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Hawking enfrentaba y desafiaba el sistema aunque caminaba con dificultad, con dos muletas y la Rolleiflex colgada en el cuelloEsta
imagen, una imagen rara, preciosa, dicen amigos europeos que militaban
intensamente en los años finales de la década de los '60, fue hecha,
ellos garantizan, el 18 de marzo de 1968 frente a la embajada
estadounidense en Londres. Se trata de una instantánea (como se decía en la época) de una de las megamanifestaciones
y fuertes protestas en las calles de aquella década eléctrica, muchas
veces reprimidas con fuerza y brutalidad por los poderes políticos y
policiales del momento.
En
varias de las grandes capitales del mundo occidental, se presionaba
para el fin de la guerra en Vietnam y al regreso de los combatientes
reclutados forzosamente para enviarlos al sudeste de Asia, lo que acabó
ocurriendo cinco años después.
En
esta foto, nada más especial habría si no fuera el personaje que se
encuentra a la derecha del entonces estudiante de Oxford, Tarik Alí, un
paquistaní de 25 años y activista de primera hora, y al lado de él, la
actriz que ya era una estrella internacional - Vanessa Redgrave, hija del icono del cine y del teatro británico, Michael Redgrave.
Es
conmovedora la imágen de la persona de espejuelos al lado de Alí. Un
joven científico, ya entonces Doctor, en Cambridge, Stephen Hawking a
los 25 años, valiéndose de muletas porque se le había diagnosticado una
esclerosis lateral amiotrófica, rara dolencia que paralizaría todos sus
músculos, no afectaría su cerebro pero le pronosticaba pocos años de
vida, lo que no ocurrió.
En
la imagen transformada en ejemplar referencia de resistencia, Hawking
enfrentaba y desafiaba el sistema aunque caminaba con dificultad, con
dos muletas y la cámara Rolleiflex colgada en el cuello.
Imposible no recordar la actuación de combatiente de las causas humanas, en las calles, del que fue uno de los más importantes los
científicos que el mundo ha conocido y no relacionarla con la
gigantesca manifestación de homenaje e indignación, en Cinelândia, en
Río de Janeiro, a la concejal del PSOL, Marielle Franco, asesinada un
día después de la muerte de Hawking, a los 76 años de edad.
Y
también a las crecientes protestas de estudiantes, en diversas partes
de Estados Unidos, contra el decreto insano que permite profesores
armados dentro de aulas de escuelas y universidades.
Tal
vez estemos asistiendo a la reinauguración de una era nuevamente
vibrante en la que nos liberamos de la soledad, del aislamiento
esquizoide determinados por Internet - el sesgo negativo de la
comunicación, en el siglo XXI- y semejante a la de cincuenta años atrás,
de las audaces protestas públicas en las que los individuos se exponen por entero; una generación histórica de la cual Hawking formó parte activa.
El
legado humano de Stephen Hawking, además de su descomunal desempeño en
el área de la Cosmología y de la Relatividad y de su fuerza y voluntad
invencibles de continuar viviendo y produciendo, es el de la fidelidad a
sus principios.
Él
siempre criticó los debates provocados artificialmente (por intereses
económicos) de los que niegan el calentamiento del planeta. Alertaba para un futuro semejante al de Venus, si el hombre no toma providencias para proteger la Tierra. Un planeta empapado permanentemente de lluvias de ácido sulfúrico.
El
doctor de Cambridge, que ocupó la misma silla que un día perteneció a
Isaac Newton en el Instituto de Física de la universidad, criticaba la
salida de Estados Unidos del grupo de la Conferencia del Clima de París
de 2015 y la posibilidad nefasta, a su entender, de ingresar en la era de la inteligencia artificial; apoyaba la idea de boicot a Israel por estar en contra de la política de ese país en relación a los palestinos.
En su libro bestseller, Una breve historia del tiempo
(Ed. Intrínseca), con diez millones de copias vendidas sólo en los años
80, se declara ateo y escribe: "Dios no tiene más lugar en las teorías
sobre la creación del universo debido a una serie de avances en el campo de la física ".
(Carta Maior, traducción de La pupila insomne)