo y la altura
cultural de los españoles y sus testaferros criollos que para ganarse sus
favores, les lamían las botas y eran capaces de cometer las mayores atrocidades
con su propio pueblo.
Nada nuevo.
Mérida
sigue creciendo en importancia y en 1676, el rey español ordena la separación
de Maracaibo de la provincia de Venezuela y que sea anexada a la gobernación de
Mérida y La Grita, que pasa a llamarse desde entonces, Gobernación de Mérida de
Maracaibo, siendo su capital la Ciudad de Mérida. Se extendía desde los llanos
de Casanare y El Meta en el sur, hasta las costas del lago de Maracaibo en el
noroeste, ocupando el territorio de los actuales estados Zulia, Táchira,
Mérida, Barinas y Apure.
En 1678
se mueve el centro de gravedad y Maracaibo para a ser la capital de la Gobernación. Durante los siguientes cien años,
Mérida fue sumida en el olvido. Una vez saqueada hasta sus cimientos el invasor
perdió interés. Hasta los piratas al mando del temible Jean
David Nau, conocido como L'Olonnais por su lugar de nacimiento, tomaron Gibraltar.
El 8 de Septiembre de 1777 se crea la Capitanía
General de Venezuela; Mérida y Guayana pasan a formar parte de Venezuela,
después de muchos años de dependencia política, judicial y religiosa del reino
de Santa Fé.
A comienzos del siglo XVIII se comienzan a escuchar
los primeros gritos independentistas en América Latina. Desde 1808
España tenía como rey usurpador a José Bonaparte (mejor conocido como “Pepe
Botella” por su hábito de ingerir licor). Desde entonces el pueblo español
luchaba para expulsar a los franceses y devolverle la corona a Fernando VII.
Uno de los más importantes fue el de los Comuneros
de Villa del Socorro en Nueva Granada cuyos efectos se extendieron a Venezuela.
En efecto, en Venezuela algunos criollos vieron que era una
gran oportunidad para liberarse de España y empezaron a conspirar.
Eran ricos aristócratas llamados “los
mantuanos” que ambicionaban poder político. Para lograrlo debían derrocar y
expulsar
al Capitán General de Venezuela, Vicente de Emparan. Los más activos
conspiradores fueron José Félix Ribas, José Rodríguez del Toro y los hermanos
Juan Vicente y Simón Bolívar. A ellos se unió el sacerdote chileno José Cortés
de Madariaga, quien en Europa se había hecho amigo del prócer Francisco de
Miranda.
El día elegido fue el 19 de abril de 1810. Por la mañana Vicente de Emparan fue llevado a la fuerza al local del Cabildo. Aquí don Juan Germán Roscio, José Félix Sosa, José Félix Ribas, Gabriel Ponte y Francisco Javier Ustariz le exigieron formar una Junta de Gobierno desconociendo al Consejo de Regencia que gobernaba en España. El clérigo Madariaga le exigió a Emparán su renuncia para que el mando pase a una “Junta Suprema conservadora de los derechos de Fernando VII”, integrada por criollos venezolanos. Emparan salió al balcón y preguntó a los caraqueños congregados si estaban contentos con su mando, pero el pueblo respondió: “¡No lo queremos! ¡Fuera!”. Esto provocó la inmediata renuncia de Emparan, quien dos días después se marchó a España.
El 25 de abril de 1810, se instaló la
Junta Suprema de Caracas, que fue presidida por José de las Llamozas y Martín
Tovar Ponte.
El 16 de Setiembre de 1810 el cabildo merideño se
reúne para escuchar a un joven, de nombre Luis María Rivas Dávila, quien venía
de Caracas, comisionado por la Junta Suprema de aquella ciudad para informar al
pueblo de Mérida sobre la revolución del 19 de Abril, donde se produce la
renuncia del Capitán General Juan Vicente Emparan.
Después de oír el relato, el cabildo en pleno
decide la separación de Mérida de Maracaibo, se destituye el poder constituido
y se crea una junta gubernativa.
De esta manera, Mérida consigue uno de sus sueños
más anhelados, la separación de Maracaibo.
La junta patriótica merideña se formó con hombres
de la iglesia, el comercio y la milicia. Ellos fueron: Antonio Ignacio Rodríguez
Picón (el más rico de la ciudad), Mariano Talavera, Buenaventura Arias, Vicente
Campo Elías, Francisco Antonio Uzcátegui, Juan Antonio Paredes, Antonio María
Briceño, Fermín Ruíz Valero, Blas Ignacio Dávila, Enrique Manzaneda y Salas,
Fray Agustín Ortiz y José Lorenzo Aranguren. Naturalmente
dicha Junta ratificó la obediencia política de los merideños al rey
Fernando VII, en el contexto de la usurpación de la Corona Española por parte
de la élite político-militar francesa encabezada por Napoleón Bonaparte.
No fue un acto revolucionario, ni
independentista, si debemos creer a los historiadores que afirman que el pueblo
ese día coreaba:
“Viva la Junta Suprema de Santa Fe a
nombre del señor don Fernando VII, viva la Junta Suprema de Barinas a nombre de
don Fernando Séptimo, viva la Junta Suprema de Pamplona a nombre de don
Fernando Séptimo, viva la Junta Suprema del Socorro a nombre de don Fernando
Séptimo”.
Y cuyos ecos fueron consentidos,
aprobados y aplaudidos por todos los demás señores y cuerpos congregados en la Sala
de Ayuntamiento.
De manera que Antonio Rodríguez Picón y
otros 11 vocales, reemplazaron inmediatamente a todas las autoridades que
habían gobernado hasta el momento en Mérida, no porque éstas representaran al
Imperio español, sino porque ya no se les consideraba legítimas
representantes del monarca.
Es más, ni siquiera fue un reemplazo,
pues Antonio Rodríguez Picón fue el último Presidente del Ayuntamiento realista
merideño y primer Presidente de la Junta Conservadora de los Derechos de
Fernando VII y su legítima dinastía, que se constituyó en Mérida el 16 de
Septiembre de 1810 y que erróneamente se ha denominado con insistencia Junta
Patriótica.
Es seguro que Rodríguez Picón fue
engañado por Rivas Dávila, Campo Elías y el Presbítero Uzcátegui quienes le
hicieron ver que el movimiento preservaría los derechos legítimos del Rey,
usurpados por Napoleón.
Pongámonos por un momento en las mentes
de esos merideños en cuyas cabezas se conjugaban el miedo a Napoleón, que había
invadido España, el recelo hacia las ideas de Francisco de Miranda que
enarbolaba las ideas de la Revolución Francesa, el viejo deseo de separarse de
Maracaibo de cuyo gobierno dependían, y por último lo más importante, poner a
salvo sus cuantiosos intereses que creían proteger al sumarse a la revolución.
Nada nuevo
La aristocracia de Mérida, siempre
estará al lado de la causa triunfadora, aun cuando la doctrina y los
procedimientos políticos sean diametralmente opuestos.
La Junta Suprema de España, surgida de
los sucesos del 19 de Abril fue un gobierno provisional. Por esa razón, la
Junta resolvió convocar a elecciones e instalar un Congreso General ante el
cual declinar sus poderes y que decidiera la suerte futura de las provincias
venezolanas.
La convocatoria fue hecha en junio, y
fue acatada por las provincias de Caracas, Cumaná, Barinas, Margarita,
Barcelona, Mérida y Trujillo, mas no por las provincias de Maracaibo, Coro
y Guayana, pues aunque todas
estaban igualmente contrariadas por la presencia de un rey usurpador francés en
la Corona española, estas tres provincias manifestaron su desacuerdo con el
desconocimiento de la autoridad del Consejo de Regencia. No obstante, la
convocatoria a elecciones fue la medida de mayor trascendencia política de la
Junta, pues aseguró la transformación del gobierno de facto en un régimen
constitucional.
Practicadas las elecciones, resultaron
electos 44 diputados, los cuales se instalaron y sesionaron en Congreso por
primera vez el 2 de marzo de 1811 en la casa del Conde de San Javier (actual
esquina El Conde en Caracas). Las provincias estuvieron representadas así:
Caracas 24 diputados; Barinas 9; Cumaná 4; Barcelona 3; Mérida 2; Trujillo 1;
Margarita 1.
A medida que se fueron desarrollando las
sesiones del Congreso, la idea de la Independencia fue ganando adeptos en el
seno del mismo. Muchos diputados la apoyaron con apasionados alegatos, otros
con argumentos históricos. Entre los diputados que se oponían a la ruptura
definitiva con la corona española, se encontraba el sacerdote de La Grita,
Manuel Vicente Maya, quien pronto se vio abrumado por los discursos de Fernando
Peñalver, Juan Germán Roscio, Francisco de Miranda, Francisco Javier Yánez y
muchos más, favorables a la idea de la Independencia absoluta. Mientras tanto,
los ánimos de los jóvenes radicales se caldeaban en las reuniones de la Sociedad
Patriótica, incluido el del joven Simón Bolívar, quien lanzó ante las dudas
sobre la Independencia la famosa pregunta: "¿Trescientos años de calma, no
bastan?".
El 5 de Julio de 1811 fue
declarada en Caracas la independencia de Venezuela del yugo español. Hasta el 5
de julio de 1811 la máxima e indiscutible autoridad de Venezuela era el Rey de
España, a quien los súbditos debían obediencia, lealtad y respeto.
La Asamblea Constituyente Provincial se instaló en
Mérida, el 21 de julio de 1811 y diez días después se sancionó la primera constitución
para la provincia de Mérida. La reacción de los invasores no se hizo esperar.
Desde la Provincia de Maracaibo, que había quedado en poder de los españoles,
se inicia la contraofensiva para someter a los patriotas, encabezada por las
tropas del Coronel Ramón Correa, quien invade el territorio de Mérida desde La
Grita y avanza sobre la ciudad de Los Caballeros.
Cuando ocurre el terremoto el 26 de marzo de 1812 la
ciudad cae devastada en ruinas. Sucede un Jueves Santo igual que el 19 de
Abril. Los realistas se regodean: “Jueves
santo nos la hicieron, Jueves Santo la pagaron”.
Después de sufrir varias derrotas, el jefe de la
plaza Juan Antonio Paredes capitula el 22 de Mayo de 1812 y Rodríguez Picón se
declara por los realistas y va a ponerse a las órdenes del español Correa.
Al lado del comandante Paredes, será Campo Elías
uno de los insurgentes más interesados en la vuelta de los realistas a Mérida.
Para evitar derramamiento de sangre se jura de nuevo la soberanía del Rey
español y se reconoce al gobierno de Maracaibo.
Es la desbandada. A excepción de Rodríguez Picón
que se considera a salvo, todo el mundo corre a esconderse. Las inexpertas y
mal armadas fuerzas del ejército de la Provincia de Mérida no tenían ninguna
oportunidad frente al ejército realista.
Culmina así la primera República.