Por Jose Luis Merino
El pensamiento lúcido y siempre vigente de un barcelonés comprometido
El
13 de octubre de 2002, moría en Bangkok (Tailandia), el periodista y
escritor Manuel Vázquez Montalbán. Mantuve con él varios encuentros. Dos
en Bilbao, en la galería de arte Grises y en la librería Herriak, y otro más en su casa de Barcelona. De esos encuentros salieron dos entrevistas. Una publicada en un periódico de Madrid (Diario 16). La otra permanece inédita.
En
las dos entrevistas, Vázquez Montalbán mostró lo mejor de su repertorio
intelectivo y vitalista. Las respuestas de Barcelona llevaban un
trasfondo político profundo, desarrollado con probada inteligencia. Su
decir, calmoso como un estanque, constituía por sí mismo la trama de un
texto de corte ensayístico. Se traslucía una gran solidez en el
pensamiento que movía los hilos de sus palabras.
En
la entrevista de Bilbao su trenzado fue rápido, ligero como humo de
cigarrillo, con respuestas cortas y relampagueantes. El desparpajo
humorístico desplegado se movía como los pasos de papel detrás de la
llovizna. En la mayoría de las respuestas nacía una carcajada, labio a
labio, que conducía a la siguiente ocurrencia, que producía a su vez
otra carcajada.
Posiblemente la
imagen más conocida que se tiene de Vázquez Montalbán sea la del irónico
y cáustico personaje popular. Es verdad que fustigó con risible
eficacia las cascarrias del largo periodo franquista, por lo que se le
recuerda con enorme simpatía y cariño. Solo quien ofreciera la imagen de
un enfelizado Rabelais del Ensanche barcelonés como él, podía
enfrentarse sin disimulo a la estulta sociedad dominante de su época. Le
sobraba talento y gracia para ello.
Aunque
le concedo todos los méritos imaginables en ese sentido, mi preferencia
se inclina por la clara lucidez que poseía al ver en lo ordinario lo
que verdaderamente hay de extraordinario. Me gustaba su saber consciente
cuando aducía que no escribía para recapturar una experiencia, sino
para aproximarse a ella todo cuanto fuera posible.
Esto
se palpa en la entrevista que califico como breve ensayo. Se realizó en
mayo de 1971, en su casa de Barcelona, como está dicho. Han pasado más
de cuarenta años y todavía sigue viva esa magistral lección. La
entrevista formaba parte de un libro –junto a otros autores–, que estuvo
a punto de editarse. Llevaba por título La Península Estigia.
Como
tantos otros proyectos, el libro se perdió como el agua en el agua. En
este caso, es una lástima perderse el contenido de sus respuestas, donde
se perciben ecos, muy bien asimilados de Walter Benjamin, Lukacs,
Marcuse, Adorno y Hausser, quienes varios lustros atrás fueron la punta
de lanza del progresismo pensante. Espero que algún día ese saber
mostrado por Vázquez Montalbán deje de estar sumergido en las perdidas
aguas de la nada. El líquido verbal de sus palabras corre por mi memoria
como los ríos de un país.
Sobre sus
afectos personales guardo un excelente recuerdo. En una de sus
declaraciones públicas jugó a exagerar: “¿Qué puede hacer uno cuando va a
Bilbao? Comer pimientos verdes y visitar a José Luis Merino”. Como por
aquellos años yo era una especie de perejil de todas las salsas
culturales de la ciudad, me fue fácil contar con la inestimable atención
del escritor barcelonés, teniendo en cuenta, además, que todavía no
existía el Museo Guggenheim Bilbao.
[M. V. M. había nacido en Barcelona el 14 de junio de 1939]
PD La Colmena
Mi sentido homenaje a uno de mis escritores favoritos, creador del fantástico personaje Pepe Carvahlo.