A pocos días de haber regresado al
despacho de Agricultura y Tierras, Yván Gil asegura que hemos resistido
los embates de la guerra económica que aún no ha terminado. Por eso, y
con la certeza de quien maneja los datos de la producción primaria dice
que lo que hay es una distorsión absoluta de la distribución.
¿Chivo que se devuelve se esnuca?
Bueno, sí y no, porque realmente nunca
nos fuimos. Siempre hemos estado en el equipo agrícola. Hemos sido
formados por esta batalla y somos parte de una generación que le tocó
asumir la transformación del sector agropecuario que ideó, pensó y
concibió el Comandante Chávez. Y a pesar de la formación personal que
uno tenga, el verdadero aprendizaje fue bajo la gestión de Chávez. Aquí
nos formamos, incluso el ministro (saliente) Berroterán, quien hizo una
buena gestión pero que le toco afrontar los nueve meses de mayor
dificultad, por externalidades que ha pasado el Ministerio. Le tocó dar
continuidad a un trabajo en unas circunstancias sumamente duras. Logró
estabilizar muchos procesos e iniciar otros tantos y le agradecemos eso.
Así que aquí estamos de nuevo para poner al servicio del país la
experiencia y lo que nos enseñó Chávez.
¿Estamos perdiendo la guerra económica?
No. Creo que estamos en una fase donde
hemos resistido a los embates de la guerra económica. Lo primero que se
ha demostrado −porque no estamos luchando contra cualquier poder− es que
la guerra económica responde a una metodología diseñada por el imperio
más poderoso de la Tierra. Aunque hay gente que la banaliza y se burla.
Usa el poder mediático que tiene a nivel mundial, manipula las
necesidades básicas del ser humano, usa su control sobre los medios de
producción, y a pesar de todo ese poder, nosotros que somos un país de
30 millones de habitantes con capacidades modestas, hemos resistido con
el presidente Maduro en buena forma y no contra las cuerdas. Se ha
resistido en ofensiva, en avances, se han iniciado proyectos, gobiernos
de calle, obras públicas… O sea, se ha estado en combate activamente con
un pueblo en la calle dándole el mayor respaldo a la Revolución
Bolivariana, con un partido que todas las encuestas dicen que tiene 45%
de la preferencia electoral. Eso quiere decir que estamos ganando la
guerra, pero estamos en guerra, no ha terminado la guerra. ¿Cual era el
objetivo de la guerra económica? Provocar una sublevación del pueblo
venezolano en contra de la Revolución Bolivariana, y eso no ha sucedido y
por el contrario hay un mayor respaldo.
¿Cómo ha impactado esa guerra económica en el sector agrícola?
La producción primaria y agroindustrial,
que son dos elementos que llevan a la producción de alimentos, ha
sufrido los ataques fundamentales del monopolio y el oligopolio sobre
las cadenas de distribución y de suministro, sea de insumos para esa
producción primaria o industrial, o de productos terminados. Y eso creó
una especie de nube para definir a los responsables. Por ejemplo, si una
planta de harina de maíz no consigue el empaque, ¿quién es el
responsable? Entonces deja de producir o baja la producción. Ahora, si
esto se ocasiona masivamente por actores casi invisibles que se esconden
tras la complejidad de los sistemas de producción globalizados,
llegamos a lo que tenemos ahora. Todas las cifras nos demuestran que no
ha disminuido la disponibilidad de productos, y en algunos caso hasta ha
aumentado. Lo que ha habido es una distorsión absoluta de la
distribución. ¿En manos de quien está la distribución? En manos de una
fuerza del capital atomizada, millones de transportistas, por ejemplo,
que dependen de los repuestos o de los servicios y todo eso, en este
momento, está colapsado.
¿Quiere decir que el foco de la guerra está en la logística y la distribución y no en la producción de la materia prima?
Claro, pero la logística y la
distribución también impactan sobre la producción primaria. Por ejemplo,
todo lo que tiene que ver con la cadena de suministros de insumos para
la agroindustria o la producción primaria, todo eso está afectado.
¿Y cuál ha sido la magnitud del impacto sobre la producción primaria?
El año pasado cerramos con un
crecimiento positivo. Ahora el impacto que realmente tuvo es que no nos
dejó expandir aún más la producción. Y eso ocurre en un país donde 50%
de los alimentos son importados, con una cultura de bienes producidos
fuera, como soya y trigo, que no podemos revertir de la noche a la
mañana. Con una infraestructura productiva de alimentos, montada para
favorecer a las importaciones. Este es el único país del mundo donde las
fábricas de alimentos no están en las zonas de producción sino en las
de puertos. Y se pusieron ahí porque realmente estaban orientadas a las
importaciones y estamos luchando contra eso. El año pasado tuvimos un
crecimiento positivo, a pesar de todas las dificultades crecimos en
producción. Este año estamos revisando las cifras, vamos a tener un año
muy difícil producto de diversas circunstancias, sin embargo creemos que
va a haber una reacción de los productores agrícolas favorable. En este
momento estamos haciendo las evaluaciones, estamos en pleno inicio,
llevamos alrededor de 30% de la siembra del ciclo invierno, que es el
ciclo más importante, que es el que marca si crecemos o no en la
producción. Aún es muy temprano para emitir algunas cifras, sin embargo
se ha hecho frente a dificultades muy grandes como el desabastecimiento
de semillas, agroquímicos y fertilizantes, sobre todo por la dependencia
de las divisas para adquirir esos productos.
¿Cómo se relacionan la fallas de productos agroindustriales con el comportamiento de la producción primaria?
En lo referente a cereales, maíz y
arroz, la falla de disponibilidad en los anaqueles no ha tenido que ver
con la disponibilidad de productos primarios. De hecho, los silos y los
almacenes han estado con inventarios muy buenos por la producción que
alcanzó el año pasado. Es decir, materia prima ha existido. De hecho
nosotros arrancamos este año con inventarios de 400 mil toneladas de
arroz paddy, casi un millón de toneladas de maíz blanco, alrededor de un
millón y medio de toneladas de maíz amarillo. Es decir, arrancamos con
un buen inventario el 2015, por lo que las fallas que han existido no
han sido producto de la ausencia de materia prima sino de la distorsión
que hay en las cadenas de comercialización, de la especulación, el
acaparamiento y el contrabando de extracción. Hay otros productos que sí
han estado impactados por la dependencia de las importaciones, como la
harina de soya que luego impacta sobre la producción de pollo o de
cerdo, y a pesar de que hemos tenido un suministro constante no hemos
logrado tener inventarios de reserva suficientemente grandes. Sin
embargo la producción de pollo ha estado por encima de las 100 mil
toneladas mensuales y se ha mantenido a pesar de todas las dificultades.
Y con la carne de bovino hemos tratado de proteger al consumidor. Sin
embargo el daño a la moneda y la existencia de ese dólar ficticio han
ocasionado graves distorsiones del sistema de importaciones y eso sí ha
impactado.
¿Por qué la carne está bordeando los mil bolívares el kilo?
El 60% de la carne proviene de
productores nacionales y el restante 40 % se provee a través de
importaciones. Y es allí donde se produce la distorsión, porque los
importadores, a pesar de que se le otorgan divisas a 6,30 bolívares, y
la cadena de distribución termina sucumbiendo a la fijación de su margen
de ganancia sobre la base de un dólar paralelo, que es parte de la
guerra económica. No es un tema de disponibilidad sino absolutamente de
especulación, porque producir un kilo de carne o importarlo no llega ni a
250 bolívares.
¿Y en el caso de la carne de pollo qué genera la sensación de escasez y el aumento de precios?
La distorsión en el circuito de la carne
también genera distorsiones en el del pollo y en el del cerdo, porque
es una fuente de proteína similar. También hemos tenido problemas con el
abastecimiento de harina de soya y se han creado ciclos de producción
inestables.
¿Cómo se puede romper con la dependencia de insumos importados para la producción avícola y porcina?
Es un problema de escala. Creemos que la
producción de pollo y cerdo, al contrario de lo que hemos venido
haciendo, debe ser llevada a la localidad, a pequeña escala, para el
abastecimiento local. No puede ser que las ciudades “rurales” dependan
del pollo que se produce en Aragua de manera industrial. Deberían tener
sus propios sistemas de producción donde se utilicen alimentos locales y
estamos ensayando algunas fuentes de proteína como la moringa, la
morera y otros forrajes que pueden ser promisorios.
¿Polar está produciendo maíz actualmente?
No, nunca lo han hecho porque es el
modelo que adoptaron de apropiación de la renta petrolera. ¿Para que voy
a sembrar, asumir un riesgo, desarrollar tecnología si con dólares del
petróleo puedo traer ese producto que cuesta tanto esfuerzo? Esa es la
lógica del capitalismo.
¿Hay distorsiones en el mercado cerealero nacional provocadas por Polar?
Evidentemente, su posición de ganancia
maximizada a través de la renta petrolera que le transferimos le permite
generar cualquier distorsión en el mercado local y de esa manera
preservar ese modelo y mantener esa rueda viciosa funcionanado. Eso es
lo que estamos viviendo ahora y es la expresión máxima de la guerra
económica.
¿Hay contrabando de extracción de cereales sin procesar?
Sí, lo ha habido, hemos detectado fugas
importantes de productos, incluso de arroz sin secar que luego usan como
alimento para animales. Y no les importa porque aún así, con la
especulación cambiaria obtienen enormes ganancias.
¿Es posible que se desvíe maíz para la producción de alimentos para animales?
En el caso del maíz blanco no, porque
está prohibido. En el caso del amarillo hay un uso evidente para consumo
animal pues se consume menos para las arepas, pero hay que ver cuál es
el balance que manejan.
¿Cuál es la situación de la producción de arroz? ¿Podemos llegar a exportar?
No, estamos en un equilibrio muy
inestable todavía. El año pasado fue positivo, tuvimos un 20% de
crecimiento. Este año estamos revisando, está en cosecha lo que se
sembró a finales de año, las cifras no son tan alentadoras pero hay que
esperar la conclusión del ciclo. Creo que vamos a tener una situación y
todavía nos falta un empujón pequeño para lograr el autoabastecimiento.
¿Y en el caso del maíz?
Estamos en un 30% de la siembra. El año
pasado cerramos con un 70% de abastecimiento nacional en el caso del
maíz blanco. Y entre maíz amarillo y maíz blanco estuvimos por el orden
de los 2 mil millones de toneladas.
¿En algún momento se logró el autoabastecimiento de maíz?
Sí, sí.
¿Por qué lo perdimos?
Fundamentalmente, en el 2009 por los
problemas climáticos. Y luego ha habido un fenómeno de traslocación de
la producción de maíz blanco hacia la producción de maíz amarillo para
la producción de alimentos balanceados. Antes era el 20%, hoy es la
mitad. Ahí ha habido algunos problemas de planificación que debemos
corregir.
¿Vamos a seguir importando caraotas de Nicaragua? ¿Qué ha pasado con el Plan Nacional de leguminosas?
El año pasado tuvimos algunas
dificultades para consolidar el plan y esperamos poder hacerlo este año
con siembra en grandes superficies. Es la vía que tenemos, que el frijol
y la caraota dejen de ser cultivos marginales, de subsistencia, y pasen
a ser cultivos de primer orden en grandes extensiones.
¿Eso se traduciría en un desplazamiento de la agricultura familiar?
No, todo lo contrario. Esto nos da
volumen, mientras la agricultura familiar nos da organización, nos da
abastecimiento local. De lo que estoy hablando es de grandes volúmenes
para abastecer a las grandes ciudades, mientras la agricultura familiar
abastece lo local y lo rural. Es cuestión de buscar el balance.
¿Cuál ha sido el papel de esa agricultura familiar en la guerra económica?
Cuando falta la harina precocida en las
comunidades más alejadas del centro del país la fuente energética es la
yuca, el ocumo, el ñame, que los provee la agricultura familiar, y eso
no ha faltado. El poder de la agricultura familiar ha sido
extraordinario, lo demostramos en el paro del 2002-2003. Quien salió a
abastecer a la población fue la agricultura familiar.
¿Y eso no se puede hacer ante la guerra económica?
Sí, está ocurriendo en las comunidades rurales un fenómeno de autoabastecimiento con sus propios recursos…
Pero ¿eso está ocurriendo como una necesidad o el Estado lo está estimulando?
Está ocurriendo por las dos cosas.
Porque ha habido un despliegue durante 15 años de técnicos, el Estado ha
promovido ese modelo, y ahora se está dando la necesidad. Estoy seguro
de que hay que hacer un mayor esfuerzo, pero en muchos casos estoy
seguro de que es producto de organizaciones que hemos promovido
nosotros.
¿Qué se debe hacer para que eso se consolide y pueda impactar tanto en pequeñas como grandes ciudades?
Aumentar el volumen de producción y sistemas de distribución, transporte…
¿Y se está trabajando en eso?
Sí, estamos instalando centros de
acopio, organizando a los productores. En el caso del Fondas tenemos un
centro de acopio en Valencia donde los productores están arrimando sus
cosechas y las distribuimos directamente a comunidades.
¿Qué se está haciendo para
romper los mecanismos de fijación arbitraria de precios por las “mafias”
que controlan los mercados mayoristas?
Bueno, esa es una tarea pendiente. Son
roscas que se arman desde la producción primaria hasta la distribución
final y nos ha costado mucho torcerles el brazo.
¿Quiénes integran esas roscas?
Son fundamentalmente actores externos a
la producción primaria y estrechamente vinculados con la distribución
final, que disponen de medios de transporte y controlan esas rutas y
transfieren toda su ineficiencia al precio de los alimentos. Además
controlan las relación con todos los bodegueros del área metropolitana.
Ahí están trabajando los ministerios para crear mecanismos alternos de
distribución.
¿Cuál es la situación de las empresas recuperadas por el Estado?
Nuestras plantas han demostrado que, a
pesar de la guerra económica son más eficientes y resuelven más
problemas que las del sector privado. Gracias a la Revolución, que
logramos nacionalizar algunas industrias, es que tenemos producción. Los
embates de la guerra económica los hemos podido soportar gracias a que
tenemos control de esos medios de producción. Ahora, que hemos tenido
problemas de gestión en algunas de las empresas, sí… pero gracias a lo
que se hizo hemos preservado el empleo y la producción.
La burguesía niega la guerra económica y dice que es el fracaso del modelo. ¿La ruta sigue siendo el socialismo?
La ruta es el socialismo. ¿Quiénes son
los proveedores de champú o los de harina precocida en Venezuela? Son
las empresas capitalistas y no han logrado su objetivo. ¿Entonces quien
fracasó? Ante la variación de un dólar, ante el rentismo se van, no
tienen capacidad. Lo que está demostrando esta crisis es que el modelo
capitalista no sirve y que debemos ir hacia el socialismo.
BiografíaMínima
Yván Gil repite como ministro de
Agricultura y Tierras del gabinete del presidente Nicolás Maduro. Estuvo
previamente en el cargo hasta septiembre de 2014, cuando un “sacudón”
en el gabinete lo envió a la Vicepresidencia de Seguridad y Soberanía
Alimentaria.
Antes fue viceministro de Circuitos Agroproductivos del Ministerio de Agricultura, presidente del Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas (INIA) y presidente de Agropatria.
Es ingeniero agrónomo y asegura que el mayor aprendizaje lo recibió del Comandante Chávez.
(Ciudad Ccs)