Cervantes

Hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho; los obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones; nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos; la cosa más fácil, equivocarnos; la más destructiva, la mentira y el egoísmo; la peor derrota, el desaliento; los defectos más peligrosos, la soberbia y el rencor; las sensaciones más gratas, la buena conciencia, el esfuerzo para ser mejores sin ser perfectos, y sobretodo, la disposición para hacer el bien y combatir la injusticia dondequiera que esté.

MIGUEL DE CERVANTES
Don Quijote de la Mancha.
La Colmena no se hace responsable ni se solidariza con las opiniones o conceptos emitidos por los autores de los artículos.

28 de octubre de 2015

Esta era una vez, cuando también estuvimos jodidos...


Sí, claro que estamos jodidos, que hay una crisis por superar. Tenemos un pueblo asediado, atacado en su necesidad primordial que es la alimentación, y también en su dignidad. Un pueblo bombardeado desde que decidió cambiar el tipo de sociedad en el que vive; alguien ha dicho que nos están dando con todo como castigo por ser chavistas, y así debemos aceptarlo y entenderlo. Lo trágico o gracioso es que en ese castigo por nuestro atrevimiento también están golpeando a los que quisieran destruir al chavismo.

He oído a mucha gente preguntarse si algún día "esto" se normalizará (es decir, si otra vez volveremos a tener de todo en los supermercados y expendios, pues en eso consiste la normalidad a la que nos acostumbramos), y muchos de ellos creen o sospechan que no, que "de este hueco no saldremos nunca". Si tú eres de los excelentísimos ciudadanos que creen eso, coño e’ tu madre, permíteme echarte un cuentico que a lo mejor se te olvidó, o que a lo mejor no te lo echaron nunca.


De los muchos momentos trágicos de nuestra historia, hubo uno trágico-trágico de verdad, que fue al mismo tiempo luminoso y crucial, porque de ese abismo inmundo en que nos sumimos salimos con una cosa que no teníamos: de ese hueco salimos con una república, con un país. No era que la gente trabajadora tenía que hacer cola diez horas en el abasto para comprar comida. No, muchacho e verga, porque entonces no había ni comida ni abasto ni gente trabajadora: la Guerra de Independencia se llevó por los cachos a la tercera parte de la población venezolana (unas 250 mil vidas).

No hubo entonces ninguna familia venezolana que no perdiera a uno de sus miembros o que los perdiera a todos. Echar para atrás no era una opción, o tal vez sí lo era pero entonces el precio de recular era más muerte y más destrucción. Si a Bolívar y a los próceres de la Independencia les hubieran hecho entonces una encuesta, una medición de su popularidad, habrían salido más reventados que la credibilidad de Delsa Solórzano después de haber dicho lo de los barriles de petróleo.

Porque Bolívar y los suyos tuvieron que hacer cosas amargas y espantosas con tal de lograr el objetivo de tener una patria. El pueblo estuvo durante la primera y segunda Repúblicas del lado de los caudillos españoles (Boves y Monteverde), entre otras cosas porque ese pueblo no se calaba a tanto aristócrata esclavista que reclutaba muchachos a la fuerza para que peleara al lado de ellos, mientras los caudillos autorizaban a saquear y apropiarse de todo lo que la gente enfurecida se encontrara a su paso. En contra de esa democracia justiciera pero primitiva, Bolívar y los otros se volvían locos por ese tuiter colonial gritando "Cálmense, coños e’ madres, que la libertad viene pero primero tenemos que tener un país donde ser libres". Pero la gente medio razonaba un momento la cosa y respondía "No seas marico, Bolívar, ¿cómo es eso que para tener comida primero tengo que tener patria? Sácamelo".

Así que Boves le calmó el hambre y la sed a la gente por un rato, pero la historia le dio la razón a Bolívar: usted puede jartarse toda la riqueza de un país si le da la gana, pero primero tiene que tener un país y producir esa riqueza que se va a jartar (claro que los únicos que jartaban entonces eran los ricos, pero esa es otra parte del cuento). La Datanálisis de aquellos tiempos hizo la fulana encuesta el primero de julio de 1814: Luis Vicente León se paró con su vocesita de Romeo Santos en Caracas y les preguntó: "¿Boves o Bolívar?", y el carrerón que tuvo que pegar la Caracas blanca y mantuana para el oriente del país no dejó lugar a dudas: las clases A y B odiaban al malandro ese y su poco de negros, pero los esclavos y sirvientes (clases C, D y el resto del abecedario) que eran la rotunda mayoría de la población, aclamaron a Boves y se pusieron a sus órdenes.

Bolívar murió 16 años más tarde siendo el venezolano más detestado por la ciudadanía. Pero doce años después de su fallecimiento, cuando los venezolanos de entonces por fin comprendieron qué carajo era lo que pretendía aquel aristócrata odioso y altanero, al meternos de cabeza en aquella crisis insólita y destructiva, entonces lo recibieron con aplausos y lágrimas de agradecimiento. Lágrimas y aplausos que se volcaron sobre su urna.

Aquel vergajo que le gritó a su generación: "Hemos muerto y seguiremos muriendo pero tenemos patria"; ese bicho que poca gente comprendió en vida en realidad estaba viendo y pensando siglos más adelante. Su capacidad para leer el mundo era superior a la de la mayoría de sus compatriotas e incluso de sus colaboradores. Ese tipo comprendía el precio y el dolor de ver a las madres desesperarse por unos pañales desechables y un pote de cerelac, pero el sueño de un país era más importante que el dolor de una generación. Bolívar tenía el ojo puesto en los tiempos venideros, no en la factura de la electricidad que había que pagar en dos días.

Hay que entender como pueblo que esto no es el llegadero sino el camino

***

Con los sobrevivientes de aquel cataclismo, los venezolanos de la época iniciaron una sostenida labor de reconstrucción, y no es que el resto del siglo 19 venezolano haya sido muy bonito y pacífico, pero vaya: teníamos 300 años siendo aplastados por instituciones y aquella generación se dedicó a construir instituciones nuevas. Una tarea lenta y amarga, pero que derivó con los años en un país reconocido como tal en todo el mundo.

En un nivel más personal de estas reflexiones resulta un buen ejercicio ponerse a comparar aquel holocausto monstruoso en que los hombres eran arreados para los caminos para matarse a plomo, machete y garrote, con este tiempo en el que uno ni siquiera es arreado para que vaya a votar. En aquel momento de jodidez extrema a usted lo sacaban por un brazo y lo llevaban a caerse a chuzos en un peladero de chivos con unos tipos igualitos a usted, y ya no regresaba más a su casa (y seguramente su casa y su familia tampoco existían ya). Era una pelea de pueblo contra pueblo para defender los intereses de unos diablos nefastos, atornillados en tronos y haciendas.

Triste forma de pelear y de morir: aquella en la cual matas y te dejas matar por tus iguales para defender causas y bandos que no conoces ni entiendes ni te importan ni un coño. Cuando Páez agarró a aquel poco de malandros llaneros, que antes se habían ido con Boves, y los puso a pelear al lado de Bolívar, los carajos cumplieron su misión de barrido y exterminio, desde aquí hasta Perú, y en el camino murieron todos. Tú me dirás por qué coño tenía que morir un negro de San Juan de Payara en un maldito altiplano que quedaba a 10 mil kilómetros de su casa, o en una selva o en un paraje desconocido. La respuesta se llama Bolivia, se llama Perú, se llama Ecuador, Colombia y Panamá. Aquel negro tenía una misión y la cumplió sin haber recibido nunca una pensión del coño, una Canaimita ni un pase para ver a Ricardo Arjona en el Teresa Carreño.

Hoy estamos siendo convocados a pelear por nuestra propia gente y por la gente del futuro: aquí se están librando batallas para que esos venezolanos que no han nacido crezcan en un tipo de sociedad distinto a ese donde a nosotros nos devastaron. Así que cuando veas que alguien dice o escribe: "Ay sí, ¿o sea que el socialismo es esta mierda llena de corrupción, asesinatos, pranes y escasez?", desempolva de la memoria aquellos episodios en que a Bolívar le decían "Ay sí, ¿o sea que la República es esta mierda donde uno tiene que caminar encima de los muertos y los escombros?", y respóndele:

-No, maldito ignorante hijo de las siete mil putas, esto no es el socialismo: ESTO es la dolorosa etapa que nos está tocando pasar y superar para que tus hijos y nietos puedan disfrutar algún día del socialismo.

A la gente, camarita, hay que hacerle entender que esto no es el llegadero sino el camino, así como hace 200 años la guerra no era el proyecto de país sino el camino que había que transitar para tener país.

Bueno, chavista del coño: estamos llevando y seguiremos llevando vergajazos; nadie sabe cuánto aguantaremos ni si un día de estos perderemos uno o dos rounds de la pelea. Pero vayamos sabiendo que, a la hora de sacar las cuentas de la historia, el nieto de tus nietos dirá: "Mi tatarabuelo era un arrecho: fue vejado y escupido por los güevones que no tenían harina ni aceite, pero gracias a él vivo en este hermoso y pujante país socialista que apenas está comenzando a florecer".

Anótalo, porque esa viene.

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