Un Eurogrupo dividido rechaza la
propuesta griega y deja en manos de la canciller la continuidad del euro
a 19 y la supervivencia de la UE
Merkel, Tsipras y Shäuble.
Luis Grañena
Luis Grañena
Atenas |
12 de
Julio de
2015
El referéndum del 5 de julio modificó repentinamente
el mapa político europeo. En clave interna, Alexis Tsipras consiguió
apaciguar las voces más críticas de Syriza.
Los sectores de su coalición, que hasta entonces le acusaban de ser
demasiado tibio con los acreedores, aceptaron que el Gobierno heleno
estaba haciendo “todo lo posible”. En vez de culpar al primer ministro
heleno, asumieron su tesis: cualquier acuerdo sería fruto de una
relación de fuerzas en Europa completamente desfavorable para Grecia.
A diferencia de lo que sucedía antes del plebiscito, los
acreedores aceptaron que la deuda externa griega es insostenible. Así,
el FMI fijó en un 30% la quita para la sostenibilidad, mientras el
ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, reconocía por primera
vez la necesidad de negociar la misma.
Cuando Tsipras hizo pública su nueva propuesta, los
principales medios de comunicación europeos sentenciaron unánimes:
“Tsipras se ha rendido”. Una vez más. “Bajada de pantalones de Syriza”.
Como en febrero. “Tsipras cede”. Como tres días antes del referéndum.
Syriza reconoció que algunas de las medidas contenidas en
la propuesta eran contrarias a su programa. Sin embargo, incidió en tres
aspectos que pasaron casi inadvertidos para los grandes medios,
entusiasmados con la posibilidad de vender la vigésima rendición de
Tsipras.
El primero, que las medidas de austeridad contenidas en el
borrador no eran para siete meses, como pretendía la propuesta de
Jean-Claude Juncker previa al plebiscito, sino para tres años. El
segundo, que la propuesta consistía fundamentalmente en una reforma
fiscal que trasladaba el peso del sacrificio de las rentas bajas a los
más pudientes. Y el tercero, que se trataba de una propuesta netamente
europea que reconocía al FMI un papel de mero consultor.
A diferencia de los medios, el bloque formado por
Alemania, Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania y Holanda sí entendió
que un acuerdo así sería una victoria de Tsipras. El referéndum estaba
demasiado cercano como para obviar que una reestructuración sería fruto
del mismo.
En esta situación se llegó a la reunión del Eurogrupo que
ha tenido lugar este fin de semana, 11 y 12 de julio, en Bruselas. Las
posiciones de todas las partes se han endurecido. Hasta el punto de que,
por primera vez, los ministros de Finanzas de la Eurozona han citado la
posibilidad de que Grecia sea expulsada “temporalmente” de la moneda
común si no hay acuerdo.
El Eurogrupo considera “insuficientes” las reformas
planteadas por el ejecutivo heleno y ha propuesto las siguientes medidas
adicionales al Gobierno griego que, además, deberían ser presentadas
con un “calendario claro”:
1- Cumplir plenamente con la meta de superávit primario de
un 3,5 por ciento del PIB en 2018, según un calendario anual acordado
con las instituciones.
2- Llevar a cabo una “reforma ambiciosa de las pensiones”,
así como políticas específicas para dejar totalmente sin efecto la
sentencia del Tribunal Constitucional griego sobre la reforma de las
pensiones de 2012.
3- Adoptar reformas “más ambiciosas” de liberalización del
comercio, entre las que se citan los periodos de rebajas, los productos
farmacéuticos, la concesión de farmacias, la leche y las panaderías.
4- La privatización del operador de la red eléctrica (ADMIE).
5- Acometer una reforma laboral que incluya “exámenes
rigurosos” de la negociación colectiva, el derecho de huelga y facilite
los despidos colectivos “de acuerdo con el calendario y el enfoque
sugerido por las instituciones”. El borrador advierte de que “cualquier
cambio” debe “evitar el retorno a la configuración anterior”. En la
práctica, significa evitar la restauración de la negociación colectiva,
uno de los puntos centrales del programa con el que Syriza ganó las
elecciones.
6- Facilitar la aplicación de las disposiciones del Tratado de Estabilidad en relación a la política fiscal.
7- Adoptar las “medidas necesarias para fortalecer el sector financiero”.
8- Desarrollar un programa de privatizaciones “de escala
significativamente mayor” que el propuesto para el que propone crear “un
grupo de trabajo con las instituciones pertinentes” que se encargará de
llevarlo a cabo.
9- Derogar la legislación aprobada durante 2015 “que no se
haya acordado con las instituciones”. Traducido, significa derogar el
plan humanitario del Gobierno para paliar los efectos de la crisis.
10- Aplicar los aspectos pendientes de los rescates anteriores.
Los ministros de Finanzas que forman el Eurogrupo saben
bien que dichas propuestas son inasumibles para Tsipras. Fuentes del
Gobierno heleno han manifestado a CTXT que “no pueden” adoptar dichas
medidas. “Si aprobamos esto, cae el gobierno”.
Los ministros de finanzas que forman el Eurogrupo saben bien que dichas propuestas son inasumibles para Tsipras. Fuentes del Gobierno heleno han manifestado a CTXT que “no pueden” adoptar dichas medidas. “Si aprobamos esto, cae el gobierno”.
Cada vez parece más obvio que ése es, precisamente, el
objetivo del sector más duro de los socios europeos, encabezado por la
canciller alemana, Angela Merkel. “No les basta con una derrota política
de Syriza, quieren directamente la cabeza de Tsipras”, dice un alto
cargo del gobierno que ha participado en las negociaciones en Bruselas.
“Esta dinámica se ha repetido desde enero. Cada vez que estábamos
dispuestos a tragar, nos pedían más y más y más. Ellos nunca han querido
llegar realmente a la firma de ningún acuerdo”.
Bloqueo inédito
Nunca en la historia de la UE se había vivido un bloqueo
político tan importante. Yanis Varoufakis, que desde que dimitió el 6 de
julio parece más locuaz que nunca, publicó el 11 de julio en The Guardian
un durísimo artículo contra el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang
Schäuble. En él, le acusa de querer “expulsar a Grecia de la moneda
única" para atemorizar al Gobierno francés y obligarle a aceptar “su
modelo de Eurozona disciplinada".
Hasta ahora, tanto Syriza como el Gobierno griego habían
manifestado en múltiples ocasiones su temor a que el acuerdo fuera
bloqueado para humillar políticamente a Syriza y prevenir así el ascenso
electoral de Podemos en España y del Sinn Fein en Irlanda. Varoufakis
fue más allá. Acusó al Gobierno alemán de estar utilizando a Grecia para
afianzar su liderazgo europeo en detrimento de un impotente François
Hollande, que en las últimas horas se ha limitado a hacer declaraciones
europeístas genéricas sin ninguna consecuencia política.
Hace unos días, el economista y diputado regional de Podemos Isidro López ya apuntaba en CTXT
que una de las cuestiones cruciales era definir el peso de la
cancillería germana en los equilibrios geoestratégicos internacionales.
“A Estados Unidos le vendría bien el debilitamiento político de
Alemania", declaraba López para explicar por qué el FMI y el propio
Obama se habían mostrado mucho más partidarios del acuerdo.
En el citado artículo, Varoufakis también reveló que, en
su primera semana como ministro, el todavía presidente del Eurogrupo,
Jeroen Dijsselbloem, le advirtió de que la aceptación de medidas de
austeridad era condición sine qua non para reestructurar la
deuda. Ya entonces, según el exministro de Finanzas griego, el
presidente del Eurogrupo amenazó con una situación de “asfixia
monetaria” y la quiebra de los bancos.
"Asfixia provocada por el BCE"
“Las negociaciones se han producido en una situación de
asfixia monetaria provocada intencionadamente por el Banco Central
Europeo”, escribía el ahora diputado raso de Syriza. "Si no nos
rendíamos, nos veríamos obligados a imponer controles de capital,
cajeros automáticos y bancos cerrados y, por último, el Grexit".
La estrategia del Alemania, secundada por Finlandia --cuyo
gobierno vetó el 11 de julio cualquier nuevo acuerdo-- y los países
bálticos, pone en peligro la supervivencia de la propia Unión Europea.
Aceptar la posibilidad de expulsar a Grecia de la zona euro, algo que no
contemplan los tratados de la Unión, significa transformar radicalmente
la estructura institucional europea.
Paradójicamente, el Gobierno griego, que ha sido acusado
reiteradamente de querer salir de la moneda común, es el único de Los
Veintiocho que está proponiendo políticas europeístas en estos cruciales
momentos en los que se juega el futuro de la Unión. El único que
antepone una visión política y de largo plazo a los dictados de las
finanzas.
“Si lo que pretenden los socios es que Tsipras no pueda
firmar un acuerdo, el que sea, eso tiene un nombre: golpe de Estado”,
había dicho la semana anterior Giorgos Vasiliadis, secretario de Estado
griego, en declaraciones a CTXT.
El 12 de julio, a última hora de la tarde, fuentes del
Eurogrupo dijeron que Grecia había aceptado las condiciones impuestas
por Alemania en una reunión de Tsipras con Merkel, Hollande y Donald
Tusk, presidente del Consejo, y que estaba dispuesta a firmar un acuerdo
"de su propiedad" --es decir, como si hubiera sido propuesto por el
Gobierno griego--, que recogería todas las imposiciones de los
acreedores.
La primera versión del documento (ver foto) recoge que, en
caso de no aceptar, Grecia y la UE iniciarían "rápidas negociaciones
para un periodo de exclusión de la zona euro, con una posible
reestructuración de la deuda". Fuentes de la delegación griega
replicaron poco después que estaban tratando de mejorar esa oferta. Las
medidas exigidas a Grecia convertirían al país heleno en una especie de
protectorado sin soberanía real.
Mientras tanto, en Atenas, las colas en los cajeros de los
bancos cerrados ya ni siquiera son noticia, y la población griega se
dispone a afrontar el periodo vacacional sin saber si deberá pagar el
ferry para ir a las islas en euros o en dracmas.