Cervantes

Hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho; los obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones; nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos; la cosa más fácil, equivocarnos; la más destructiva, la mentira y el egoísmo; la peor derrota, el desaliento; los defectos más peligrosos, la soberbia y el rencor; las sensaciones más gratas, la buena conciencia, el esfuerzo para ser mejores sin ser perfectos, y sobretodo, la disposición para hacer el bien y combatir la injusticia dondequiera que esté.

MIGUEL DE CERVANTES
Don Quijote de la Mancha.
La Colmena no se hace responsable ni se solidariza con las opiniones o conceptos emitidos por los autores de los artículos.

18 de abril de 2017

LA MUERTE DE BOLÍVAR POR EL COBARDE SANTANDER


La historia detrás del telón Socio-Historico y político que los pseudo-historiadores no quieren que sepas.
¿Quién fue Santander?, se pregunta el filósofo Fernando González, y se responde:
“Hijo y padre a un mismo tiempo de esta República. Padre del conservatismo y liberalismo, los cuales apenas se diferencian en que éste tiene remordimientos en la hora de la muerte y, por eso, es el hijo predilecto de Santander”
“No llamemos historia los veinticuatro tomos del Archivo Santander: son los documentos que dejó para cubrirse” Fernando González
Según Velásquez Martínez, la “competencia política real” como todas las “alternativas de poder diferentes”, que siempre las ha habido, han sido ahogadas en mares de sangre por la represión del Estado.
No olvidemos que Mariano Ospina Rodríguez y Florentino González, para citar a dos de los más distinguidos fundadores de los partidos conservador y liberal, respectivamente, fueron fervorosos acólitos de Santander, cuyo fanatismo reaccionario los llevó a intentar el asesinato del Libertador en la tenebrosa noche del 25 de septiembre de 1828.
Y no olvidemos que el general José María Obando, bandido feroz y vende patria, fue postulado por Santander como caudillo a la Presidencia de la República, a sabiendas de que aquél había sido el asesino de Antonio José de Sucre, el gran héroe de Ayacucho que había rubricado con su victoria la independencia de toda la América continental.
¿No aplastaron siempre las propuestas políticas de los trabajadores y de los intelectuales progresistas?
¿No asesinaron a Rafael Uribe Uribe poco después de proponer su plataforma política sobre el Socialismo de Estado?
¿No hundieron a Colombia en las tinieblas de una guerra de más de medio siglo tras el asesinato de Gaitán?
¿No sacrificaron a Jaime Pardo Leal y a Bernardo Jaramillo cuando fueron candidatos a la presidencia de la República?
¿No exterminaron a la Unión Patriótica?
¿Qué pasó con Pizarro luego de su desmovilización y desarme?
¿No mataron a Galán Sarmiento y a Gómez Hurtado que, siendo de la dirigencia de los partidos políticos dominantes, hicieron ver ciertas llagas del pustulento cuerpo político que dirige la nación?
Gilette Saurat, la notable historiadora francesa que, en su biografía Sobre Bolívar, refiriéndose a su muerte el 17 de diciembre de 1830 en Santa Marta, y al asesinato de Sucre en las montañas de Berruecos en junio del mismo año, escribe:
“Al llegar el año a su término, la América estaba dos veces viuda. Con la muerte de su paladín en junio, y la de su genio en diciembre se acababa El tiempo de los héroes. El de los asesinos iba a abrirse. Santander regresó del destierro para presidir al fin solo los destinos de una República que repudiará hasta el nombre de Colombia para tomar el de Nueva Granada. José Hilario López se instalará, también, con la frente en alto en el solio del primer magistrado del país, y lo mismo José María Obando. Desde entonces la vida Política tendrá el semblante de esos hombres, estrechez, demagogia y crueldad. Bajo etiquetas diferentes, sus herederos ocuparán por turnos el proscenio. Se darán golpes de pecho en nombre de la patria -de ellos ésta no recibirá grandeza alguna y del pueblo que sólo conocerá la ignorancia, la miseria y la servidumbre. Así se preparará el soporte de una estirpe de tiranos que abandonarán el continente a la explotación económica del extranjero”
.
Gabriel García Márquez: Novela de Gabriel García Márquez “El general en su laberinto”
“Sitúa el pasado en el presente cuando, al referirse a la deuda contraída por Santander con Inglaterra, (Bolívar) escribe la siguiente sentencia: “Aborrezco Las deudas más que a los españoles; la deuda terminará derrotándonos”. Y agrega: “Las críticas de Bolívar a los empréstitos de Santander, y la frase de que la vida no les alcanzaría para pagar los réditos, fueron vaticinios históricos que el curso de los años se ha encargado de comprobar”
Sin duda, este es uno de los más graves problemas cuando se escribe de historia, así sea en forma de novela: inmediatamente vienen a la memoria ciertos hechos cuyos orígenes debían permanecer ocultos, para no irritar a los detentadores del poder económico y político de la oligarquía.
Haciendo ostentación de su visión sacra de la historia, Gabriel Poveda Ramos anotó: “García Márquez lanza denuestos venenosos y falsos contra Santander. Pero éste está muy por encima de infundios malignos”, y agrega: “Además el novelista desempolva la calumnia atroz contra Obando”, acusado por el asesinato de Sucre.
La visión sacra y maniquea de Poveda Ramos no hace más que poner de manifiesto toda la inconsistencia de la escuela académica oficial: “No es posible -dice- que prospere una iniquidad, así sea prevalida de un Premio Nóbel. Por decoro y por amor a la patria hay que dejar en reposo el agua ya sedimentada de los errores de los grandes próceres”.
¡Como quien dice, no abramos esa caja de Pandora. Por amor a la patria debemos olvidar a los parricidas. La ignorancia de la historia es un refugio decoroso. Dejemos la historia en reposo, es decir, muerta. Callemos y olvidemos!
Si esa furia se manifiesta contra García Márquez, Nóbel de Literatura, tan amistosamente relacionado con los más altos jerarcas políticos de Colombia, qué no harán contra cualquier escritor del montón, como despectivamente denominan a los cultores de las bellas letras que no han alcanzado la notoriedad.
“Es que en Colombia -anota García Márquez-, con la derrota de Bolívar, se impuso la concepción santanderista (...) por un lado van las instituciones y por el otro va la nación, aún en sentido contrario. Los argumentos y los métodos de la prensa oficialista son todavía los mismos que la prensa santanderista utilizaba contra Bolívar. Es la misma prepotencia provinciana, el mismo espíritu retardatario, la misma intolerancia confesional”.
Y como ya se ha visto que las comparaciones son inevitables, García Márquez concluye manifestando que:
“En Colombia hay teatro, pintura, literatura... Hay de todo. Pero el Estado prácticamente no da un centavo para la cultura, para la creatividad. El Estado tampoco gasta en educación, en salud pública y el capitalismo colombiano, los oligarcas colombianos no se sacrifican en nada y por eso cada cual tiene que defenderse como puede. Por eso dicen que la economía está bien y el país está mal. Pero si es que es un Estado tacaño, completamente santanderista”.
¡Exactamente! Se trata de un Estado que, auto titulándose como Bolivariano, no enseña historia, nunca ha publicado las obras del Libertador, por la sencilla razón de que Bolívar es la negación del establecimiento. Está por fuera de semejante Estado. Este Estado es obra de Santander y nadie se ha molestado en discutir esa autoría. Bolívar pertenece al pueblo, a la historia, y es, como lo dice Ivo Andric, en su obra sobre el verdadero Padre de Colombia: “La Libertad permanente.”
La contradicción entre el uso y el abuso de la historia se remite, en múltiples formas, a la concepción de la historia como herramienta para la transformación progresista de la sociedad, en contraposición a la concepción de la historia como arma de la contrarrevolución.
Aquí vale aclarar lo siguiente: primero, que no se puede confundir al pueblo bogotano con los burócratas y Politiqueros que oprimen a Colombia desde Bogotá. Segundo, que los herederos del Santanderismo están atrincherados en las altas esferas del poder y son oriundos de las más diversas regiones del país.
<“Santander -dice el filósofo- es un falso héroe nacional (...) El espíritu neogranadino que aún perdura como elemento oficial, gobernante, dirigente de Colombia, del general Santander ha olvidado la cobardía, ha cubierto la pequeñez y le ha envuelto en la gloria de Bolívar: por eso aparece hoy, como el indudable héroe nacional de los granadinos”>.
Fernando González.
Volvamos a lo que nos dice Fernando González:
<“De la guerra que le inició Santander (a Bolívar) y de donde surgieron estas Repúblicas que perdieron el Istmo de Panamá, deseamos mostrar Cómo le hizo detener en su marcha al Río de la Plata ya la unificación del continente; le trajo a Bogotá, al frío lomo andino, y le formó pelea en el campo en que Santander era invencible: el de la pequeñez: las elecciones, compadrazgos, congresos, libelos, suspicacias, intrigas... fue como ágil hormiga en lucha con el león. ¿Cómo vencerlo? Yendo y viniendo, andando más allá, picándole los ijares... El león corre, desespera y muere precipitado: así fue como el Mayor Santander venció al Libertador”>.
Es que los gobernantes colombianos, con muy pocas y honrosas excepciones, son el resultado de la clonación de Santander. Es el arquetipo del llamado “hombre de las leyes” que, a nombre de su legalidad, ha oprimido y devorado a Colombia. Por eso, todo aquello que escriba y que ponga en entredicho al falso héroe nacional, y a otros héroes falsos como él, es virulentamente reprimido por el Estado colombiano y todos sus cancerberos.
Está fuera de discusión que Santander es el arquetipo de todo esto que simula ser democracia y que se reclama como “Estado de Derecho”, al Tiempo que excluye y persigue a quienes erigen una República democrática verdadera, soberana y popular. No una República de apariencia libre, sino libre en su esencia más pura.
Pero el Santanderismo, es algo más que una rotulación local que identifica posturas y actitudes que no se reducen a los límites de Colombia. El Santanderismo hace parte de un fenómeno político propio del caudillismo provinciano de la América Hispana, de las capas oligárquicas criollas que derivaron su poder de prácticas secesionistas, fraudulentas y sanguinarias y que se convirtieron en fuerzas hegemónicas y excluyentes después de la desmovilización y desarme de los ejércitos Libertadores de sus países, para frustrar así, la política de integración patriótica e internacionalista trazada por el Libertador Simón Bolívar.
Uno de los extremos más aberrantes que actúan contra el concepto de la democracia es la intolerancia. Esto se reitera en el pronunciamiento, de corte inquisitorial, de la Academia de Historia de Colombia contra los textos titulados “Nuestra Historia”, de Rodolfo de Roux, y la “Historia de Colombia”, de Salomón Kalmanovitz y Silvia Duzán. Pronunciamiento que significa la condenación de las nuevas tendencias historiográficas que se adelantan en universidades y centros de investigación social, que son, por decirlo así una Academia Alternativa frente a la Academia Oficial.
La historia de Colombia escrita por los santanderistas, esto es, la historia oficial, ha sido un instrumento básico para perpetuar en el poder a la clase dominante en lo económico, en lo político y en lo militar. Ha impuesto la ficción de un Bolívar aislado de las masas, de las que fue conductor indiscutible ya las que defendió a todo lo largo de su vida.
Con toda razón ha declarado Joaquín Posada Gutiérrez, destacado general del ejército Bolivariano:
<“Desgraciado el partido vencido cuya historia la escriben sus adversarios vencedores”>.
Al fin y al cabo, como ha dicho Eduardo Galeano:
<“Los que mandan tienen mucha razón cuando mienten como mienten, cuando ocultan como ocultan (...) La historia oficial (...) refleja el miedo de los que mandan. Ellos han contado esa realidad desde el punto de vista de los vencedores: blancos, ricos, machos, militares”>.
La vigencia histórica y política del Libertador está inserta en su proyecto estratégico revolucionario: la unidad popular en lucha por la independencia nacional, la igualdad social, fundación de la República basada en la soberanía del pueblo y enmarcada en un ordenamiento constitucional original emanado de las condiciones específicas y concretas de nuestra América mestiza. Su plataforma ideológica se propone la devolución de tierras a los indígenas y campesinos, la redención de los trabajadores, la defensa de los recursos naturales, propuestas ecológicas, la educación popular generalizada, gratuita y republicana, pues, para que haya República la educación debe producir republicanos.
Un curso histórico la biografía de un hombre prominente> José Martí:
La causa de Bolívar vive, del mismo modo que viven las causas de los hombres que trazaron caminos de libertad a sus pueblos.
Sandino lo dice en forma sencilla y rotunda:

<“Yo soy hijo de Bolívar, Nosotros iremos hacia el sol de la libertad o hacia la muerte y si morimos, nuestra causa
Seguirá viviendo “>
AMERICANOS SOMOS TODOS.

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