Cervantes

Hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho; los obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones; nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos; la cosa más fácil, equivocarnos; la más destructiva, la mentira y el egoísmo; la peor derrota, el desaliento; los defectos más peligrosos, la soberbia y el rencor; las sensaciones más gratas, la buena conciencia, el esfuerzo para ser mejores sin ser perfectos, y sobretodo, la disposición para hacer el bien y combatir la injusticia dondequiera que esté.

MIGUEL DE CERVANTES
Don Quijote de la Mancha.

7 de febrero de 2018

Colombia: (Opinión) Paz chicha

por Juan Carlos Vallejo* , Resumen Latinoamericano, 6 febrero 2018.
 
En Colombia la única paz que estamos viendo es la de los sepulcros, la pax romana, un Baile Rojo Parte 2. Mientras nos meten los dedos en la boca exterminan a las FARC, ferian a Colombia e invaden a Venezuela. 
Supongo que si fuera el ELN el que hubiese negociado la paz hoy estarían cayéndole arriba a las FARC-EP y poniéndola en el patíbulo por no “firmar al ladito” –como bien lo dijo en su momento el Comandante Gabino- y continuar con su accionar político-militar.
Como Colombianos que hemos vivido la guerra nada más nos alegraría que una paz estable, duradera pero con justicia social. Y esa justicia social sólo se puede lograr cuando se discuta el modelo económico injusto e imperante. Lo demás son paños de agua tibia. Esta última es la condición sine qua non para que exista esa paz que tanto añoramos, que pellizcamos pero que en realidad aún no se agarra ni vislumbra. No porque las FARC no hayan cumplido, pues lo han cumplido todo, sino porque la rancia oligarquía, una vez más, le hace conejo al pueblo. Arte en el que son duchos.
Esa madrugada, un comando urbano del ELN había realizado un atentado contra un CAI en Barranquilla, con un saldo de cinco muertos y más de cuarenta heridos. Oxígeno puro para la ultraderecha, que no vacila en emplear tales conductas contra la izquierda en su conjunto y particularmente contra la Farc”, escribió Gabriel Angel (Las 2 Orillas, febrero 2 de 2018).
Como consecuencia de ese acto de guerra, han surgido críticas y presiones contra los elenos. Pero no se olviden que aún hay guerra en Colombia y que a pesar que las ayer FARC-EP firmaron un acuerdo con el gobierno -no con el Estado- pues no sólo se los ha vuelto flecos la rama legislativa y judicial sino que no les han cumplido las tres que hacen parte -junto con el pueblo y el territorio- de lo que llamamos el Estado.
Al pueblo –al que tanto le teme la rancia- le debieron dar juego con la Asamblea Nacional Constituyente no con un pinche plebiscito que de antemano sabíamos que perderían y que revivió políticamente a Uribe. Aparte de eso, los asesinatos continúan, las desapariciones continúan, los
desplazamientos continúan, las torturas continúan, las amenazas continúan, los paramilitares (que “ya no existen” como reza el mantra del establecimiento) continúan. Incluso en las zonas que el gobierno vende hacia el exterior como nuevos remansos de paz para que llegue “la inversion extranjera” a explotarlos y que las FARC-EP tenían bajo su control. Y lo anterior no ha pasado a partir de la acción del 9 de febrero de 2018 sino que viene ocurriendo mientras se negociaba en La Habana.
Sigue Gabriel Angel (ibidem): “De todas formas hace falta que alguno se lance al agua”. Plenamente de acuerdo. Y quienes se tiraron a ella fueron las FARC-EP y eso se valora y enaltece, pero ocurre como cuando los paseos de olla, huevo enterrado y pelota de números en el río Porce en Antioquia, río de mi infancia, que sus mortales remolinos se llevaron tantos niños y adultos que había que dejar las manos afuera para que se extendieran otras cuando uno se estaba ahogando.
Y finaliza Angel (ibidem): “A muchos podrá parecer ingenuidad y a otros obcecados traición, pero es claro que el único camino viable para mejorar el país es el elegido por la Farc, un Acuerdo de Paz y una nueva forma de hacer política. Hacerlo requiere de mucho más valor que hacer la guerra. Júrenlo.”. También de acuerdo, la paz es el único camino y nadie más que quienes han estado poniendo el pecho a las balas lo saben. Pero eso no quiere decir que por el hecho de apoyar ese acuerdo de paz que firmó las FARC y hacer fuerza y presión porque les cumplan, equivale a que “todos los colombianos” compartan sin chistar lo que se pactó y se quiera que la coetánea guerrilla elena siga ese mismo camino. Porque en Colombia la única paz que estamos viendo es la de los sepulcros, la pax romana, un Baile Rojo Parte 2. Mientras nos meten los dedos en la boca exterminan a las FARC, ferian a Colombia e invaden a Venezuela.
Afirma el profesor Víctor De Currea-Lugo (Revista Semana, enero 10 de 2018): “Pero ¿de verdad el ELN esperaba un cese al fuego perfecto? ¿De verdad el ELN pensó que el gobierno y sus Fuerzas Armadas lo cumplirían al 100% cuando ellos tampoco lo hicieron? Parece que el resquebrajamiento del consenso interno en torno a la paz, más el afán de garantizar la unidad de la organización a cualquier precio, se impuso. 
El ELN sabe de los graves problemas de incumplimiento del gobierno en el caso de las FARC, pero no es eso lo que le amilana, eso hace parte del inventario. Lo que les pesa como un ancla es la unidad interna que quieren salvar a toda costa y, como dice el refrán, los ejércitos avanzan al paso del más lento”. 
Escribe Antonio Caballero (Revista Semana, enero 13 de 2018): “Y me parece que el ELN no tiene la intención de hacer la paz porque sus jefes saben que no pueden hacerla: no mandan sobre sus propias fuerzas, divididas en un sinnúmero de organizaciones dispersas y heteróclitas que ni siquiera mandan sobre sí mismas y que actúan cada cual por su cuenta. Frentes armados, sindicatos, asociaciones campesinas, milicianos urbanos que no se conocen entre sí, estudiantes encapuchados, simpatizantes en el extranjero, algunos curas, unos cuantos jefes que no parecen ser capaces de ponerse de acuerdo. Autodenominados jefes que en realidad no lo son porque, repito, no mandan. Aunque se llame Ejército de Liberación Nacional, el ELN no es un ejército. No es una estructura jerárquica, disciplinada y homogénea, como sí lo eran las Farc. Es una montonera. Ni siquiera puede disolverse, porque ya está disuelta. Por eso los meses y los años de las conversaciones se le van en fútiles consultas con esa entidad nebulosa que llaman “la sociedad”, a la que ellos mismos representan”. 
Así como en su momento salían de la nada “farcólogos” para despotricar de las acciones político-militares de las FARC-EP, hoy ocurre lo mismo con “elenólogos” que se van lanza en ristre contra las acciones político-militares del Ejército de Liberación Nacional. Ni en el primer caso ni el segundo tuvieron “los especialistas”, ni tienen ahora, la razón.
Planteé una vez: “…la guerrilla nace de la violencia de la oligarquía, violencia ejercida por el ejército nacional y sus paramilitares de diversos nombres, contra el campesinado y la población en su mayoría. Pero el querer invertir la realidad es típico de la oligarquía colombiana…” (Rebelión, febrero 22 de 2010). Me sostengo en lo dicho. La guerra en Colombia no es la causa de los problemas sino la consecuencia de ellos. Cientos de miles de colombianos se vieron abocados históricamente a tomar las armas de fuego y otras “armas” como sus lápices y oratoria contra un régimen totalmente corrupto, represor y vendido a intereses foráneos. No en vano sacerdotes y monjas se levantaron en armas contra las castas colombianas. Muchos de ellos(as) hicieron historia dentro del ELN.
Así como la guerra ha sido una consecuencia del oprobio, cuando la rancia se ve con la soga al cuello y tambaleando su castillo de inequidades, usan el exorcismo del “diálogo y la paz” como estratagema para valerse luego de la traición. Todo lo pactan, todo lo dejan en el papel, pero nunca lo cumplen. Así nos lo recuerda la historia. O nos lo recordaba, porque por orden (y miedo) de las castas, la historia no se enseña en Colombia.
Escribió Reinaldo Spitaletta (El Espectador, noviembre 6 de 2017): “Sigue siendo increíble y, además, atentatorio contra el conocimiento y la sed de 
saber, que desde hace más de 30 años no se enseñe historia en los colegios. Eso puede explicar la gran apatía frente a la opresión, frente a los desafueros del poder. Se ha menguado la resistencia y el arte de desobedecer. El rebaño se mantiene más sosegado sin historia”. 
Con base en manuscritos de 1781, en poder de la Biblioteca Nacional de Colombia, servicio en línea, se lee: “El avance del ejército comunero preocupó a las autoridades del virreinato al punto de que Gutiérrez de Piñeres salió de la capital dejando antes activa la Junta Superior de Tribunales, un comité integrado por la Real Audiencia y los representantes principales de la administración fiscal, con el fin de acordar un arreglo con los comuneros en previsión de que estos llegaran a imponerse por la fuerza invadiendo la capital. 
El regente visitador nombró al arzobispo Caballero y Góngora como principal negociador de la Junta. Igualmente se firmó un decreto restableciendo los antiguos precios del aguardiente y el tabaco, y suprimiendo varias contribuciones, entre ellas, la armada de Barlovento. 
Llegado a Zipaquirá, el ejército del común dividió opiniones cuando tuvo que decidirse entre avanzar hacia Santafé o negociar. 
El comandante general Francisco Berbeo, los capitanes de Tunja y Sogamoso, y las tropas indígenas estuvieron a favor de la negociación, en contra estuvieron los comuneros provenientes del Socorro. 
A su arribo a Zipaquirá, Caballero y Góngora recibió de Berbeo las Capitulaciones, un documento con 35 puntos que exigía reformas administrativas, mayores oportunidades para los criollos y un mejor tratamiento para los indígenas, y lo firmó el 6 de junio, siendo a su vez aprobado por la Audiencia al día siguiente. Percibida la firma como una victoria y en condescendencia con las autoridades, Berbeo ordenó la dispersión del ejército comunero”. 
“… Cuando el virrey Flores, en Cartagena, tuvo noticias de los acuerdos, los desconoció totalmente y, confirmando su negativa, envió el 6 de julio de 1781 500 soldados a Santafécon el fin de restaurar el orden”. 
Es decir, siempre las castas han incumplido e históricamente hemos caído como pueblo en la trampa tendida de creerles que van a cumplir. ¿Qué pasó con Guadalupe Salcedo? ¿Con Quintín Lame Chantré?
Yo creo, sin ser parte del ELN ni haber hablado con ninguno de sus miembros, que los elenos simplemente se han chocado con la realidad sufrida por las FARC (por ello se hablaba en la agenda elena de “explorar”) y ahora no confían que el establecimiento tenga interés por la paz. Como vengo
sosteniendo desde hace varios años, y los hechos me van dando la razón, el real propósito de esa “paz” en Colombia es desarmar a la insurgencia colombiana y meterse en Venezuela o facilitar que otros lo hagan. Es curioso que mientras más sube la verborrea colombiana contra Venezuela y el tono agresivo contra un país hermano, se ahonda más la crisis del cumplimiento de los acuerdos de paz con las FARC.
Reproducía Aporrea mi respuesta a un planteamiento de nuestro querido James Petras (enero 26 de 2005): “Contrario a lo que dice Petras, no son las Farc la ‘prioridad vital para los Estados Unidos’. El repliegue estratégico de sus frentes (teoría del general prusiano Karl Von Clausewitz) disminuye su capacidad de ataque y de ocasionar mayores daños a la infraestructura petrolera (este sí, interés vital del imperio). Sin embargo, la guerrilla ocasiona más bajas a causa de los hostigamientos a las tropas oficiales (el ‘muerde y huye’). Mientras la guerrilla esté ‘controlada’, la fiesta puede continuar, dirá el Big Brother. 
La guerra en Colombia ha sido y es un negocio fructífero para las corporaciones militares del imperio. Mientras más se agite el conflicto, más se venden armas y se contratan ‘asesores’, como bien lo demuestra Germán Castro Caycedo en su libro ‘Con las manos en alto: {Una feria con dos rostros}’ (Pg. 31-47. Ed. Planeta, 2002). Acabar la guerra en Colombia es mal negocio para muchos poderosos. Del mismo modo como lo es legalizar el consumo de las drogas y adoptar el control de la producción. 
Pablo Hernández y Victor Poleo, dos especialistas venezolanos en asuntos latinoamericanos y petroleros, describen muy bien esa ‘prioridad’ en el documental ‘Otro Modo Es Posible en Venezuela’ (Garaticova, 2002). Lo que busca el imperio es asegurarse sus fuentes de suministro para satisfacer su consumo interno y mover su aparato militar. Las reservas de petróleo se agotan y ‘para el 2020 van a necesitar 30 millones de barriles de petróleo diarios’. Por eso el Plan Colombia y el Plan Patriota se aseguran y fortalecen en la zona petrolera. Por eso invaden Afganistán para construir el oleoducto de Unocal. Por eso Irak invadido. Por eso Irán en la mira. Por eso Venezuela es, retomando las palabras de la Rice, ‘fuerza negativa’. (Me atrevo a afirmar que no sólo es el petróleo sino también el agua dulce y el ecosistema amazónico, los puntos de interés del país del norte). 
Informa la revista Cromos (enero 23, 2005): ‘El tema de esta semana entre los oficiales que estudian en la Escuela Superior de Guerra de Bogotá fue ese: la nueva {ecuación} de un posible conflicto con Venezuela. En el caso colombiano, el vecino país ha sido identificado como X1, es decir, la primera amenaza potencial exterior, por encima de Nicaragua, señalada como X2’. Y 
más adelante reporta: ‘Por ejemplo, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) utiliza en España un potencial choque entre Colombia y Venezuela para entrenar uniformados de todo el mundo. 
Hace un año varios oficiales latinoamericanos quedaron sorprendidos cuando los invitaron a participar en Madrid en la {Operación Balboa}: una invasión de Estados Unidos a Venezuela a través de Colombia’. Pero hay más. La revista Semana, en su sección ‘Confidenciales’ (edición 1181) reportaba el incremento desmesurado del personal en la Embajada de los Estados Unidos (equiparado a la de Irak, país ocupado). Igual pasó en Vietnam y Korea, para sólo destacar dos ejemplos. 
Chávez y la Revolución Bolivariana, encarnan hoy el ejemplo a seguir para la liberación de los sufridos y explotados pueblos latinoamericanos. Representan una alternativa fresca y ‘vendible’ de un proceso de cambio sin armas y dentro de los parámetros de ‘democracia’, que le restan argumentos de directa intervención al imperio y sus organismos controlados (OEA y ONU). Destruyendo la Revolución Bolivariana, se destruye el émulo, el sueño de liberación de las nuevas generaciones (incluso la posibilidad de un ‘cambio con Justicia Social’ como lo plantean las mismas FARC-EP). Venezuela hoy, es la prueba palpable de que otro mundo sí es posible. Y es eso lo que el imperialismo y sus lacayos no pueden permitir. No comparto la posición del profesor Petras. No me cabe la menor duda: ¡Van por Venezuela!’”. 
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* Escritor, cineasta y analista internacional.

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