Sálvate mundo mío, desatando infinitos
— Jacobo Fijman, 1898-1970
VICKY PELAEZ – A medida que los planes de Washington por el
dominio del mundo fracasan en Medio Oriente y Eurasia, la irritación de
sus gobernantes se hace más visible y ya no pueden ocultar más su
agresividad.— Jacobo Fijman, 1898-1970
Por eso ahora los halcones iluminados decidieron intentar en Venezuela y Bolivia la Doctrina de Obama: “castigaremos a nuestros enemigos y premiar a los amigos que nos apoyan en lo que nos interesa”.
Primero, Estados Unidos incluyó a Bolivia y Venezuela, sin olvidarse de Rusia, Cuba y Malasia en su lista negra de países que no combaten el narcotráfico. Y después el presidente Barack Obama firmó una Orden Ejecutiva que declara “emergencia nacional” debido a que Venezuela “constituye una infrecuente y extraordinaria amenaza a la seguridad nacional y a la política exterior de los Estados Unidos”.
Lo absurdo de la acusación contra Bolivia consiste en que la declaración condenatoria de Washington coincidió con la conclusión de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) destacando los logros de este país andino en la lucha contra la droga que redujo sus plantaciones de la hoja de coca a 23.000 hectáreas.
Tampoco se acordaron los gobernantes norteamericanos del Informe de la Oficina de la Política Nacional para el Control de Drogas de la Casa Blanca, 2014 (ONDCP) señalando que “Bolivia fue el país donde más se disminuyó la producción de cocaína, pasando de 190 toneladas métricas en 2012 a 155 toneladas en 2013 (casi un 20 por ciento).
En realidad lo que le molesta al gobierno norteamericano es la política independiente de Evo Morales de control de drogas que prescinde de toda la “ayuda” que ofrecía Washington. La expulsión de la DEA (Administración para el Control de Drogas) en 2008 y la nacionalización y regionalización de la lucha contra las drogas decretadas por el gobierno Boliviano en 2009, significó una pérdida sustancial financiera para Norteamérica y a la vez la privó de una fuente de información y “subversión” en los Andes.
El famoso intelectual norteamericano, Premio Nobel de Economía, Milton Friedman (1912-2006), dijo alguna vez que “si miramos el narcotráfico desde el punto de vista exclusivamente económico, descubriremos el papel del gobierno en la protección de los carteles de droga”. El periodista y escritor Daniel Estulin reveló en su última edición del programa “Desde la Sombra” que “el gobierno de Estados Unidos mueve más droga que los narcos latinoamericanos”. Otro estudioso y periodista Nil Nikándrov afirmó que “la DEA es una organización criminal, que imita la lucha contra el narcotráfico y crea las condiciones necesarias para el dominio de Estados Unidos en el tráfico mundial de drogas y…que las reservas de cocaína de EEUU es un arma de provocación”.
Nil Nikándrov cita el periódico The Houston Chronicle que estimó que durante la administración Reagan los agentes de la DEA habían lavado unos 100 millones de dólares. El escándalo Irán-Contra Gate reveló que el padrino boliviano Roberto Suárez, cuyo cartel fue bautizado “General Motors de la Cocaína”, entregó a la CIA y la DEA por el intermedio del teniente coronel norteamericano Oliver North y con la participación del asesor de la Seguridad Nacional del gobierno
Estos ejemplos son infinitos y su práctica sigue floreciendo proveyendo el dinero para el gobierno norteamericano y enriqueciendo a los banqueros. Hace poco el director de la Oficina Contra la Droga y el Delito de las Naciones Unidas (UNODC) manifestó que el dinero procedente del tráfico de estupefacientes ha sido usado para mantener ancos a flote en la crisis financiera mundial. Entonces todas las acusaciones de la Casa Blanca contra Bolivia por “no combatir el narcotráfico” representan un cúmulo de cinismo, teniendo en cuenta que Norteamérica actualmente se ha convertido en el principal productor de marihuana en el mundo y coloca anualmente en el mercado internacional 15.000 toneladas de esta planta, superando a México con sus 10.000 toneladas y Paraguay que produce 8.000 toneladas.
Mientras tanto Bolivia, al nacionalizar la lucha contra las drogas, logró reducir sustancialmente cultivos de hoja de coca. En 1985 se usaba la superficie de 35.000 hectáreas para esta planta. En los siguientes cinco años cuando entró la DEA a Bolivia esta extensión aumentó a 75.000 hectáreas.
Actualmente, según el monitoreo satelital de cultivos de coca de Naciones Unidas, se estima una superficie de 23.000 hectáreas. Hace dos años Evo Morales lanzó la consigna: “Kawsachum (viva) la coca ha pasado de moda y hay que decir kawsachum piña, kawsachum naranja, kawsachum palmito” y así comenzó un programa de sustitución de la hoja de coca por otros productos, conservando a la vez el ancestral respeto al rol de esta hoja, sagrada en la cultura andina.
Por supuesto que los halcones iluminados enfrascados en su proyecto de dominio global e irritados por la desobediencia de los países como Bolivia, no quieren ver esta realidad e inventan pretextos, en los cuales nadie ya cree, para agredir a los desobedientes.
Sin embargo, es muy difícil convencer a la opinión pública mundial, en la era de internet, en el caso de Venezuela, cuya capital Caracas está a 3.314 kilómetros de Washington y 2.200 kilómetros de Miami, que este país representa un “peligro para la seguridad nacional de EE.UU.” lo que hace sentirse a Obama “amenazado” obligándolo a declarar “la emergencia nacional para tratar con esa amenaza”.
Nadie se explica qué amenaza real podría representar un país que no tiene el armamento nuclear, misiles de crucero etc. para la seguridad nacional de Norteamérica. El problema real reside en los 320 mil millones de petróleo que posee Venezuela y su alto sentido de soberanía e independencia frente a los dictados de Washington. Venezuela para los intelectuales halcones que están detrás del poder de Barack Obama representa un ejemplo negativo para el resto de Latinoamérica que podría inducir a otros países a la desobediencia promoviendo agendas nacionales.
Desde que Norteamérica declaró la Guerra Global Contra el Terror (GWAT) el 11 de setiembre 2001, el poder real se concentró en el complejo militar industrial y financiero cuyos representantes eran Dick Cheney, Donald Rumsfeld, Condoleezza Rice llamados “terceto estratégico” y sus ayudantes Douglas Feith, Elliot Abrams, Lewis Libby y algunos otros. Para inventar y justificar las “guerras preventivas”, “eje del mal” el vicepresidente Cheney trajo a la Casa Blanca y al Pentágono al grupo de intelectuales halcones como Paul Wolfowitz, Robert Kagan, Kenneth Pollack, Michael O’Hanlon y algunos otros analistas de “Rand think tank”.
Su influencia belicosa siguió intacta en el gobierno de Barack Obama y se hizo inclusive más sofisticada y cínica con el asesoramiento de Henry Kissinger, Zbigniew Brzezinski e Hillary Clinton. (Lo curioso fue que Hillary siendo una acérrima enemiga de Rusia propuso “peresagruska” (acercamiento), Kissinger que frecuentemente viene a Rusia para dar sus consejos al gobierno y Brzezinski con la venia del gobierno ruso visitaba Siberia aconsejando a sus habitantes separarse de Rusia). También se siente la mano de Dick Cheney en las últimas decisiones de Barack Obama respecto a Venezuela, Rusia e Irán.
La llegada del otro partidario de guerras preventivas al gobierno, Ashton Carter en calidad de secretario de Defensa hace peligrar la precaria paz y representa un peligro para los países como Venezuela. No hay que olvidar que en 2006, Ashton Carter propuso lanzar un ataque militar contra Corea del Norte, diciendo que la “acción militar representa un peligro pero la inacción frente a Corea del Norte representa inclusive un riesgo mayor”. Teniendo en cuenta que Ashton Carter es un buscador e inventor de “peligros globales”, no hay que descartar la posibilidad de una agresión militar norteamericana a Venezuela, teniendo especialmente en cuenta los 320 mil millones de barriles de petróleo de este país. El actual secretario de Defensa es admirador de su colega Robert McNamara que vivió el desastre de la guerra contra Vietnam.
Lo que debería tomar en cuenta Ashton Carter y sus colegas halcones es el arrepentimiento que expresó en sus últimos años de vida Robert McNamara (1916-2009) por la guerra en Vietnam. Logró decir inclusive que “Si no podemos convencer a las naciones de los méritos de nuestra causa, tal vez deberíamos volver a examinarla”. Pero para los actuales dueños reales de la Casa Blanca esas palabras no significan nada y representan una momentánea debilidad sentimental que no aporta beneficios financieros y debilita la voluntad de la hegemonía mundial.