Posted: 04 Jul 2015 09:21 PM PDT
Syriza
y el pueblo griego se encuentran ante la disyuntiva de un OXI (NO) en
el referéndum. En el referéndum en Grecia de este domingo confluyen
meses de desiguales negociaciones y un último recurso de un partido no
desgastado por el gobierno ni la corrupción que se ha visto atacado,
rechazado y humillado en su gran intento de cambiar una Europa sometida a
un neoliberalismo irracional. Foto: AP
Por Iñigo Sáenz de Ugarte
En julio de 2012, Timothy Geithner viajó a Sylt, una pequeña isla en la costa alemana del Mar del Norte donde Wolfgang Schäuble tiene una casa de vacaciones.
El entonces secretario del Tesoro norteamericano creía que las molestias del desplazamiento merecían la pena. Para hablar de Grecia y la crisis de la eurozona, había pocos políticos más relevantes que el ministro alemán de Hacienda.
Si Geithner, atendiendo a las instrucciones de su jefe, el presidente de EEUU, pensaba que podía influir en Alemania para que se pusiera fin a esa crisis, pronto debió de darse cuenta de que lo tendría difícil.
“Me
dijo que había mucha gente en Europa que aún pensaba que expulsar a los
griegos de la eurozona era una estrategia plausible, incluso deseable”, escribió Geithner en sus memorias tras abandonar el cargo.
Con Grecia fuera,
el Gobierno alemán lo tendría más fácil para convencer a sus
compatriotas de que la implicación financiera de Berlín en la solución
de los problemas de la eurozona. Ya no consistiría sólo en rescatar a
los griegos.
Lo que dijo después fue aún más revelador, según el relato de Geithner:
“Al
mismo tiempo, un Grexit sería lo bastante traumático como para asustar
al resto de Europa para que entregara más soberanía a una unión fiscal y
bancaria más fuerte. La razón era que dejar que Grecia se quemara
facilitaría construir una Europa más fuerte con un cortafuegos más
creíble”.
En otra conversación, Schäuble dejó claro el punto de vista moralista con que los alemanes ven el tema de la deuda.
“Él
tiene una opinión clara: Grecia no se había privado de nada (“Greece
had binged”), y ahora tenía que pasar por una dieta estricta”.
Y eso fue lo que ocurrió.
Es
tentador abrazar la idea de la conspiración permanente contra Grecia
para explicar su hundimiento económico y situación actual.
Si
fuera así, sería también la conspiración más lenta y chapucera de la
historia, casi desarrollada a cámara lenta ante nuestros ojos y
terriblemente cara.
También es tentador dar rienda suelta a la ira y llamar “terrorismo” a esa política, como ha hecho Varufakis,
si no fuera porque ese ardid retórico se ha utilizado tantas veces por
la derecha para criminalizar la disidencia, no sólo en España, que
resulta descorazonador que la izquierda la emplee también para calificar
a sus enemigos.
Lo que sí se puede es compartir la perplejidad de Geithner por esta visión distorsionada de la historia económica de Europa.
Al
definir la catástrofe financiera de las subprime, en EEUU a nadie se le
ocurrió achacar toda la culpa a los norteamericanos de clase baja y
media baja que aceptaron firmar hipotecas que no podían pagar.
Nadie dijo que la mayor responsabilidad residía en esos desfavorecidos que, por utilizar el lenguaje de Schäuble, no se habían “privado de nada”.
Incluso en la derecha republicana,
se denunció la conducta irresponsable y temeraria de las entidades
financieras que se lanzaron a una loca carrera de concesión de créditos a
clientes insolventes.
En Europa, por el contrario, fue el Estado subprime, el que se ha convertido en el culpable de todos los males, según los gobiernos y los grandes medios de comunicación.
Los
políticos europeos que diseñaron el sistema que permitió una corriente
masiva de dinero fácil con destino a un Estado clientelar y corrupto
como el griego no son los responsables.
Los bancos franceses y alemanes que concedieron los créditos o que compraron bonos griegos (¡por decenas de miles de millones de euros!) no son los responsables.
Los
gobiernos que aprobaron un rescate que consistía en seguir prestando
más dinero a Grecia para que devolviera ese dinero a los bancos no son los responsables.
Los economistas del FMI y del BCE que calcularon en 2010 unas previsiones económicas irreales sobre el PIB, la deuda y el paro griegos que nunca se cumplieron no son los responsables.
Los
conservadores y socialdemócratas griegos que llevaron a su país a la
ruina…, bueno, ellos eran responsables al principio, pero como luego
aceptaron la receta de la troika pasaron a serlo en otro sentido: ahora
eran políticos responsables, sobrios y patriotas.
Los únicos culpables parecían ser los griegos, y lo fueron aún más cuando concedieron la victoria a Syriza en las elecciones de este año.
La estrategia negociadora de Tsipras no ha estado carente de errores.
Varufakis ha resultado ser mucho mejor economista que ministro de Finanzas.
Muchas promesas hechas en la campaña electoral que dio la victoria a Syriza eran
irreales (toda una novedad en una democracia). Poner fin a la
austeridad exigía algo más que llamar “instituciones” a la troika o
impedir la visita de sus inspectores a Atenas.
Pero no podemos obviar la premisa de la troika antes incluso de que Tsipras jurara su cargo.
Como dijo Schäuble,
se esperaba que el nuevo Gobierno cumpliera al pie de la letra las
condiciones firmadas por el anterior Ejecutivo, que el electorado griego
había rechazado.
En la primera reunión, Dijsselbloem dijo a Varufakis que no tenía más opción que firmar el papel que le presentaban.
Cuando
Tsipras hizo una oferta que incluía concesiones claras aparentemente
bien recibidas por Bruselas, le devolvieron un papel lleno de tachaduras y añadidos en rojo.
Una fuente de la UE lo explicó a The Times en estos términos:
“Pretendía ser un puñetazo en la cara de Tsipras. Espero que cause efecto. Nos hemos quitado las guantes”.
Tsipras devolvió el golpe y convocó el referéndum.
Es
una consulta como mínimo heterodoxa, porque plantea al votante que
decida sobre asuntos complejos como deuda, impuestos, gasto social,
pensiones…, casi todo lo que tiene que ver con política económica. No
hay que olvidar que eso mismo es lo que se hace en unas elecciones
generales cuando se vota a un partido que ofrece un programa que abarca
todos esos campos, y algunos más.
Aceptar lo que la troika quiere imponer supone violar el mandato que llevó a Syriza al Gobierno.
Es
lo que han hecho algunos gobiernos, y por eso han pagado el precio
definitivo. Por ahí, por el principio de la legitimidad, pocas
objeciones pueden presentarse. Es por las consecuencias de esa decisión
donde las críticas al método elegido son más sólidas.
Tsipras
ha trasladado la rebelión que le convirtió en primer ministro a esta
nueva cita en las urnas, pero al hacerlo depende de la troika para que
tenga éxito. Afirma que la victoria del no reforzará la posición de su Gobierno en futuras negociaciones.
Pero eso depende de cuál sea la actitud de la troika a partir del lunes.
Es
decir, los griegos deben poner las esperanzas en que sus enemigos
–porque así los ha descrito Tsipras en esta campaña– entren en razón y
mejoren su oferta.
Son los mismos que les han presentado el chantaje definitivo: deben elegir entre el euro y el dracma, y si votan no, será como decir no a la Unión Europea.
Es arriesgado poner tu vida en manos de un chantajista.
Todo
Estado en bancarrota sufre de múltiples vulnerabilidades. El lado débil
del escudo de Syriza es el sistema financiero griego.
La
realidad es que, por muchas promesas que haga Varufakis, los bancos no
abrirán y el control de capitales no se levantará hasta que el BCE acuda
en su ayuda.
Y cada semana que pase, la economía griega sufrirá las consecuencias.
Es
un escenario deprimente. Tanto que, con independencia de las
convicciones de cada uno, es difícil reprochar a ningún griego que vote sí o no este domingo.
Moralmente,
nunca se puede acusar a la familia de un rehén que pague el rescate de
un secuestro. Pero políticamente se puede admirar la valentía, siempre
que no se base en fantasías y se ejerza asumiendo las consecuencias.
Todo
el mundo dice que los griegos tienen en su mano el futuro de Europa. No
es cierto. La carga de la prueba sigue estando en Bruselas.
Fueron
los políticos los que crearon la moneda única, los que crearon un
sistema inherentemente disfuncional que casi se vino abajo al acabar la
época del dinero fácil.
Ellos son los responsables.
Esos
mismos gobiernos que cuando franceses, holandeses e irlandeses votaron
en sus referendos sobre cuestiones básicas para el futuro de Europa
aceptaron la voluntad popular, contuvieron la respiración y confiaron en
que el resultado fuera el deseado.
Y no, el Tratado de Maastricht o el de Lisboa no presentaban cuestiones menos complejas que lo que ahora votan los griegos.
La
Santa Alianza que conservadores y socialdemócratas han formado contra
Grecia, también contra muchos griegos que asustados votarán sí, es una
continuación del mensaje que Schäuble transmitió a Geithner. Someter a
Grecia o, si se rebela, ejecutar el Grexit y “asustar al resto de
Europa”.
Es lo que haría un imperio ante una colonia insurrecta con la vista puesta en otros territorios controlados por la metrópoli.
¿Cómo reprochar algo a aquellos que se rebelen contra ese poder absoluto?
(Tomado de Guerra Eterna)
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“La sabiduría de la vida consiste en la eliminación de lo no esencial. En reducir los problemas de la filosofía a unos pocos solamente: el goce del hogar, de la vida, de la naturaleza, de la cultura”. Lin Yutang
Cervantes
Hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho; los obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones; nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos; la cosa más fácil, equivocarnos; la más destructiva, la mentira y el egoísmo; la peor derrota, el desaliento; los defectos más peligrosos, la soberbia y el rencor; las sensaciones más gratas, la buena conciencia, el esfuerzo para ser mejores sin ser perfectos, y sobretodo, la disposición para hacer el bien y combatir la injusticia dondequiera que esté.
MIGUEL DE CERVANTES
Don Quijote de la Mancha.
La Colmena no se hace responsable ni se solidariza con las opiniones o conceptos emitidos por los autores de los artículos.
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