por Juan Carlos Vallejo* , Resumen Latinoamericano, 6 febrero 2018.
En Colombia la única paz que estamos viendo es la de los
sepulcros, la pax romana, un Baile Rojo Parte 2. Mientras nos meten los
dedos en la boca exterminan a las FARC, ferian a Colombia e invaden a
Venezuela.
Supongo que si fuera el ELN el que hubiese negociado la paz hoy
estarían cayéndole arriba a las FARC-EP y poniéndola en el patíbulo por
no “firmar al ladito” –como bien lo dijo en su momento el Comandante Gabino- y continuar con su accionar político-militar.
Como Colombianos que hemos vivido la guerra nada más nos alegraría
que una paz estable, duradera pero con justicia social. Y esa justicia
social sólo se puede lograr cuando se discuta el modelo económico
injusto e imperante. Lo demás son paños de agua tibia. Esta última es la
condición sine qua non para que exista esa paz que tanto
añoramos, que pellizcamos pero que en realidad aún no se agarra ni
vislumbra. No porque las FARC no hayan cumplido, pues lo han cumplido
todo, sino porque la rancia oligarquía, una vez más, le hace conejo al
pueblo. Arte en el que son duchos.
“Esa madrugada, un comando urbano del ELN había realizado un
atentado contra un CAI en Barranquilla, con un saldo de cinco muertos y
más de cuarenta heridos. Oxígeno puro para la ultraderecha, que no
vacila en emplear tales conductas contra la izquierda en su conjunto y
particularmente contra la Farc”, escribió Gabriel Angel (Las 2 Orillas, febrero 2 de 2018).
Como consecuencia de ese acto de guerra, han surgido críticas y
presiones contra los elenos. Pero no se olviden que aún hay guerra en
Colombia y que a pesar que las ayer FARC-EP firmaron un acuerdo con el
gobierno -no con el Estado- pues no sólo se los ha vuelto flecos la rama
legislativa y judicial sino que no les han cumplido las tres que hacen
parte -junto con el pueblo y el territorio- de lo que llamamos el
Estado.
Al pueblo –al que tanto le teme la rancia- le debieron dar juego
con la Asamblea Nacional Constituyente no con un pinche plebiscito que
de antemano sabíamos que perderían y que revivió políticamente a Uribe.
Aparte de eso, los asesinatos continúan, las desapariciones continúan,
los
desplazamientos continúan, las torturas continúan, las amenazas
continúan, los paramilitares (que “ya no existen” como reza el mantra
del establecimiento) continúan. Incluso en las zonas que el gobierno
vende hacia el exterior como nuevos remansos de paz para que llegue “la
inversion extranjera” a explotarlos y que las FARC-EP tenían bajo su
control. Y lo anterior no ha pasado a partir de la acción del 9 de
febrero de 2018 sino que viene ocurriendo mientras se negociaba en La
Habana.
Sigue Gabriel Angel (ibidem): “De todas formas hace falta que alguno se lance al agua”.
Plenamente de acuerdo. Y quienes se tiraron a ella fueron las FARC-EP y
eso se valora y enaltece, pero ocurre como cuando los paseos de olla,
huevo enterrado y pelota de números en el río Porce en Antioquia, río de
mi infancia, que sus mortales remolinos se llevaron tantos niños y
adultos que había que dejar las manos afuera para que se extendieran
otras cuando uno se estaba ahogando.
Y finaliza Angel (ibidem): “A muchos podrá parecer ingenuidad y a
otros obcecados traición, pero es claro que el único camino viable para
mejorar el país es el elegido por la Farc, un Acuerdo de Paz y una
nueva forma de hacer política. Hacerlo requiere de mucho más valor que
hacer la guerra. Júrenlo.”. También de acuerdo, la paz es el único
camino y nadie más que quienes han estado poniendo el pecho a las balas
lo saben. Pero eso no quiere decir que por el hecho de apoyar ese
acuerdo de paz que firmó las FARC y hacer fuerza y presión porque les
cumplan, equivale a que “todos los colombianos” compartan sin chistar lo
que se pactó y se quiera que la coetánea guerrilla elena siga ese mismo
camino. Porque en Colombia la única paz que estamos viendo es la de los
sepulcros, la pax romana, un Baile Rojo Parte 2. Mientras nos meten los
dedos en la boca exterminan a las FARC, ferian a Colombia e invaden a
Venezuela.
Afirma el profesor Víctor De Currea-Lugo (Revista Semana, enero 10 de 2018): “Pero
¿de verdad el ELN esperaba un cese al fuego perfecto? ¿De verdad el ELN
pensó que el gobierno y sus Fuerzas Armadas lo cumplirían al 100%
cuando ellos tampoco lo hicieron? Parece que el resquebrajamiento del
consenso interno en torno a la paz, más el afán de garantizar la unidad
de la organización a cualquier precio, se impuso.
El ELN sabe de los graves problemas de incumplimiento del
gobierno en el caso de las FARC, pero no es eso lo que le amilana, eso
hace parte del inventario. Lo que les pesa como un ancla es la unidad
interna que quieren salvar a toda costa y, como dice el refrán, los
ejércitos avanzan al paso del más lento”.
Escribe Antonio Caballero (Revista Semana, enero 13 de 2018): “Y
me parece que el ELN no tiene la intención de hacer la paz porque sus
jefes saben que no pueden hacerla: no mandan sobre sus propias fuerzas,
divididas en un sinnúmero de organizaciones dispersas y heteróclitas que
ni siquiera mandan sobre sí mismas y que actúan cada cual por su
cuenta. Frentes armados, sindicatos, asociaciones campesinas, milicianos
urbanos que no se conocen entre sí, estudiantes encapuchados,
simpatizantes en el extranjero, algunos curas, unos cuantos jefes que no
parecen ser capaces de ponerse de acuerdo. Autodenominados jefes que en
realidad no lo son porque, repito, no mandan. Aunque se llame Ejército
de Liberación Nacional, el ELN no es un ejército. No es una estructura
jerárquica, disciplinada y homogénea, como sí lo eran las Farc. Es una
montonera. Ni siquiera puede disolverse, porque ya está disuelta. Por
eso los meses y los años de las conversaciones se le van en fútiles
consultas con esa entidad nebulosa que llaman “la sociedad”, a la que
ellos mismos representan”.
Así como en su momento salían de la nada “farcólogos” para
despotricar de las acciones político-militares de las FARC-EP, hoy
ocurre lo mismo con “elenólogos” que se van lanza en ristre contra las
acciones político-militares del Ejército de Liberación Nacional. Ni en
el primer caso ni el segundo tuvieron “los especialistas”, ni tienen
ahora, la razón.
Planteé una vez: “…la guerrilla nace de la violencia de la
oligarquía, violencia ejercida por el ejército nacional y sus
paramilitares de diversos nombres, contra el campesinado y la población
en su mayoría. Pero el querer invertir la realidad es típico de la
oligarquía colombiana…” (Rebelión, febrero 22 de 2010). Me sostengo
en lo dicho. La guerra en Colombia no es la causa de los problemas sino
la consecuencia de ellos. Cientos de miles de colombianos se vieron
abocados históricamente a tomar las armas de fuego y otras “armas” como
sus lápices y oratoria contra un régimen totalmente corrupto, represor y
vendido a intereses foráneos. No en vano sacerdotes y monjas se
levantaron en armas contra las castas colombianas. Muchos de ellos(as)
hicieron historia dentro del ELN.
Así como la guerra ha sido una consecuencia del oprobio, cuando la
rancia se ve con la soga al cuello y tambaleando su castillo de
inequidades, usan el exorcismo del “diálogo y la paz” como estratagema
para valerse luego de la traición. Todo lo pactan, todo lo dejan en el
papel, pero nunca lo cumplen. Así nos lo recuerda la historia. O nos lo
recordaba, porque por orden (y miedo) de las castas, la historia no se
enseña en Colombia.
Escribió Reinaldo Spitaletta (El Espectador, noviembre 6 de 2017): “Sigue siendo increíble y, además, atentatorio contra el conocimiento y la sed de
saber, que desde hace más de 30 años no se enseñe historia en
los colegios. Eso puede explicar la gran apatía frente a la opresión,
frente a los desafueros del poder. Se ha menguado la resistencia y el
arte de desobedecer. El rebaño se mantiene más sosegado sin historia”.
Con base en manuscritos de 1781, en poder de la Biblioteca Nacional de Colombia, servicio en línea, se lee:
“El avance del ejército comunero preocupó a las autoridades del
virreinato al punto de que Gutiérrez de Piñeres salió de la capital
dejando antes activa la Junta Superior de Tribunales, un comité
integrado por la Real Audiencia y los representantes principales de la
administración fiscal, con el fin de acordar un arreglo con los
comuneros en previsión de que estos llegaran a imponerse por la fuerza
invadiendo la capital.
El regente visitador nombró al arzobispo Caballero y Góngora
como principal negociador de la Junta. Igualmente se firmó un decreto
restableciendo los antiguos precios del aguardiente y el tabaco, y
suprimiendo varias contribuciones, entre ellas, la armada de
Barlovento.
Llegado a Zipaquirá, el ejército del común dividió opiniones cuando tuvo que decidirse entre avanzar hacia Santafé o negociar.
El comandante general Francisco Berbeo, los capitanes de Tunja y
Sogamoso, y las tropas indígenas estuvieron a favor de la negociación,
en contra estuvieron los comuneros provenientes del Socorro.
A su arribo a Zipaquirá, Caballero y Góngora recibió de Berbeo
las Capitulaciones, un documento con 35 puntos que exigía reformas
administrativas, mayores oportunidades para los criollos y un mejor
tratamiento para los indígenas, y lo firmó el 6 de junio, siendo a su
vez aprobado por la Audiencia al día siguiente. Percibida la firma como
una victoria y en condescendencia con las autoridades, Berbeo ordenó la
dispersión del ejército comunero”.
“… Cuando el virrey Flores, en Cartagena, tuvo noticias de los
acuerdos, los desconoció totalmente y, confirmando su negativa, envió el
6 de julio de 1781 500 soldados a Santafécon el fin de restaurar el
orden”.
Es decir, siempre las castas han incumplido e históricamente hemos
caído como pueblo en la trampa tendida de creerles que van a cumplir.
¿Qué pasó con Guadalupe Salcedo? ¿Con Quintín Lame Chantré?
Yo creo, sin ser parte del ELN ni haber hablado con ninguno de sus
miembros, que los elenos simplemente se han chocado con la realidad
sufrida por las FARC (por ello se hablaba en la agenda elena de
“explorar”) y ahora no confían que el establecimiento tenga interés por
la paz. Como vengo
sosteniendo desde hace varios años, y los hechos me van dando la
razón, el real propósito de esa “paz” en Colombia es desarmar a la
insurgencia colombiana y meterse en Venezuela o facilitar que otros lo
hagan. Es curioso que mientras más sube la verborrea colombiana contra
Venezuela y el tono agresivo contra un país hermano, se ahonda más la
crisis del cumplimiento de los acuerdos de paz con las FARC.
Reproducía Aporrea mi respuesta a un planteamiento de nuestro querido James Petras (enero 26 de 2005): “Contrario
a lo que dice Petras, no son las Farc la ‘prioridad vital para los
Estados Unidos’. El repliegue estratégico de sus frentes (teoría del
general prusiano Karl Von Clausewitz) disminuye su capacidad de ataque y
de ocasionar mayores daños a la infraestructura petrolera (este sí,
interés vital del imperio). Sin embargo, la guerrilla ocasiona más bajas
a causa de los hostigamientos a las tropas oficiales (el ‘muerde y
huye’). Mientras la guerrilla esté ‘controlada’, la fiesta puede
continuar, dirá el Big Brother.
La guerra en Colombia ha sido y es un negocio fructífero para
las corporaciones militares del imperio. Mientras más se agite el
conflicto, más se venden armas y se contratan ‘asesores’, como bien lo
demuestra Germán Castro Caycedo en su libro ‘Con las manos en alto: {Una
feria con dos rostros}’ (Pg. 31-47. Ed. Planeta, 2002). Acabar la
guerra en Colombia es mal negocio para muchos poderosos. Del mismo modo
como lo es legalizar el consumo de las drogas y adoptar el control de la
producción.
Pablo Hernández y Victor Poleo, dos especialistas venezolanos en
asuntos latinoamericanos y petroleros, describen muy bien esa
‘prioridad’ en el documental ‘Otro Modo Es Posible en Venezuela’
(Garaticova, 2002). Lo que busca el imperio es asegurarse sus fuentes de
suministro para satisfacer su consumo interno y mover su aparato
militar. Las reservas de petróleo se agotan y ‘para el 2020 van a
necesitar 30 millones de barriles de petróleo diarios’. Por eso el Plan
Colombia y el Plan Patriota se aseguran y fortalecen en la zona
petrolera. Por eso invaden Afganistán para construir el oleoducto de
Unocal. Por eso Irak invadido. Por eso Irán en la mira. Por eso
Venezuela es, retomando las palabras de la Rice, ‘fuerza negativa’. (Me
atrevo a afirmar que no sólo es el petróleo sino también el agua dulce y
el ecosistema amazónico, los puntos de interés del país del norte).
Informa la revista Cromos (enero 23, 2005): ‘El tema de esta
semana entre los oficiales que estudian en la Escuela Superior de Guerra
de Bogotá fue ese: la nueva {ecuación} de un posible conflicto con
Venezuela. En el caso colombiano, el vecino país ha sido identificado
como X1, es decir, la primera amenaza potencial exterior, por encima de
Nicaragua, señalada como X2’. Y
más adelante reporta: ‘Por ejemplo, la Organización del Tratado
del Atlántico Norte (OTAN) utiliza en España un potencial choque entre
Colombia y Venezuela para entrenar uniformados de todo el mundo.
Hace un año varios oficiales latinoamericanos quedaron
sorprendidos cuando los invitaron a participar en Madrid en la
{Operación Balboa}: una invasión de Estados Unidos a Venezuela a través
de Colombia’. Pero hay más. La revista Semana, en su sección
‘Confidenciales’ (edición 1181) reportaba el incremento desmesurado del
personal en la Embajada de los Estados Unidos (equiparado a la de Irak,
país ocupado). Igual pasó en Vietnam y Korea, para sólo destacar dos
ejemplos.
Chávez y la Revolución Bolivariana, encarnan hoy el ejemplo a
seguir para la liberación de los sufridos y explotados pueblos
latinoamericanos. Representan una alternativa fresca y ‘vendible’ de un
proceso de cambio sin armas y dentro de los parámetros de ‘democracia’,
que le restan argumentos de directa intervención al imperio y sus
organismos controlados (OEA y ONU). Destruyendo la Revolución
Bolivariana, se destruye el émulo, el sueño de liberación de las nuevas
generaciones (incluso la posibilidad de un ‘cambio con Justicia Social’
como lo plantean las mismas FARC-EP). Venezuela hoy, es la prueba
palpable de que otro mundo sí es posible. Y es eso lo que el
imperialismo y sus lacayos no pueden permitir. No comparto la posición
del profesor Petras. No me cabe la menor duda: ¡Van por Venezuela!’”.
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* Escritor, cineasta y analista internacional.