por La pupila insomne |
´La Revolución es una ciencia profunda, difícil y complicada (...)’
Vladimir Ilich Lenin.
‘La Revolución (...) es una causa grande y pavorosa y no un juego para diletantes o aventura romántica’.
Antonio Gramsci.
I
En un artículo publicado con anterioridad en esta página o blog digital expusimos,
ahora ampliándolo y enriqueciéndolo que, el tránsito o construcción
socialista, del capitalismo al socialismo, rumbo estratégico hacia el
comunismo, (1) un prolongado proceso histórico, ético-político,
ideológico, socioeconómico, estético y Cultural -con mayúsculas-, un
radical cambio civilizatorio y de plena emancipación humana, de largo
aliento estratégico (extendida temporalidad y espacialidad);
antisistémico, contrahegemónico y contracultural al capital; de
movimientos tácticos constantes, métodos democráticos de participación
activa de las masas; aprendizajes y desaprendizajes, construcciones y
deconstrucciones, flujos y reflujos; perpetuas reformas revolucionarias
(2) -revoluciones en la revolución-; en el que existen momentos de
amplio consenso nacional, social - popular, y otros, en el que subsisten
disensos, más o menos profundos, por diferentes causales, casuales y
circunstancias históricas específicas en el decursar histórico. (3)
Tal
transición jamás acontece en línea recta, es decir, unilineal y
progresivamente, sino que transcurre de forma zigzagueante,
contradictoria y paradójica, con avances, preservaciones y
superposiciones -a veces mezcladas y yuxtapuestas eclécticamente, pero
no sintetizadas, dialéctica y sistemáticamente-; estancamientos,
retroacciones y retrocesos, y que también comprende la continuidad, la
discontinuidad y la superación crítica en su práctico devenir. Lo que no
excluye su comprobada reversión, (4) por causas endógenas y exógenas, o
la combinación de ambas variables, tal como aconteció en el mal llamado
“socialismo real” de la Europa del Este y la Union de Repúblicas
Socialistas Soviéticas (URSS), quienes se derrumbaron (implosionaron)
con y tras la caída del ‘Muro de Berlín’, la destrucción del socialismo
en conjunto con la desintegración del multinacional Estado soviético,
entre 1989 y 1991, respectivamente.
El
tránsito socialista se despliega a través de la hegemonía política y
cultural (5) del bloque histórico-político, socioclasista - social y
popular que conquista y ejerce el poder revolucionario, realizándolo
desde la persuasión, el convencimiento, las razones argumentadas, la
emoción-pasión y la seducción-atracción estética, el buen sentido del
ciudadano común, el consenso, el diálogo interactivo-retroalimentador
constante y la práctica demostrativa que se acerque al aserto, con la
idea de ganar-sumar, articular y concientizar, cualitativa y
cuantitativamente, al pueblo, el principal protagonista de la victoria y
de su continuidad quien debe materializar tales ideas y accionares, con
el fin de su empoderamiento democrático e ininterrumpido y proceda a
conformar un consenso nacional-popular y socialista, que se debe
reconstruir y resignificar en el día a día, capaz de fortalecer la
correlación de fuerzas internas favorables a su misión histórica.
También
ejerce el dominio y la coerción, que debe ser delimitada jurídica y
éticamente, en los marcos del Estado de Derecho socialista, contra los
adversarios y enemigos acérrimos que confrontan su marcha, tanto
endógenos como exógenos, con vista a propiciar su prosecución,
conservación y garantía superadora. Lo que no inhibe, menos prohíbe,
que, si la actividad contrarrevolucionaria interna y extranjera se
acrecientan y ponen en peligro la seguridad del país y de la ciudadanía,
la independencia y soberanías nacionales, la justicia social, tanto
colectiva e individualmente, pueda tomarse medidas más severas para
salvaguardar su existencia.
La
historia ha demostrado que el asedio, las agresiones miliares e
injerencias capitalistas-imperialistas, de toda índole, contra los
países que emprenden ese rumbo son ciclópeas, así como sistemáticas las
sanciones, chantajes, presiones y condicionamientos, incluyendo el
intento de aislarlos política y diplomáticamente, la imposición de
bloqueos económicos, comerciales y financieros, el no acceso a
inversiones de capital extranjero, tecnologías de punta, posibilidad de
insertarse en mercados regionales e internacionales, las grandes
limitaciones a los créditos blandos, y cuando ocurre, se les cobra con
altos intereses, y el sometimiento invariable y contraproducente a los
dictámenes del capitalismo, hoy hegemónico, y dominante, trasnacional y
neoliberal mundial.
El
incierto y viejo axioma acerca que el socialismo debe convivir,
eternamente, con el síndrome de ‘plaza sitiada’, los “silencios” y
“secretismos” infructuosos, con el fin de no brindarle ‘armas al
enemigo’, no niega que este se realiza con altos riesgos, no sólo
acechantes ante el derecho de la libre autodeterminación nacional y de
proceder a la construcción de un sistema sociopolítico diferente. Tales
alarmas reales, obstaculiza el alcance de su eficiencia, equidad y
justicia social en su pleno desarrollo, teniendo en cuenta que, en todos
los casos, este ha triunfado en naciones de la periferia
subdesarrollada capitalista. A ello se suma, las grandes campañas
mediáticas en su contra, las pretensiones de subvertirlos desde adentro,
sufragando a las fuerzas hostiles al mismo e incitando a la
contrarrevolución interna para provocar la división, desestabilización y
la ingobernabilidad, con el fin último de derrocarlo.
Una
revolución social - política socialista triunfa, se consolida, resiste
activamente -que es construcción objetiva y subjetiva al unísono-,
sobrevive, se autovalora y vale si sabe demostrar cómo defenderse, en
primer lugar, con sus propias fuerzas internas, sin cometer injusticias,
aberraciones antidemocráticas y someter a la ciudadanía al exceso de
poder y dominación obtuso, menos los abusos y la represión, tal como
aconteció, lamentablemente, en algunos países del llamado “socialismo
real”. (6)
El
objetivo final del socialismo, como etapa de transición, tal como lo
concibieron Marx, Engels, Lenin y otros continuadores marxistas
creativos, consiste en la gradual extinción del Estado, gracias a la
necesaria implantación de la ‘dictadura del proletariado’ -o del poder
del pueblo trabajador como sujeto histórico-político-, que emanciparía
al resto de la sociedad, y, por supuesto, el tránsito hacia la abolición
de todas las clases y a una sociedad sin clases, que también
conllevaría a la revocación de la propiedad privada. Ello conllevará a
la formación de una sociedad comunista de ‘productores libres asociados’
en donde “surgirá una asociación en que el libre desenvolvimiento de
cada uno será la condición del libre desenvolvimiento de todos”. (7) En
este proceso de tránsito hay que conjugar, en la política revolucionaria
- comunista, el arte de lo posible con el arte de hacer posible lo que
parece imposible. El comunismo, una utopía realizable, es bastante trabajoso y lejano.
Esa
percepción es correcta y no menoscaba los enormes esfuerzos en los
intentos de construirlo y estabilizarlo en un país o grupo de ellos,
teniendo que lograr una corta y mediana perdurabilidad a costa de
grandes sacrificios materiales y espirituales de quienes lo emprenden,
lo que es aún insuficiente para su éxito pleno como proceso
emancipatorio humano y de justicia social. Le es imprescindible el apoyo
solidario e internacionalista de otros procesos socialistas o de
países-pueblos, que comiencen a enrrumbarse hacia ese fin, partiendo de
otras premisas y desarrollos. La «construcción del socialismo» en un
solo país es, por tanto, un imposible, y sólo se hará factible cuando el
proceso histórico hacia el comunismo tienda a ser un proceso universal.
Pero,
el socialismo auténtico, que no es puro ni casto, tiene que ser
necesariamente ajeno a los dogmatismos y sectarismos, doctrinarismos,
voluntarismos y (ultra)-izquierdismos estériles, porque tales
pensamientos y accionares, en el fondo, son posicionamientos
reformistas, burocráticos y tecnócratas, oportunistas y hasta
seudorevisionistas, que conducen, inexorablemente, al “…anquilosamiento
del Partido, castigo ineludible por las trabas impuestas al
pensamiento…”, (8) obstaculizando, además, el desarrollo de la
democracia socialista al imponer frenos a la iniciativa, autonomía,
motivación y potencialidades de las masas populares en el inédito
proceso constructivo. Sin embargo, la historia pasada y reciente da
cuenta de que tales presencias anómalas y distorsiones han estado
presentes en el tránsito socialista, incluyendo la práctica del
socialismo cubano.
En
síntesis, el tránsito socialista constituye un camino inexplorado,
ignoto, colmado de dificultades, acertijos, enigmas y dudas, en el plano
objetivo y subjetivo, por lo cual cada país debe construirlo de acuerdo
a sus peculiaridades (particularidades y singularidades) siempre
específicas, aunque utilice algunas leyes y regularidades trazadas de
forma general.
En
muchas ocasiones, recurre al test experimental del éxito y el error,
por lo que debe estar dispuesto a rectificar y corregir de inmediato la
marcha, incluyendo dar pasos hacia atrás para luego, relanzar el
proyecto hacia adelante, con mucha invención y audacia. (9)
El
líder de la gran revolución socialista triunfante, en la Rusia de los
Zares, en 1917, el bolchevique – comunista, Vladimir Ilich Lenin,
advirtió que, “…quien aborde los problemas particulares sin antes
resolver lo generales, fatalmente “tropezará” a cada paso con estos
problemas, sin tener conciencia de ello. Y tropezar ciegamente en cada
caso particular equivale a condenar la política propia a las peores
vacilaciones y falta de principio”. (10)
II
“Las
cuestiones discutidas en las tesis tocan muy de cerca puntos esenciales
del proceso ideológico y político de nuestra Revolución, pero las
decisiones que aquí se han tomado, aunque expresan -como señaló el
compañero Lázaro Peña en su informe-
el criterio de la dirección política del país y el criterio de nuestros trabajadores,
no fueron establecidas en virtud de una decisión del Partido,
sino que han sido ampliamente discutidas en el seno de nuestros trabajadores.
No se impone un punto de vista; se discute con los trabajadores.
No
se adoptan medidas por decreto, no importa cuán justas o cuán acertadas
puedan ser determinadas medidas. Las decisiones fundamentales que
afectan a la vida de nuestro pueblo, tienen que ser discutidas con el
pueblo y esencialmente con los trabajadores.”
Fidel Castro Ruz, Discurso de clausura en el XIII Congreso de la CTC. (11)
En
el constante movimiento renovador del tránsito socialista nacional,
resulta indispensable la concurrencia decisiva del Partido Comunista de
Cuba (PCC), vanguardia política de la clase obrera y el pueblo
trabajador, la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), el Estado, el
Gobierno, el Poder Popular, los Sindicatos y las demás organizaciones de
masas y sociales, así como de las numerosas agrupaciones y asociaciones
que forman parte de la sociedad civil nacional. Ello se corrobora in crescendo en el actual proceso de actualización del Modelo Económico y Social del socialismo cubano. (12)
En
tal empeño, la subjetividad revolucionaria, con la multiplicidad de las
intermediaciones e intersubjetividades, materiales y espirituales
contemporáneas, cumple un rol principal en este sendero constructivo, en
el que los heterogéneos sujetos histórico-políticos de la
transformación tienen que ser muy activos políticamente para propiciar
el alcance del indiscutido salto cualitativo superior, muy diferente
contraculturalmente al que existe en el mundializado y hegemónico
capitalismo transnacional neoliberal que nos rodea.
En especial, los
Sindicatos en la resignificada etapa del tránsito socialista cubano
-evitando visiones etapistas-mecanicistas, evolucionistas-positivistas y
economicistas-, denominado como un ‘socialismo próspero y sostenible,
[antimperialista], democrático, independiente y soberano’, no pueden
funcionar de ningún modo como una simplista y mecánica “correa” o
“polea” de transmisión -frase enunciada por Vladimir Ilich Lenin con
otra connotación, enriquecida y complementada en otros discursos y
escritos- del Partido Comunista de Cuba (PCC), el Estado y el Gobierno,
sino que constituyen órganos reales de gobierno, por tanto, de poder
proletario, patriótico y revolucionario, y como corolario, de poder
popular, que, en las complejas circunstancias internas y externas cobran
una dimensión singular y trascendental.
Los sindicatos son per se
esenciales vasos comunicantes de interacción activa, dinámica y
retroalimentadora entre los trabajadores de todos los sectores y ramas,
personificados en los colectivos laborales y organizados en las
secciones sindicales de base y los demás niveles, con las instituciones
partidistas, estatales y gubernamentales.
Conforman
una pieza sustantiva del (sub) - sistema político cubano, siendo la
organización de masas fundamental de los trabajadores -la Central de
Trabajadores de Cuba (CTC)-, sindicalizados o no, activos laboralmente o
jubilados, en funciones de asesorías y consultorías, con pleno empleo,
subempleo y con una temporal desocupación -muy recurrente en aquellos
que no aceptan propuestas, los que acuden al mercado informal o negro, y
los simplemente holgazanes o vagos-, por lo que, consiguientemente, los
sindicatos no operan con un sentido administrativo y jurídico, menos
burocrático, ante tales situaciones, sino que coparticipan activamente
en los diferentes procesos de organización, incorporación, integración,
cooperación y dirección ideopolítica de la nación y la sociedad en su
integralidad y totalidad.
Al
unísono, las organizaciones obreras sindicadas son partes
imprescindibles en la construcción, la preservación y la velación de la
unidad del pueblo cubano con su Revolución, Nación, Socialismo y su
Partido de vanguardia. Una unidad en la diversidad, que enriquece la
integración, articulación, cohesión y la unidad nacional y social, que
nunca será monolítica, uniforme y homogénea, salvo en circunstancias
excepcionales, por lo que no tratará de desestimar y subestimar, menos
coaccionar y aniquilar, las heterogeneidades ideológicas, políticas,
sociales y culturales que coexisten en el cuerpo societario nacional,
que se reflejan en los colectivos laborales y en los propios sindicados;
asumiendo las discrepancias, los diferentes criterios dentro de los
principios revolucionarios, también aquellas críticas que contengan
ideas-valores para coadyuven a rectificar, perfeccionar y re-crear el
socialismo que construimos.
En
una histórica y vigente intervención del Presidente del Consejo de
Estado y Ministros, Primer Secretario del Comité Central del Partido
Comunista de Cuba (CC del PCC) y General de Ejército Raúl Castro Ruz,
ocurrida el 4 de mayo de 1973, este expuso que el Partido, aunque ejerce
el papel rector, dirigente y conductor de la sociedad, no puede “…dar
por sentado (…) que (…) representa la voluntad de todo el pueblo y
considerarlo como el órgano supremo del poder, porque estaríamos
desconociendo los principios de la democracia proletaria que, como vimos
antes, implican la participación de todos los miembros de la clase
obrera (y no sólo de su vanguardia) y de las demás clases trabajadoras
en el ejercicio de la dictadura del proletariado, es decir, en el
dominio y gobierno de la sociedad para la cual se requieren las
instituciones de poder correspondientes, a través de las cuales las
masas trabajadoras hagan válido ese derecho y puedan expresar y hacer
valer su voluntad.” Y prosiguió, el compañero Raúl Castro, con gran tino
y enfoque principista, “…Estas instituciones representativas son
indispensables, según nuestra comprensión, para que todo el pueblo
revolucionario, considerado como un todo, como el conjunto de todas las
masas trabajadoras del país, manifiesten su voluntad y pueda participar
realmente en el gobierno.” (13)
Sin
embargo, es necesario aclarar que, esta intervención medular del
entonces Segundo Secretario del CC del PCC y Ministro de las FAR, no
está recogida de tal forma en las tesis y resoluciones del Primer
Congreso del Partido Comunista de Cuba, celebrado en 1975. (14) Tampoco
fueron totalmente rectificadas y delimitadas en los demás Congresos del
PCC.
La
Isla, en 1972, había entrado al Consejo de Ayuda Mutua Económica
(CAME), y con ello comenzó a influir y pesar, decisivamente, el
referente histórico y la experiencia de la Union Soviética y su Partido
Comunista (PCUS), no sólo en cuanto a la inserción cubana en el sistema
socialista de la división internacional del trabajo, sino que numerosos
componentes políticos, ideológicos y socioeconómicos –aunque menos en el
plano participativo-electivo de los órganos del poder popular y la
esfera cultural-, fueron, en algunos casos, calcados y mimetizados, (15)
aunque siempre se logró una originalidad y creatividad importante en el
rumbo socialista nacional.
A
partir de ese momento, hubo una desatinada interpretación y mediación
del papel del secretariado y los aparatos auxiliares del Partido en
muchas esferas de la vida pública, entremezclando y confundiendo las
funciones partidistas con las estatales, gubernamentales, por tanto, con
el Poder Popular. (16)
Ello
tomó cuerpo legal y oficial con la aprobación de la Constitución de la
República (24 de febrero de 1976), la implantación en todo el país de
los Órganos del Poder Popular, incluida su Asamblea Nacional,
constituida el 2 de diciembre de 1976; la nueva División Política
Administrativa (DPA) del país, el Sistema de Dirección y Planificación
de la Economía (SDPE), estas dos últimas aprobadas en el Primer congreso
y luego ratificadas por la Constitución y la Asamblea Nacional del
Poder Popular; más lo concerniente con las directivas para el desarrollo
económico y social en el quinquenio 1976-1980; la Plataforma
Programática del PCC, (17) sobre los estudios del marxismo - leninismo;
además de otras tesis y resoluciones aprobadas en el trascendente
conclave partidista. Esas confusiones y yuxtaposiciones entre las
prerrogativas y funciones del Partido, el Estado y el gobierno, no han
sido, reiteramos, íntegramente erradicas hasta hoy.
Pero,
el Partido comunista, como organización política de vanguardia de todo
el pueblo, en el caso cubano un partido único, por razones históricas y
políticas, debe y tiene que convertirse, ineludiblemente, en el ‘Partido
de la Nación Cubana’, por tanto, ser más plural al tener entre sus
filas a una representación selectiva y ejemplar de la heterogeneidad
social existente, tal como lo reconoció el V Congreso del PCC, en 1997.
(18) Manteniendo, sin cortapisas, una reconocida autoridad moral y
encargarse, al mismo tiempo, de conducir, coordinar, controlar y
encauzar las tareas del aparato estatal y las organizaciones de masas y
sociales hacia un mismo objetivo, y esa posición de vanguardia la tiene
que conquistar y mantener mediante la lucha cotidiana, así como la
confianza y el apoyo popular gracias a la estrecha ligazón con el pueblo
y usando, como métodos, la persuasión y el convencimiento sustentados
en la fuerza de su ejemplo y en la justeza de su política acertada y
racional.
Por
su parte, los sindicatos también escuchan aquellas voces distintas y
disímiles que pueden disentir de los propósitos patrióticos,
revolucionarios y, sobre todo, del socialismo por el cual transitamos.
En tales casos, se requiere de una preparación, educación y formación
revolucionaria / socialista convincente y sentipensante, que argumente
con razones, datos e interpretaciones capaces de persuadir y convencer a
los ingenuos, desencantados y confundidos y atraerlos a la causa
revolucionaria, pero nunca de forma impositiva y obligatoria.
En
algunos casos, aunque estas posiciones sean minoritarias y
excepcionales, se pugna y se apuesta por la asunción paulatina de un
poder político, desde pequeños espacios-territoriales según los ángulos
sociales y económicos, que se plantean el retorno simulado o franco, a
un “capitalismo humano” inexistente, un social-liberalismo,
republicanismo y socialdemocratismo burgués, de ‘bienestar popular’,
realidad imposible para Cuba, hasta de un neoliberalismo menos salvaje,
que están presentes en el seno de las discusiones que se despliegan en
la red de redes y otras plazas en donde se debate, acalorada, opinática,
emocional y seudocientíficamente sobre ‘el mejoramiento de las
expectativas de vida de la población’, muchas veces, sin valorar los
costos de tales conclusiones y divergencias que pueden provocar la
división bajo el manto de interminables ‘clubes de discusiones’, la
supuesta búsqueda de consenso que pueden llevar a la reconciliación o
convergencia entre posiciones, directas e indirectamente, no
revolucionarias y un proceso de deliberativo controversial, desmesurado y
hasta antagónico, que gira acerca de si se restaura o no el capitalismo
en la Isla.
Tales
planteamientos fueron recogidos respetuosamente, con la libertad de
opinión y expresión requerida, en las discusiones que se llevaron a cabo
con algunos de los numerosos discursos del compañero Raúl Castro Ruz,
desde el 2007-2008 hasta la actualidad, y en los debates de los
documentos del VI y VII Congresos del Partido Comunista de Cuba,
sometidos a amplia y profunda consulta democrática popular.
Sin
embargo, esos criterios, hasta hoy minoritarios, no puede conducirnos a
subestimar a los que disienten abierta y encubiertamente, desde los
opositores, adversarios y los que actúan como enemigos
contrarrevolucionarios y mercenarios. Menos se trata, de omitirlos,
ignorarlos o hacer silencio con respecto a sus posverdades posmodernas,
que no son más que falsedades repetidas -método fascista goebbeliano- a
fin de imponerlas, manipuladamente, como verdades, y sus posiciones
hipercríticas -algunas con sus cuotas de medias verdades y medias
mentiras, magnificando las segundas-, que promueven expedita y
subrepticiamente la subversión contra la nación, la revolución y el
socialismo, porque tales individuos y grupos están inmersos en el cuerpo
societario, y, aunque, son grupúsculos sin base social real evidente,
ejercen su influencia nociva, aprovechándose de los errores e
insuficiencias nuestros.
Entre
ellos se encuentran quienes asumen posiciones, en la mayoría de las
ocasiones, mercenarias y traidoras, recibiendo dinero y otros beneficios
de las agencias de inteligencia, ONGs, otras organizaciones,
instituciones, fundaciones y ‘Thinks Tanks’ -tanques pensantes- de
derecha, que radican en los EE. UU., Europa y América Latina, con el fin
de desestabilizar y provocar la ingobernabilidad política en Cuba. (19)
Sin olvidar, las horas radio -cerca de 200 radioemisoras con 2, 000
horas semanales de transmisiones- y televisivas -no sólo la mal llamada
TV Martí-, la propalación de propaganda negra y las sutiles y
confrontacionales formas de penetrar culturalmente a la sociedad cubana.
Se
conoce, oficial y extraoficialmente, que en la actualidad están
constituidas de cinco a seis organizaciones sindicales opositoras,
ilegales, a veces toleradas, y semi-ilegales, que se afanan por captar a
grupos de trabajadores con las supuestas defensas de sus derechos
laborales. También es sabido que, en los planes del Departamento del
Estado, otras secretarías y organizaciones de inteligencia y
contrainteligencia del establishment estadounidense, se contemplan el
sufragio de becas a jóvenes, hombres y mujeres cubanos para que se
formen como líderes de los futuros cambios contrarrevolucionarios.
Específicamente,
relacionado con la actividad sindical ilegal, se encuentra el Grupo
Internacional para la Responsabilidad Social Corporativa de Cuba,
proyecto de la Fundación Nacional para la Democracia (NED)
estadounidense -la fachada o pantalla de la CIA- que, entre los años
2014, 2015 y 2016, ha recibido la cantidad de 735, 000 dólares, para
preparar “agentes” dentro del movimiento sindical, promover los derechos
sindicales y suministrar líderes sindicales independientes con equipos
técnicos y recursos financieros para que puedan incrementar su actividad
dentro del movimiento obrero cubano. (20)
El
hecho de que hasta ahora no hayan encontrado un ‘Lech Walesa’ nacional,
(21) no puede obnubilarnos la visión de que, de una de estas
organizaciones conformadas por apátridas, traidores y mercenarios, pueda
surgir una figura que logre centrar la atención por las deficiencias y
el mal trabajo de nuestros sindicatos. No hay peor ciego que el no
quiera ver, porque el descuido, unido a la negligencia y la arrogancia
resulta fatal.
III
En
el proceso de actualización están presentes la continuidad y la
discontinuidad, reflejadas en las contradicciones, nunca dicotómicas y
sí coexistentes, que se efectuaron en otros contextos históricos del
proceso revolucionario, (22) que marcaron y aun marcan pautas en la
inconclusa transición socialista. Porque ahora, ha resurgido o se ha
reconocido la acción de las relaciones monetarias-mercantiles, la
presencia del mercado (que no es invención del capitalismo, sino su
éxtasis total) y la actuación de la ley del valor, por lo que tiene que
convivir con esas figuras paradójicas, que para nada deben ser
satanizadas, pero que requieren de un empoderamiento popular y
trabajador más amplio y profundo, un mayor control y regulación real de
los trabajadores, el pueblo y una prevención a tiempo para que no
descarrilen el rumbo socialista y conduzcan a la restauración
capitalista.
Porque,
como lo advirtió el marxista húngaro, István Mészáros: “…El capital no
es simplemente un conjunto de mecanismos económicos, como a menudo se lo
conceptualiza, sino un modo multifacético de reproducción metabólica
social, que lo abarca todo y que afecta profundamente cada aspecto de la
vida, desde lo directamente material y económico hasta las relaciones
culturales más mediadas”. (23)
Sumado
a lo anteriormente expuesto, que la actualización representa un colosal
proceso de reformas revolucionarias, impulsadas por los decisores
políticos y aprobadas con un consenso popular mayoritario, en las que se
implican directamente los trabajadores, porque en estas se incluyen los
complicados procesos de descentralización de parte de la actividad
económica y administrativa del Estado y el gobierno -definidos en los
nuevos decretos que abordan las diferencias sobre la organización,
estructura y funcionamiento estatal y empresarial-; (24) el
resurgimiento de la empresa no estatal y las diferentes formas de
propiedad, gestión, cogestión y autogestión; los medianos y pequeños
propietarios privados (Pymes); los usufructuarios rurales y urbanos; los
cooperativistas agropecuarios y los manufactureros-fabriles; las
empresas de capital mixto; las empresas con 100 % de capital extranjero;
las ‘Joint Ventures’, y las que se ubican en la Zona Especial de
Desarrollo del Mariel (ZEDM), (25) que poseen diferencias sustanciales
en su actividad laboral, normas, salarios, formas de contratación, etc.,
así como la permanencia perniciosa-perjudicial de la dualidad
monetaria, con las desigualdades salariales; por lo que cada una de
estas, merecen un tratamiento específico y disímil tanto por el Partido,
el Estado, el gobierno, el Poder Popular, como, en especial, por los
sindicatos y las demás organizaciones de masas y sociales.
En
tales circunstancias, la mirada y funcionamiento sindical se tiene que
volver ultranovedosa ante la aparición de nuevas clases, complejas
estratificaciones socioclasistas, actores y agentes sociales, (26)
aunque el pueblo trabajador sea el dueño de los medios de producción
fundamentales, la empresa estatal socialista prosiga siendo el eslabón
principal de la economía cubana y la planificación esté presente en este
proceso, no obstante, se apunta sin ambages, que el panorama nacional y
social muta radicalmente.
Las
nuevas realidades implican nuevos métodos, contenidos-formas y el
cambio de mentalidades para no sólo adaptarse simplemente a las
circunstancias históricas, sino ser capaces de repensar, accionar e
incidir de acuerdo a las mismas, pero interviniendo en el proceso con
una conciencia de cuestionamiento sano, asimilación y síntesis crítica
de las mismas.
Los
colectivos laborales y los sindicatos, como forma de organización,
desempeñan un papel fundamental en la recomposición de la hegemonía
político-cultural socialista, en la reconfiguración del consenso
nacional popular, erigiéndose, desde siempre, en una escuela de formación, educación y concientización ideológica y política de dirigentes / trabajadores;
son promotores de la emulación socialista y del trabajo voluntario
útil; participan en la formación integral de valores patrióticos,
cívicos, éticos, antimperialistas, solidarios, internacionalistas y
socialistas; en la superación profesional competente e idónea de sus
cuadros de dirección y afiliados, desde el punto de vista económico,
jurídico y en las esferas productiva, de servicio,
informativa-comunicacional, en la educativa, científica, deportiva,
artística y cultural, entre otros.
Así, son actores significativos, de complementación y sustento
de las políticas partidistas, estatales y gubernamentales, pero,
también, tienen misiones y tareas que les admiten ser ineludibles contrapartes, contrapesos e interpeladores críticos - constructivos
hacia las políticas elaboradas e implementadas, debiendo ser capaces de
detectar deficiencias y carencias, más cuando estas incumben a los
trabajadores y al pueblo en general, cobrando una nueva dimensión como
componente sociopolítico fundamental en el proceso de actualización del
Modelo Económico Social del socialismo en Cuba. [Los subrayados son
nuestros]
Toda
esta realidad, brevemente resumida, está convocando a los colectivos
laborales y sus sindicatos (27) a enfrentar los complejos y complicados
nuevos desafíos, que deben transcurrir necesariamente por la
reorganización, reestructuración, el reordenamiento y la conformación de
nuevos contenidos y formas de trabajar sindicalmente entre la masa de
trabajadores -desde la CTC hasta sus sindicatos nacionales, ramales, las
instancias provinciales y municipales, y las importantísimas secciones
sindicales de base-, porque estos ya no son simplemente obreros o
trabajadores asalariados del Estado, sino que son asalariados que son
contratados por dueños privados -los eufemistas ‘cuentapropistas’, o el
bluf de ‘los emprendedores’-, tanto nacionales y extranjeros, que les
explotan la mano de obra y les extraen plusvalía o plus-valor, a pesar
que se les remunere con un salario superior al estatal, y existan normas
jurídicas que traten de frenar esa explotación y el enriquecimiento
desmedido de algunos propietarios; que, sin embargo, están militando en
el propio sindicato.
De
manera más asidua, los sindicatos deben introducir en sus prácticas
democráticas estructurales, organizativas y funcionales, los denominados
‘poderes desde abajo’ y ‘horizontales’, que no son antipoderes ni
contrapoderes, sino novedosas vías para que las masas trabajadoras y el
pueblo se involucren, empoderen y participen de forma protagónica y
directa, lo que no excluye la representativa y por delegación, e
impongan barreras a las prácticas ‘verticalistas’, ‘de comando’ y
‘ordeno y mando’ in extremis,
que aun predominan en las mentalidades y principales decisiones
nacionales y sociales, así como, específicamente, en las concernientes a
las colectividades laborales, radio de acción principal en que se
interrelacionan los sindicatos con los trabajadores.
Los
sindicatos, que son democráticos por antonomasia, y poseen una relativa
alta autonomía, deben luchar denodadamente contra los estereotipos,
prejuicios (28) y las viejas mentalidades, batallando incansablemente
contra los añejos y obsoletos métodos y estilos de trabajo de que todo
se decide y conduce ‘desde arriba’, los ‘dirigismos’ y los nombramientos
‘a dedo’ excesivos en muchas instancias de dirección, sin consultar
previa y democráticamente con los dirigidos, confrontando, a su vez, el
uso y abuso de las inoperantes e insípidas consignas y eslóganes que ya
no entusiasman por estar descontextualizadas, que no les permiten
convocar, movilizar y estimular la consciencia ideológica y política, lo
que resiente y desgasta su visión y misión desde la mirada de los
trabajadores, haciéndole disminuir, consciente e inconscientemente,
legitimidad, credibilidad y autoridad -no confundir con autoritarismo-
como organización que representa sus intereses que, en no pocas
ocasiones, entran en colisión con las políticas implementadas.
Asimismo,
no pueden encerrarse esquemáticamente en el marco de las instituciones
existentes, porque estas pueden funcionar inadecuada e
insuficientemente, incluso, por ser estructuras pesadas y complicadas,
abarcadoras de muchas esferas en su actividad, pueden adquirir cierta
rutina y su movimiento tiende a ser lento ante las necesidades del
cambio, y se identifican, en ocasiones, con especies de dogmas
científicos seudosuperados o por superar, por la necesaria complejidad
interdisciplinar - transdisciplinar que los desborda, de igual forma,
que a los propios saberes y conocimientos científicos, aun segmentados y
parcelados, un rezago que proviene de la Modernidad occidental.
Porque
en las ciencias, el paradigma anticuado establecido, obstaculiza el
nuevo modo de proceder epistemológico. Contrariamente, a lo que piensen
algunos, el dogma está presente en la ciencia, mucho más en la actual
que tiene un efecto acelerador avasallante. Existen muchos ejemplos que
explican lo afirmado, y poco espacio - tiempo para exponerlo.
En
la contemporaneidad mundial, que no excluye a la cubana, muchos
ministerios, corporaciones, empresas e instituciones estatales,
gubernamentales y partidistas, también privadas, no son capaces de
acometer la tarea de articular e integrar eficientemente los polos
especiales de trabajadores científicos especializados, los denominados
expertos en distintas disciplinas, que no sólo son intelectuales
preparados universitariamente, sino técnicos medios y personal de
servicios, como los de la informatización-comunicación, resultado de la
última fase de la III Revolución Científico-Técnica (RCT) comenzada en
la década del 90 de la pasada centuria, que ha proseguido su devenir en
el siglo XXI, que algunos autores, ya denominan como la IV Revolución
Científico-Técnica.
A
estos aparatos institucionales, administrativos y sindicales, de los
cuales el Partido no puede estar ajeno, se les convierte en un
rompecabezas casi insoluble hacer desaparecer o mitigar la disgregación y
dispersión, porque los aportes de la filosofía, las ciencias sociales,
las humanísticas, los nuevos adelantos en las ciencias y las técnicas,
las denominadas, equivocadamente, ‘duras’ o ‘puras’, las naturales y las
aplicadas, pasan por una renovación constante, escapando de las
novedosas formas de organización, dirección, aprovechamiento de
capacidades - potencialidades y del quehacer cotidiano de estas,
consciente e inconscientemente. Mucho más evidente en las instituciones
que tienen dentro de su objeto social y funcionamiento, procesos de
investigación, innovación, desarrollo y producción-comercialización de
sus resultados. Aunque no son las únicas.
También
se encuentran en esta disyuntiva, los centros laborales en que sus
investigadores revolucionarios producen y reproducen, a través de
intelectuales revolucionarios, que no pueden ser, al decir del Che
Guevara, “….asalariados dóciles al pensamiento oficial ni becarios que
vivan al amparo del presupuesto, ejerciendo una libertad entre
comillas”, (29) nuevas formas de encausar el pensamiento-práctico, la
ideología, la política y la cultura, desde la crítica constructiva, que
no tienen, a veces, un impacto directo o inmediato, menos una
remuneración salarial adecuada, pero que le son imprescindibles al
socialismo.
Estas
producciones teóricas-prácticas, no pueden medirse, simplemente, por un
presupuesto y una contabilidad de costo y beneficio (aunque las cuentas
deben estar claras, al igual que los resultados obtenidos), pues son
disciplinas que aportan al consenso, la hegemonía y al humanismo
concreto socialista / comunista, y tales medidas en finanzas (dinero)
exaltadas, serían contraproducentes, porque constituyen, ante todo,
inversiones ideológicas y políticas inapreciables económicamente por su
magnitud.
Sin
embargo, muchas instituciones de investigaciones de la filosofía, las
ciencias sociales y las humanísticas -en la que incluimos la labor
investigativa científica de las 50 y tantas universidades, la cuales ha
transcurrido por un proceso de reordenamiento y reorganización integral
por parte del Ministerio de Educación Superior- han encontrado fórmulas
para ingresar dinero al país y sus centros (autofinanciamiento), a
través de los intercambios científicos en la arena internacional, aunque
sean centros presupuestados estatalmente, y no todos, precisamente, con
tratamiento especial.
En
ese instante, el sindicato socialista que atiende esta esfera, debe
asumir el ejercicio de advertir, intervenir pausada y maduramente, para
rectificar los errores y lograr el aserto aproximado, si sabe ser
interlocutor real con los trabajadores y las administraciones, el
Partido, el Estado y el gobierno, como con el Poder Popular y las demás
fuerzas que intervienen en la construcción del socialismo, y ejecutar
ese papel integrador, fuera de coyunturas específicas temporales y
espaciales, sino con una mirada estratégica.
Tal
fue la idea del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, cuando en 1992,
creó el Sindicato Nacional de los Trabajadores de las Ciencias, a pesar
que existía el Sindicato Nacional de la Educación, la Ciencia y el
Deporte, como también concurrían los foros, el polo y la propia Academia
de Ciencias, convertida en ese mismo año en el Ministerio de Ciencia,
Tecnología y Medio Ambiente (Citma).
Expresó
Fidel: “…En un país del Tercer Mundo como Cuba, y bloqueado cuando se
hunde el campo socialista, es lógico que en esas condiciones todavía sea
mucho más importante el papel de la ciencia; pero quiero sostener que,
para nuestro Partido, para el Gobierno Revolucionario, la cuestión de la
ciencia fue una preocupación muy grande y un interés fundamental, por
simple cuestión de conceptos, mucho antes de que viniera el período especial.” (30)
No
satisfecho, totalmente, con la labor del Movimiento de Racionalizadores
e Innovadores, las Brigadas Técnicas Juveniles, los tres Polos
existentes en aquel momento, y los Foros de Ciencia y Técnica, aunque
reconociendo lo realizado hasta el momento, Fidel exponía: “…porque el
polo garantiza a nivel local el máximo de colaboración entre todos los
centros, de apoyo y de intercambio. Eso lo vamos a hacer. Tenemos la
Academia de Ciencias, pero decíamos: Un elemento integrador, los polos;
otro elemento integrador muy importante, el foro nacional. Este
movimiento viene desde hace años y ahora cobra una fuerza enorme.”
El
máximo líder la Revolución concluía, más allá de las condicionantes del
‘Período Especial en Tiempos de Paz’, comenzado en septiembre de 1990,
(31) que: “…En este esfuerzo por el desarrollo de la ciencia hemos
buscado distintos mecanismos. Hay que pensar que no vamos a tener solo
el sindicato, el sindicato va a ser un factor más de integración. Le
llamamos así, la palabra integral, cooperar, buscar esa cooperación que
resulta tan posible y tan elemental en el socialismo (…) Tenemos los
polos científicos, es un mecanismo excelente de trabajo. No importa que
Ross [se refiere a Pedro Ross, entonces Secretario General de la CTC]
no esté todavía totalmente al tanto de cómo trabajan los polos. Hemos
hecho eso a partir de la experiencia del primer polo (…) Nosotros
estamos buscando formas de establecer una cooperación estrecha entre
todos los centros de investigaciones que estaban en un área… Ahora, el
propio sindicato hay que seguir desarrollándolo. Los polos hay que
terminar de organizarlos. Ya en los próximos meses me imagino que estén
organizados, en lo cual están trabajando la compañera Rosa Elena
–fallecida lamentablemente en 2004- y la Academia de Ciencias, porque
la Academia de Ciencias, en cierta forma, también es un elemento
integrador, pero, sobre todo, es un elemento dirigente. Tiene un papel
muy importante, creo que tiene el papel más importante, porque nunca
contó con los factores que hoy existen: polos, foro y sindicato. Es
decir, hay muchas fuerzas”. (32)
Aunque,
el ‘Período Especial en Tiempos de Paz’ no ha terminado -que se
conozca, ningún dirigente de la Revolución lo ha declarado finiquitado-,
es cierto que, en parte, se han mitigado algunas de sus consecuencias,
gracias a la inserción de Cuba a Nuestra América, el espacio natural de
su convivencia e integración económica, política y cultural; también
logrado con una parte considerable del mundo, incluyendo algunas
naciones capitalistas del denominado ‘Grupo de los Siete’; la
renegociación de la deuda externa con el ‘Club de París’, y parte de la
condonación de la misma por estos, otros países y bancos acreedores; así
como la reforzadas relaciones estratégicas con China Popular y Rusia;
más la condena abrumadora al bloqueo de los EE.UU. en la Asamblea
General de la Naciones Unidas.
Y
porque, además, se ha ido construyendo, junto a la Revolución
Bolivariana de Venezuela, entre otros procesos populares en América
Latina y el Caribe, importantes eslabones integracionistas como: el
Caricom, la Alianza Bolivariana Para los Pueblos de Nuestra América -
Tratado de Comercio entre los Pueblos (ALBA-TCP), Petro-Caribe (2005),
la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), como foro
de concertación política de los treinta y tres estados
nuestroamericanos, sin la presencia de los EE.UU. y Canadá, y la
cooperación con la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), entre
otros.
Sin
embargo, aún persisten limitaciones y dificultades en el despegue del
desarrollo socioeconómico del país, y la población no tiene satisfechas
todas sus necesidades básicas, es decir a nivel micro, o como se dice
popularmente, en la ‘billetera y en la mesa de la casa’. Queda, entones,
un buen trecho por desandar, más ahora con el retroceso y la
agresividad de la actual administración estadounidense, para que la
salida de esta contingencia quede definitivamente superada.
Y,
con respecto a lo referido, aún las ciencias no están del todo
integradas, ni cooperando e intercambiando sus experiencias y logros,
tanto positivos y negativos, menos sus resultados de forma solidaria y
colaborativa. Muchos saldos investigativos importantes, en algunos casos
derivaciones de tesis de diplomados, postgrados, maestrías, doctorados
se quedan, lamentablemente, engavetados y no son publicados, que es una
forma perentoria de socialización.
Los
centros siguen desconociendo lo que realizan otros centros de
investigación, docencia, innovación y desarrollo, por lo que es seguro
que se estén multiplicando -inútil y derrochadoramente- los
extraordinarios esfuerzos en el país, donde existen recursos humanos con
un potencial científico de medio millón de compañeras y compañeros, que
han decidido echar su suerte con la patria y el socialismo.
Entonces,
pregonar una mirada triunfalista y apologética, sin una autocrítica
seria y concienzuda, sería no concordar con la realidad que palpamos.
IV
Las
secciones de base de los sindicatos son, de hecho, las que más vínculos
directos tienen con, en y sobre los trabajadores en todas las
instancias, por lo que son tan importantes como los niveles superiores,
incluyendo la CTC, sus congresos y plenos, en los que estos últimos
deben nutrirse de los anhelos, demandas, intereses, desvelos, esperanzas
e inconformidades y contradicciones, sin extraviar, menos perder, la
brújula ideológica y política martiana, marxista y leninista, los
legados del Guerrillero Heroico Ernesto Che Guevara y del Comandante en
Jefe Fidel Castro Ruz, que, además, de impulsar el desarrollo económico
del país, su papel esencial es la atención y preocupación en la
formación del ‘Hombre Nuevo’, en la sociedad cubana, que constituye la
principal fuerza productiva de la nación en transición socialista.
De
tal manera, cada una de todas las propuestas que realicen cualquiera de
los trabajadores en sus colectivos laborales y organizaciones de base
deben ser oídas con atención y sometidas a la polémica a través del
trabajo individual, personalizado, colectivo y en reuniones públicas. La
labor política e ideológica del sindicato debe ser siempre la de sumar,
convencer y persuadir con argumentos, apelando a todos los recursos
argumentativos, razonamientos y lógicas, pero no se puede apartar a un
trabajador por ser considerado hipercrítico, conflictivo y problemático,
siempre que cumpla con sus deberes, no haga daño y sea enemigo del
proceso revolucionario.
Ello
no niega la necesaria intervinculación entre el sindicato y la
administración, ni con las organizaciones políticas, el PCC y la Unión
de Jóvenes Comunistas (UJC), pero no lo subordinan, tampoco lo
divorcian, con respecto a las demás instituciones y organizaciones, sino
que posee su campo de acción autónomo y con funciones específicas, que
coadyuvan al empeño común de la construcción socialista.
No
basta, entonces, con la afiliación, que es libre y voluntaria, de los
trabajadores a sus secciones sindicales de base, tampoco que estos
paguen la cuota sindical y la del ‘Día de la Defensa’, como no es
suficiente el trabajo más o menos eficaz de los ‘Órganos de Justicia
Laboral’, que juegan el papel de defensa en los derechos de los
trabajadores frente a las administraciones. Estas acciones, aunque
importantes, pueden devenir en obligaciones rutinarias, formalistas y
sin contenido político real. Algunas de ellas se practican en el
capitalismo, por lo que no son las distintivas del socialismo.
Porque,
además, los trabajadores que conforman el sindicato tienen el derecho a
elaborar, aprobar o reprobar los planes económicos que le son
asignados, y proponer, derivar experiencias, así como descubrir reservas
que sirvan para potenciar las iniciativas y creatividades que devengan
en beneficio para socialismo que construimos. Tienen que convertirse en participes directos en las decisiones a nivel micro y macro social.
Las
secciones sindicales de base son las que chocan, de manera directa, con
las prácticas burocráticas y tecnocráticas que paralizan e inhiben el
accionar participativo auténtico, igualmente, se enfrentan a las
posiciones dogmáticas, sectaristas y extremistas (cercanas al
oportunismo); a los fenómenos del despotismo, el autoritarismo, al abuso
del poder, la acumulación de riquezas a través de prebendas y
privilegios, que son incompatibles con el socialismo; al nepotismo, a
las ilegalidades, delitos y la corrupción.
Si
estos hechos son denunciados y no se toman medidas contra tales
actitudes e infracciones de la legalidad socialista, puede traer como
consecuencia que los miembros del sindicato se despeñen en la inercia,
el silencio, compartan tales hechos por su impunidad e inmunidad
aparente, no emitan criterios profundos y muestren frustraciones y
desencantos. Lo que desmotiva y conduce, peligrosamente, al
apoliticismo, el nihilismo, la despolitización y la conservatización
social, procesos que ya están presentes en la sociedad cubana actual,
aunque relativamente.
Por
lo que, en los actuales escenarios históricos y políticos
contemporáneos, no coyunturales, sino de larga duración, se necesitan de
manera decisiva, dirigentes -mejor si ejercen liderazgos- sindicales
inteligentes, política y dialécticamente maduros, con discursos propios,
no repetitivos; una educación y cultura integral superior; buenos
comunicadores y con una novedosa mentalidad crítica superadora de los
viejas formas de pensar y hacer; que sean partidarios del método
Fidelista de masas, capaces de interactuar transparentemente con los
dirigidos de tú a tú, sin dirigismos, y desde una nueva óptica no tan
jerarquizada, sin dejar de ser exigentes y flexibles.
Capaces
de hacerse obedecer / obedeciendo, de educar y ser educados, así como
ejercer esa dirigencia y liderazgo con un poder obedencial, que les
permita rectificar y cambiar acorde y en conjunto con las propuestas e
iniciativas de las masas, porque es conocido que en la mayoría de los
centros laborales -quizás más evidente en las empresas de avanzada-,
predomina las «pirámides invertidas de conocimiento», además, de las «pirámides invertidas en los salarios»,
en donde los trabajadores son remunerados sin precisarse los resultados
directos e indirectos, así como los esfuerzos, responsabilidades y
capacidades de los trabajadores, según profesiones, nivel científico y
técnico; arribar a la conclusión de que en los escalones jerárquicos,
los trabajadores saben más que en el escalón superior; por lo que estos
nuevos jefes o dirigentes deben ser competentes en escuchar y correr
ciertos riesgos ante el desarrollo impetuoso de las ciencias, las
técnicas e innovaciones, es decir, en la producción de saberes y
producciones materiales-espirituales y la introducción de los adelantos
científico-técnicos en la práctica social, con vistas a alcanzar un
crecimiento económico y, quizás, un despegue continuado en aras de
desarrollar el país. (33)
Para
ello se requiere de un cambio radical epistemológico y de paradigma
teórico-metodológico, político y práctico en el trabajo ideológico y
político con las masas populares y los trabajadores en específico. Si no
se asume, concienzudamente, las zonas de disputa
científicas-académicas, ideológicas, políticas y culturales, estas se
ensancharán y profundizarán, no conllevando al cambio de mentalidades
por el que los principales dirigentes de la Revolución están llamando,
junto al cuerpo societario, en su consenso mayoritario. Lo que
propiciaría el divorcio con el pueblo, y no se estrecharía la brecha
entre el Estado socialista y la sociedad civil, pretensión del
liberalismo y el neoliberalismo en su política de confrontación contra
la Revolución Cubana.
Asimismo,
debe estar presente que, en todos los niveles de dirección partidista,
estatal y gubernamental, también en el pueblo, subyacen diferencias
acerca de lo que debe ser cambiado, qué y cómo debe ser cambiado; los
ritmos, los contenidos y las formas de la actualización en curso, porque
las rupturas en el pensamiento son muy difíciles de asumir por todos y
cada uno de quienes tienen en sus manos la dirección del país y en la
sociedad, y porque las múltiples miradas asumen lógicas y razones
disímiles, aun cuando todas coincidan en los principios socialistas
revolucionarios.
Este
proceso de actualización transcurre en un contexto nacional e
internacional, donde incide enormemente la agresiva hostilidad del establishment
estadounidense contra Cuba -la política regresiva del mandatario Donal
Trump hacia Cuba parece ser de confrontación abierta, recordando los
peores momentos de la Guerra Fría-, entre otros factores, (34) y en el
que, además, continua predominando la obsolescencia de la tecnología, la
tendencia de asimilar, en lugar de producir propias tecnologías, y la
frecuente falta de interés por la innovación por parte del segmento
empresarial y otros agentes económicos; el deterioro de la
infraestructura; la rotación acelerada de los medios de producción y los
productos por su menor calidad y mayor depreciación, con vistas a
comprar las nuevas ofertas en el insaciable mercado capitalista;
falencias en el financiamiento integral; el debilitamiento del potencial
científico, la insuficiente promoción y estímulo, y la escasa
contribución de las revistas certificadas existentes en Cuba; la
disminución progresiva en lo referido a la aplicación de patentes, entre
otras deficiencias. (35)
Ante
la aparición de nuevas clases, actores y agentes sociales -ya
mencionados-, aunque el pueblo trabajador sea el dueño de los medios de
producción fundamentales, la empresa socialista prosiga siendo el
eslabón principal de la economía cubana y la planificación esté presente
en este proceso, etc., se hace necesario la mirada crítica sindical.
Porque
la excesiva y supuesta buena planificación no puede consistir en la
reducción de las incertidumbres, porque un determinado grado de
incertidumbre es inevitable, incluso deseable, si permite espacio para
experimentar procesos mejores y metas superiores, así como las ganancias
y el cumplimiento del plan en un por ciento elevado, no significan que
no existan pérdidas y puede ser síntoma, sin embargo, de falta de
audacia en las propósitos-metas y cierto acomodamiento a los
procedimientos y normas establecidas, ya que el plan y los
procedimientos sirven en la medida en que contribuyan al desempeño
económico, no al reverso.
Una breve digresión necesaria.
En
el socialismo, se confundió la intervención, la nacionalización y la
estatización con la socialización de los medios fundamentales de
producción, por lo que el sólo enunciado de que el pueblo sea el dueño
de esos medios no significa que no exista enajenamiento y alienación de
los trabajadores acerca de la posesión de los medios.
En
las intermediaciones de este proceso, surge una casta dirigente o
administrativa - estatal, gubernamental, además partidista, que va
conformando, consciente e inconscientemente, un burocracia y tecnocracia
-capa o clase improvisada, le llamo a la primera, Leon Trotski- que
esconde, opaca y subestima esa categoría de dueño. Puesto que, siendo el
socialismo, el tránsito desde el capitalismo, las formas y contenidos
burgueses continúan coexistiendo con lo nuevo que se desea construir,
entablándose una lucha permanente por establecerse tal posesión de los
medios de producción, la distribución y el consumo, realmente en manos
del pueblo trabajador.
Hecho
claramente revelado en que, la redistribución salarial no se
corresponde aun con los resultados del trabajo, de los trabajadores
asalariados en el socialismo. No existe, ni siquiera está presente en la
‘Crítica del Programa de Gotha’, obra escrita por Carlos Marx, la
famosa y repetida fórmula, convertida, además, en “principio”: “de cada cual según su capacidad a cada cual según su trabajo.”
Porque
Marx estaba en contraposición crítica a la elaboración y convicción de
Fernand Lasalle, acerca del “trabajo como fuente de toda riqueza y
cultura”, porque detrás de esta afirmación se oculta la verdadera
esencia de la producción capitalista: maximizar las ganancias y las
tasas de beneficios socavando al mismo tiempo las dos fuentes originales
de toda riqueza: la naturaleza y el ser humano.
Esta
igualdad desigual, basada en el derecho burgués subsistente, solo será
superada, según Carlos Marx, en la fase superior de la sociedad
comunista: “…cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora, de
los individuos a la división del trabajo, y con ella, la oposición
entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no
sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando,
con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan
también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales
de la riqueza colectiva, solo entonces podrá rebasarse totalmente el
estrecho horizonte del derecho burgués, y la sociedad podrá escribir en
sus banderas: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual, según
sus necesidades!” (36)
Por
lo que está presente, paradójicamente, esa enajenación por parte del
propio trabajador, individual y colectivamente -autoenajenación de él y
del propio trabajo que realiza- en el socialismo, que aún no alcanza el
desarrollo de una fuerza productiva material y espiritual, y un nivel de
concientización política e ideológica, jurídica y cultural, que lo
conlleve a asumir el rol de dueño y lo manifieste contraponiéndose a los
valores burgueses que continúan manifestándose, pero que se reproduce,
renovadamente, en las condiciones del tránsito.
IV
Los
Sindicatos, son representantes genuinos del pueblo trabajador, tanto
los activos como los jubilados y pensionados, sin discriminación por su
ocupación laboral, nivel de instrucción, origen nacional, color de la
piel, género, creencia religiosa, orientación sexual o cualquier otra
lesiva a la dignidad humana -tal como lo recoge sus Estatutos que, por
cierto, no aparecen en la sitio web de la CTC-, es decir, que defienden a
todos los trabajadores en su acentuada heterogeneidad, por lo que,
deben evitar las exclusiones.
Hoy,
definitivamente todos, incluidos los que militan en los sindicatos y
otras organizaciones de masas y sociales, tienen que asumir distancias
críticas de la realidad, en sus diferentes esferas, para poder ver,
pensar y accionar con cabeza propia, para participar con nuestras ideas y
acciones -aunque se yerre-, cambiarse uno mismo, ayudar a cambiar las
estructuras sistémicas de poder -toda dominación estatuida y establecida
es cultural-, a las personas, que obstaculizan la iniciativa, la
motivación, la creación y conllevan a la inercia, la pasividad, el
inmovilismo y la rutina. Y esta tarea hay que emprenderla, para poder
cambiar todo lo que debe ser cambiado, pero siempre preguntándose qué
debe o no debe ser cambiado, el cómo y para qué debe ser cambiado.
No
debemos perder de vista que en este tránsito socialista nacional
existen relaciones de poder, existiendo dominación clasista -porque hay
clases, grupos, sectores, capas, segmentos, castas, estratos, etc.,
ahora reverdecidas, existiendo luchas entre ellas-, y cuando se
manifiestan de formas exaltadas, parece perderse la mesura por parte de
algunos dirigentes, clases, grupos y sectores sociales -en cualquier
nivel: individual, grupal y colectivo-, y el control dominante puede
transformase en autocrático y despótico, en “custodio” edipiano (de
"Edipo") a nombre del socialismo a ultranza, a pesar de que se esté
incurriendo en dogmas y formas burocráticas. En tales situaciones, la
centralización se vuelve excesiva y la democracia pasa a ocupar un papel
subordinado o desaparece por la obcecación y solipsismo de quienes
ejercen el poder de esa forma. Y la dominación en el socialismo, aunque
existe, es subyacente y secundaria, porque lo debe predominar, la ya
mencionada en varias ocasiones, hegemonía político-cultural.
No
podemos, entonces, ser simples suscriptores y justificadores de
cualquier política -aunque tengamos confianza en el Partido y los
dirigentes-, porque está en riesgo nuestras formas de vidas, por lo que
es necesario participar y pensar activamente en cómo favorecer esa
propuesta de crecimiento económico que, está planteada en los documentos
partidistas y del gobierno, el Estado, el Poder Popular, no de manera
estática, repensando ese bienestar y prosperidad en el orden subjetivo, o
sea, en los costos probables de ese desarrollo económico, en que nos
jugamos lo individual, personal y colectivamente en ello.
No
basta, pues, con aceptar que se nos diga que el Estado, el Partido, el
Gobierno, el Poder Popular y la CTC, tiene que dejar de ser paternalista
(de un dia para otro), que sobra mano de obra estatal (cerca de un
millón) y que los trabajadores debían irse hacia el trabajo
cuentapropismo o el emprendedorismo, por lo que han emigrado, en
realidad, al trabajo pequeño y mediano privado, al cooperativista urbano
(manufacturero y de servicios), al usufructuario de tierras, sin tener
plenos conocimientos de cómo actuar en esos medios laborales. A los que
abrazan estas formas, les falta cultura y solo poseen un imaginario de
lo que significa el seudocapitalismo, así como el ser explotado como
mano de obra asalariada privada.