por La pupila insomne
Las
relaciones entre Cuba y Estados Unidos han sido antagónicas desde
épocas pretéritas. La conocida doctrina Monroe, que adjudicaba Cuba a
Norteamérica al independizarse de España, más tarde dos intervenciones
militares para imponer una neocolonia frustrando la independencia y
soberanía nacional y luego la imposición de varios gobiernos y
dictaduras corruptas que les garantizaran el control político, económico
y social de la Isla fueron las estrategias seguidas para asegurarse que
la “fruta madura” cayera en su patio.
No
es ocioso entonces, hoy que Estados Unidos perfecciona sus estrategias
para doblegar la resistencia del pueblo cubano, repasar algunos momentos
culminantes de aquella historia, cuando la CIA y otras Agencias
subversivas norteamericanas intentaron frustrar la revolución que se
gestaba en la Sierra Maestra.
Ya
en la última etapa de las luchas del pueblo cubano por su independencia
y soberanía, antes del derrocamiento de la dictadura de Fulgencio
Batista, Estados Unidos trató infructuosamente de atomizar y frustrar el
proceso revolucionario, en compañía de sus asociados del “sindicato del
crimen organizado”, que se habían asentado en la capital cubana a
finales de los años cuarenta.
En 1950 un prominente mafioso, Meyer Lansky[1], hizo tratos con el gobierno autentico[2]
de Carlos Prío para, por 250,000 dólares, posibilitar el regreso a Cuba
de Batista y dotarlo de un acta de senador de la República. Era su
hombre de confianza en la Habana, para cualquier eventualidad. Luego, al
percatarse gobernantes del norte y mafiosos, de la inestabilidad
política provocada por la dramática corrupción y latrocinio de aquel
gobierno y la posibilidad de una eventual explosión popular, propiciaron
el golpe de estado ejecutado por Batista en marzo de 1952. Ello le dio
las garantías necesarias para mantener las prebendas y privilegios con
que contaban, a lo cual se uniría el proyecto de la Mafia para hacer en
la Isla, “Las Vegas del Caribe”, un entramado de casinos de juego,
prostitución, drogas, abortos ilegales, gansterismo y corrupción
generalizada, las cuales devinieron en realidad cotidiana, algo que
Fidel Castro con el asalto al Moncada y la guerra de liberación
desarrollada posteriormente, erradicó definitivamente en nuestra patria.
La
estación de la CIA en la Habana contaba en esa época con más de dos
decenas de oficiales operativos en su embajada y otros tantos agentes
bajo “cubierta profunda” ubicados en puestos claves en la sociedad
habanera de entonces. William Caldwell, agregado diplomático, era el
jefe de la estación, mientras que el embajador, Arthur Gardner, devenía
en alabardero del régimen batistiano. Fragmentos de un libro escrito por
un veterano agente CIA Howard Hunt, luego activo participante de la
agresión contra Cuba, refería una reunión en la Habana de aquellos años,
que mostraba pintorescamente el escenario de entonces:
“Veinte
de nosotros estábamos sentados en la espaciosa oficina del honorable
Arthur Gardner, embajador de Estados Unidos en Cuba. A través de las
altas ventanas podíamos mirar hacia el mar y ver los yates y botes de
pesca mecerse en el Caribe. Debajo, el malecón habanero, autos del
último modelo transitaban rápidamente entre los turistas que paseaban
con sus coloridas ropas de vacaciones. El aire era frío en aquella
mañana de diciembre de 1956, pero el sol era brillante y muchos de
nosotros deseábamos pasar la tarde nadando en las playas de Mariano.
“A
excepción del embajador Gardner todos éramos oficiales de la CIA, salvo
algunos funcionarios del cuartel general, jefes de estaciones en
América Latina y el Caribe. Durante tres días habíamos estado
participando en una reunión regional, cuyo lugar de celebración anual,
era escogido sobre la base de la accesibilidad de los participantes, así
como de ausencia de embajadas comunistas. Nuestra reunión anual
llegaba a su fin y asistíamos a una reunión de cortesía del embajador.
“Nuestro
jefe de División el coronel JC King daba al diplomático los puntos de
vista de la CIA, cuando un ayudante de la embajada penetró y le susurro
algo a éste. Al retirarse el mismo Gardner nos dijo que el presidente
Batista le había informado que un bote cargado de revolucionarios había
sido hundido en la provincia de Oriente y que los sobrevivientes eran
perseguidos por el ejército y la fuerza aérea. El líder de la banda era
un antiguo agitador, Fidel Castro, quien estaba entre los muertos.
“Virándose hacia King, Gardner dijo: “ese nombre me es familiar… no
estuvo Castro involucrado en las revueltas de Bogotá? “Profundamente
involucrado” asintió King. El famoso bogotazo…"
Al año siguiente, 1957, muy cerca de la ciudad de Nueva York, en una localidad denominada Apalachin, el FBI “sorprendió”[3]
una reunión de los jefes mafiosos de todo el país, que entre otros
asuntos, puntualizaban las competencias de cada “familia” en las
actividades de juego, prostitución y tráfico de drogas en la Habana.
Bajo
el manto de un programa de agricultura denominado “Punto IV” los
diplomáticos y oficiales de la CIA se movían libremente por todo el
país, en búsqueda de informaciones, reclutamientos y acciones
encubiertas destinadas unas al apoyo del gobierno de Batista y otras a
“estimular” la “oposición blanda” de la dictadura, en búsqueda de apoyos
en ambos bandos. Después del Moncada y la conocida autodefensa de Fidel
Castro, la CIA comenzó a trabajar en tres direcciones fundamentales: la
guerra sicológica, con fuerte acento anticomunista, para manipular los
prejuicios socio políticos existentes y endilgar a los revolucionarios
el calificativo de “asalariados” de intereses foráneos de una potencia
extra continental, la URSS; fortalecer policial y militarmente a
Batista, aumentado las entregas de armamentos y asesoramiento para el
exterminio de los focos rebeldes y resistencia urbana; y finalmente la
“joya de la corona” que consistía en desarrollar una “oposición
insurreccional”, que entre otras acciones incluía la formación de una
zona guerrillera propia en el Escambray cubano, que llegado el caso,
frustrara el proyecto de Fidel para trasladar la guerra de liberación
hacía el occidente del país, al tiempo que desacreditar al movimiento
revolucionario, provocando desmanes y crímenes entre la población
campesina.
Para la primera tarea se escogió al veterano de Chile y Guatemala David A. Phillips[4],
quien años después, llegaría a ser jefe de la División del Hemisferio
Occidental en la CIA, el que operando desde una oficina de relaciones
públicas ubicada en la calle Humboldt[5],
en la céntrica Rampa habanera, debía dirigir una campaña de subversión
política e ideológica a través de los principales medios de prensa,
radio y televisión local. Artículos, charlas, conferencias en
Universidades y escuelas, sociedades culturales y fraternales,
reclutamiento a personajes de los medios televisivos y culturales en fin
todo lo que estuvo a su alcance fue utilizado para tales fines.
Por
su parte, Alan Dulles, jefe de la CIA, viajó a la capital cubana
entrevistando a los principales jefes policiales, a los cuales recomendó
la creación del Buró para la Represión de Actividades Comunistas, BRAC[6],
como el medio más eficaz para exterminar al movimiento revolucionario,
estableciendo cursos de entrenamiento para los oficiales a cargo de esas
tareas y proveyéndolos de abundantes recursos.
Paralelamente
la CIA estimulaba una formación paramilitar creada, “los tigres”
capitaneados por un “colaborador” de la embajada, Rolando Masferrer
Rojas, quien llegaría a cometer cientos de crímenes a lo largo y ancho
del país, a los fines de debilitar al movimiento revolucionario e
instaurar el terrorismo de estado. La misión militar norteamericana
elevó su plantilla dentro del ejército nacional y un importante
asesoramiento y ayuda en equipos y armamentos fue entregado a partir de
entonces a las fuerzas militares del Tirano.
Finalmente
la Agencia decidió ejecutar un novedoso método de trabajo; formar una
guerrilla “revolucionaria”, al igual que hoy apoyan al Estado Islámico o
en su momento crearon Al Qaeda, para lo cual designaron a su
colaborador, Eloy Gutiérrez Menoyo y un grupo de personajes, muchos
provenientes de las organizaciones auténticas desplazadas del poder[7],
que dicho sea de paso, contaban en el país con cuantiosos arsenales
escondidos, que esperaban una oportunidad para utilizarse, no para
liberar la patria, sino para asaltar el poder y recuperar las prebendas
perdidas. Así nació, contra natura, el “II Frente Nacional del
Escambray”, de triste recordación de los campesinos de las comarcas
donde operó, por los abusos y desmanes cometidos, que los hicieron
acreedores del calificativo popular de “come vacas” pues robar ganado
era una de las “acciones militares” preferidas. Un letrero a las puertas
de su campamento principal los definía: “Prohibida la entrada a los
Comunistas”. Allá en su grupo, dos agentes bajo contrata de la CIA,
William Alexander Morgan y John Maple Spiritto, eran los encargados de
controlar a los “rebeldes de Menoyo”.
El
17 de febrero de 1957, pocas semanas después del desembarco del Granma,
Fidel Castro, aún con una pequeña tropa de 20 hombres, perseguido y
acosado por las fuerzas de la Tiranía, se entrevistaba con el periodista
Hebert Mathew, del New York Times, para exponer a la opinión pública
mundial y norteamericana los motivos y razones de aquella guerra que
recién comenzaba.
Cuatro
meses más tarde, el 11 de julio Celia Sánchez le informaba al líder
cubano que “Ese mediodía Frank (País) recibió aviso urgente de María
Antonia Figueroa informando que el vicecónsul norteamericano en Santiago
de Cuba, Robert Wichea deseaba establecer contacto con el comandante en
la Sierra junto con otro norteamericano que no conocía a lo que Frank
había respondido: “una cosa de esa envergadura tenemos que consultarle a
Alex (Fidel Castro). Ahora mismo sale la petición, supongo que tardará 5
días la respuesta. Al cónsul se conocía, pero al otro señor no. Tenemos
que saber quién es antes. Además que cosas o temas van a tratar. Esto
es muy importante”[8]
En
esos días el Comandante Fidel Castro trabajaba con otros compañeros en
un documento que se denominó “El manifiesto de la Sierra Maestra” que
con fecha 12 de julio constituyó una declaración de principios y
proyecciones políticas de singular trascendencia histórica, que definía
con meridiana claridad la posición del movimiento 26 de julio frente a
“pactos” mediadores y golpes militares. Fue ese el momento en que
recibió la carta de Frank, donde éste además puntualizaba: “ya yo estoy
arisco con tanto movimiento y conversaciones de la embajada. Creo que
convendría cerrarnos un poquito más, nunca perder el enlace, pero no
darle la importancia que se le está dando, pues veo que se están
introduciendo y no veo claro sus verdaderos fines. Tengo recelos de otra
mediación”[9].
El
sábado 20, Fidel escribe una larga carta dirigida a Frank. En ella,
analizaba temas muy importantes y entre otros asuntos puntualizaba: “no
pone ninguna objeción en la probable visita de un diplomático
norteamericano a la Sierra, pues ello constituiría un reconocimiento de
beligerancia de las fuerzas revolucionarias y una victoria más contra la
tiranía, siempre y cuando se sepan mantener en alto la dignidad y la
soberanía nacional”. Y añade:
“que
nos hacen exigencias?, las rechazamos, que desean conocer nuestras
opiniones?, las exponemos sin temor alguno, que desean estrechar lazos
de amistad con la democracia triunfante en Cuba?, Magnifico!. Eso es
síntoma de que reconocen el desenlace final de esta lucha. Que nos
proponen una mediación amistosa?, responderemos que no hay mediación
honrosa, ni mediación patriótica, ni mediación posible en esta lucha”[10].
Mientras,
el Dpto. de Estado había considerado necesario implementar dos medidas
adicionales al proyecto subversivo; una, sustituir al embajador de
entonces, Arthur Gardner, un connotado batistiano por el experimentado
Earl Smith y la otra asignada a la CIA que debía reforzar su contingente
en la embajada con un grupo de operativos veteranos de la operación
“Éxito” que en 1954 derrocara al gobierno de Jacobo Arbens en Guatemala,
encabezados por David S. Morales, que ocupo el cargo de agregado
diplomático y jefe de operaciones sucias.
Mientras,
los mafiosos encabezados por Santos Traficante junior, hombre de
confianza de Meyer Lansky trataban por todos los medios de acceder y
corromper las estructuras revolucionarias, aportando recursos
financieros e incluso, llegado el caso, “casas de seguridad” para acoger
a revolucionarios prófugos. Ejemplo de ello fueron las actividades
realizadas por el joyero Carlos Tepedino, hombre de confianza del
mafioso, con oficinas en el Havana Hilton, quien atrajo a su círculo a
varios participantes en la lucha contra Batista de procedencia
autentica.
El
28 de agosto de 1958 aterrizaron en una avioneta con armas y
pertrechos, en un lugar conocido como “cayo Espino”, en las
inmediaciones de la Sierra Maestra, Pedro Luis Díaz Lanz, quien
posteriormente fuera jefe de la fuerza aérea rebelde y el agente CIA por
contrata Frank Sturgis, con instrucciones de entrevistar a Fidel
Castro y comprobar la alegada presencia comunista en la guerrilla. Según
relató éste último en un libro autobiográfico, se entrevistó con el
líder revolucionario y pudo comprobar que aquellas acusaciones eran
infundadas, algo que informó en noviembre, al bajar de la montaña a
Santiago de Cuba, al oficial CIA y vicecónsul norteamericano, Robert
Wichea, que desde esa plaza tenía un “puesto de avanzada” para de
observar y tratar de influir el desarrollo de la lucha armada en el
oriente cubano.
Días más tarde, el 12 de diciembre de 1958 en una operación combinada del FBI, seguidores de Carlos Prío y la policía batistiana[11],
utilizando al ex marine norteamericano Alan Robert Nye trataron de
asesinar a Fidel Castro en las inmediaciones de Bayamo, en plena
ofensiva rebelde. El yanqui que debía entregarse a los rebeldes y
“pasar” por simpatizante de los revolucionarios, en la primera ocasión
que encontrara al dirigente, asesinarlo, con las armas que le entregaron
y huir al amparo de las tropas batistianas. Este hecho fue conocido por
los tribunales revolucionarios en febrero de 1959, juzgado y
sancionado, poniendo en evidencia hasta qué punto las autoridades
norteamericanas se involucraron en hacer fracasar la revolución,
asesinar al líder revolucionario y proteger a Fulgencio Batista.
Por
otra parte, los esfuerzos de la administración de Eisenhower por salvar
a la dictadura fueron supremos y multilaterales. Después de celebrada
la farsa electoral de noviembre de 1958, donde como era de esperar, ganó
el candidato gubernamental, el presidente norteamericano envió a dos
emisarios a Cuba: William Pawley, ex embajador y dueño de la fábrica de
gas de la Habana y una línea de ómnibus urbano y al inspector general de
la CIA Lynman Kirpatrick para persuadir a Batista de que ya era hora de
retirarse, algo que el dictador conocía bien, pues en 1944 Meyer Lansky
fue el mensajero del presidente Franklin D. Roosvelt con iguales
propósitos[12]. Sin embargo, Batista no hizo caso de los consejos de sus amos y ya se conocen los resultados.
La
dictadura fue derrocada precisamente aquel fin de año y como Fidel
Castro antes había expresado en carta a Celia Sánchez, era a partir de
entonces que comenzaba la verdadera Revolución. Cuba cambio
transformándose en faro de luz y esperanza para todos los pueblos del
Continente, su solidaridad no ha tenido fronteras, miles de médicos,
maestros instructores de arte y deporte han recorrido el Mundo, y entre
sus logros principales ha tenido la creación de un cubano más culto,
libre, inteligente, solidario y honrado, elevando sus niveles de vida,
espirituales y morales. Esa es la herencia de Fidel que por siempre
estará entre nosotros. Gloria a su memoria eterna!!
Notas
[1]
Meyer Lansky de la mafia judía de Nueva York, fue durante muchos años
segundo al mando de Luky Luciano, “capo de tuti le capi”, quien en 1947
reunió en el hotel nacional de la Habana, a los principales jefes de
familias mafiosas de USA para repartirse lo que sería “las Vegas del
Caribe”: Cuba.
[2]
Partido Revolucionario Cubano, PRC, “autentico” que comandó el ex
presidente Ramón Grau San Martín, un politiquero corrupto, que designó
como sucesor a Carlos Prío, un conocido corrupto y drogadicto.
[3] “sorprendió” porque milagrosamente los principales jefes de las familias mafiosas allí reunidas, escaparon
[4]
David Atlee Phillips comenzó sus actividades en la CIA en Chile en los
años cincuenta, luego Guatemala, donde dirigió la campaña de guerra
sicológica, más tarde en Cuba, luego en la operación de bahía de
cochinos, el asesinato del presidente John Kennedy, la agresión a
Republica Dominicana en 1965, el asesinato del Ché en Bolivia, el golpe
militar contra el presidente Allende, fueron entre otras sus principales
operaciones, hasta su ascenso a jefe del Hemisferio Norte.
[5] La David Phillips Asociation
[6] El BRAC estuvo comandando por dos veteranos agentes: Mariano Faget y José de Jesús Castaño
[7] Nazario Sargent, Armando Fleites, Jesús Cabrera, Plinio Prieto, Sinesio Walch entre otros.
[8] Archivos de la Revolución, Consejo de Estado
[9] Idem
[10] Idem
[11] Al mando del coronel Orlando Piedra Negueruelos, jefe de Buró de Investigaciones, un similar al FBI yanqui.
[12] Según Warren Hinckle y William Turner autores del “Pez es Rojo”