Hubo
sanciones del gobierno norteamericano contra Venezuela. Pueden ser
indicios de nuevas agresiones, incluso militares, contra el gobierno de
Maduro. En la región hubo expresiones de solidaridad con Caracas. EE UU
puede resultar el más aislado.
EMILIO
MARÍN – Un comunicado de la Casa Blanca informó el 9 de marzo que el
presidente había firmado un decreto implementando sanciones contra el
gobierno venezolano. Barack Obama alegó “una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional y la política exterior de EE UU”. Y declaró una “emergencia” y concretó medidas de la ley votada por el Capitolio en diciembre de 2014, “para la Defensa de Derechos Humanos y Sociedad Civil de Venezuela”. Según
el imperio, Nicolás Maduro tenía la responsabilidad por los 43 muertos y
800 heridos de la campaña opositora violenta recomenzada en febrero de
aquel año por Leopoldo López, María Corina Machado, Antonio Ledezma y
demás implicados en el golpismo de “La Salida”.
Esa campaña se reanudó a comienzos de 2015 con el “Acuerdo para la Transición Nacional”,
firmado por aquel trío opositor. López cumplió un año preso bajo graves
cargos penales y Ledezma le hizo compañía en el penal de Ramo Verde,
luego que en febrero el gobierno desbaratara un plan de atentados y
bombardeos del que el alcalde de Caracas formaba parte, según
confesiones de militares detenidos.
Luego de
ese contragolpe bolivariano, la oposición quedó dividida. Por un lado
el sector más beligerante y violento arriba nombrado, y por el otro, el
de Henrique Capriles y Primero Justicia, que quiere ganar las
legislativas de este año, sin que eso suponga dejar completamente las
“guarimbas” (incidentes callejeros). En un momento de confusión
opositora sobre cuál es la táctica que más convenía seguir, intervino su
socio mayor y Washington tomó la dirección de la operación, que nunca
había resignado.
Obama
calificó a Venezuela de “grave peligro” para la seguridad
norteamericana, invocando las supuestas violaciones a los derechos
humanos. Semejante acusación no la puede creer nadie que tenga dos dedos
de frente.
El
pueblo venezolano vive hoy en mejores condiciones materiales y
políticas, con un mayor grado de democracia y conquistas sociales que en
las cuatro décadas de la IV República de la social democrática Acción
Democrática y el democristiano Copei. Desde 1999, cuando empezó a
gobernar Hugo Chávez y continuó en 2013 Maduro, hay un avance en todos
los órdenes, no sin errores y desviaciones. Estos últimos deben
enumerarse y corregirse, pero a condición de poner en primer plano los
logros y señalar las agresiones de George Bush -patentizadas en el golpe
militar-cívico de abril de 2002- y Obama.
Es el
mundo del revés. Chávez y su sucesor no organizaron un golpe de Estado
en Washington. No juntaron en su embajada allí a la oposición
norteamericana para incitarla a la violencia y exigir la renuncia del
presidente de EE UU. No hicieron un lock out contra las petroleras de
Texas. Los bolivarianos no crearon una IV Flota para cercar a su mal
vecino ni instalaron bases militares alrededor suyo, como si hizo el
Comando Sur en Colombia y el Caribe, apuntando a Venezuela.
Les molesta
No es
política de Venezuela crear ningún riesgo para EE UU, excepto el ejemplo
positivo que puede surgir para la población pobre de aquel país, al ver
los progresos en una nación que recupera sus recursos naturales,
atiende las prioridades de los menos pudientes y tiende una mano
solidaria a Latinoamérica y el Caribe. Ese “contagio” sí puede ser
“peligroso” para los negocios y planes gubernamentales de demócratas y
republicanos, pero la denuncia de Obama no apuntaba contra eso, pues
implicaría una confesión de que él gobierna para los intereses de los
superricos. El afroamericano mintió con que Caracas supone una terrible
amenaza a la seguridad de EE UU.
El país
sudamericano no alberga esas intenciones agresivas. Eso es lo
fundamental, ni tampoco tiene armas para afectar aquella seguridad. Eso
lo refutaron muy bien Maduro y el titular de la Asamblea Nacional,
Diosdado Cabello, vicepresidente del PSUV.
Las
autoridades estadounidenses tienen otras razones para agredir a la
patria de Simón Bolívar. Les molesta que el petróleo sea de PDVSA,
estatal, que cuenta con reservas comprobadas por 300.000 millones de
barriles de crudo, las mayores del planeta, superiores a las de Arabia
Saudita.
¿Es de
mal pensados suponer que detrás de las sanciones y posibles agresiones
militares de EE UU se esconde el objetivo de succionar el crudo
venezolano? Es lo que hicieron en Irak y Libia. Cuando les fracasó el
golpe contra Chávez en 2002 lo primero que hicieron los norteamericanos y
la derecha vernácula fue un violento lock out junto a la directiva de
PDVSA. Duró meses, entre fines de ese año y principios de 2003, con
daños por miles de millones de dólares. El crudo venezolano es una
obsesión…
Obama,
arribado a la Casa Blanca en 2009, vio que ese petróleo fue empleado por
Chávez para financiar un gobierno sensible a los reclamos populares. Y
para crear Petrocaribe, subsidiando con precios diferenciales a Cuba y
otros gobiernos centroamericanos y caribeños.
Un golpe
contra el Palacio de Miraflores sería no sólo una regresión allí sino
también un avance yanqui contra La Habana y demás capitales ayudadas por
Venezuela. Quieren una carambola a dos bandas: pegar en Caracas y que
al mismo tiempo la bola afecte a otros gobiernos populares.
La cosa
no se agota en lo económico; la cuestión principal en última instancia
es política. Venezuela creó el ALBA con Cuba en 2004, impulsó la Unasur
en 2008, dio cobijo a la CELAC en 2012 y entró en el Mercosur en 2013,
superando la traba de la derecha paraguaya.
Quebrar
el espinazo al presidente Maduro sería para el Departamento de Estado
una noticia extraordinaria. Quieren que esta región vuelva a ser su
añorado “patio trasero”, revitalizar la OEA en desmedro de la Unasur y
levantar la Alianza del Pacífico por sobre la CELAC. ¡Esto también está
en juego tras las sanciones de Obama!
La escalada
El 10 de
diciembre de 2014 el Congreso norteamericano votó la ley condenatoria
de Venezuela. El 9 de marzo la Casa Blanca concretó sanciones contra
siete funcionarios bolivarianos, a los que congelará sus cuentas y
bienes, y no dejará entrar a su territorio. Ayer el secretario de
Estado, John Kerry, “solicitaba permiso al Congreso con el fin de
otorgarle a Barack Obama facultades para decidir intervenir militarmente
sin condición geográfica”, según cable de la agencia cubana Prensa
Latina.
Esto
significa que hay una escalada de la campaña desestabilizadora promovida
por EE UU y sus aliados. La maniobra por ahora recorre el plano
político y económico, pero puede ingresar en cierto momento en el
bélico, teniendo en cuenta los antecedentes de agresiones en el
prontuario imperial.
Desarticulando
el discurso del agresor, Maduro dijo en su mensaje, rodeado del
gabinete y oficiales de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, que quien
viola los derechos humanos es el gobierno norteamericano, por ejemplo
en la cárcel ilegal de Guantánamo.
El “plan
B” de los agresores, de no mediar una invasión en el corto plazo, es
favorecer que la oposición venezolana retome la ofensiva luego de sus
últimos fracasos. Dentro de ese esquema menos pretencioso también está
que Obama llegue con ofensiva política a la VII Cumbre de las Américas,
el 11 de abril en Panamá. Sin embargo hasta ahora las maniobras contra
Venezuela no le dan un resultado positivo.
Primero,
hasta un sector de la prensa canalla y opositora admite que para Maduro
este enfrentamiento en defensa de su país le ha venido como “un tubo de
oxígeno” para atraer a más sectores populares. La otra cara de esta
moneda es que el grueso de la oposición, al no rechazar esas sanciones,
queda retratada como infame traidora a la patria de Bolívar. Otro sector
sí se diferenció: “rechazamos la injerencia extranjera en nuestros asuntos internos”, dijo el gobernador opositor Henri Falcón.
El
resultado de esos avances de Maduro es que logrará de la Asamblea
Nacional una ley habilitante para gobernar con decretos durante un año,
en forma ejecutiva en varios temas, a raíz de la emergencia.
Segundo,
los cancilleres de Unasur, con un rol muy activo del ecuatoriano
Ricardo Patiño y del secretario general Ernesto Samper, están trabajando
para una reunión de la entidad. Y el pronunciamiento será, a contramano
de Obama, en defensa de la democracia venezolana y en contra de los
planes golpistas.
Estos
apoyos contradicen los esfuerzos norteamericanos por aislar al gobierno
bolivariano. Ni siquiera la vieja y desprestigiada OEA podrá sacarles
las papas del fuego. Un columnista tan pro norteamericano como Andrés
Oppenheimer escribió en “La Nación” (10/3): “Una OEA inoperante le suelta la mano a Venezuela”. El miamense está decepcionado con la entidad y con quien sería el 18 de marzo su próximo secretario general, el uruguayo Luis Almagro.
Por su parte la CELAC,
que aprobó en enero de 2014 en La Habana la declaración de la región
como “zona de paz”, redoblará su apoyo a Venezuela también desde ese
ángulo pacifista. Los marines yanquis no son personajes bienvenidos en
ningún lugar del mundo, salvo en algunas películas de Hollywood, tan
mentirosas como Obama