Publicado por: Emilio Silvaon: octubre 18, 2018
Qué puede resultar de la unión incestuosa entre la burguesía revolucionaria y el capitalismo popular?
Correo electrónico: silvachapellin@yahoo.es/ Cuenta twitter: @esilvaubv
Es llamativa la capacidad del capitalismo en reinventarse con el fin de haber sobrellevado hasta ahora las circunstancias que por sí solas implican su inexorable desaparición para abrir paso a un modo de vida acorde con las necesidades del ser humano, a menos que antes destruya a la naturaleza y a la sociedad hasta un punto desde no se pueda retornar.
Conjurar tamaño peligro implica ineludiblemente impulsar una Revolución Socialista que propicie las condiciones objetivas y subjetivas con el fin de crear y desarrollar relaciones sociales de producción con carácter cooperativo y solidario que permitan a los trabajadores ser los dueños de los medios sociales de producción para ponerlos al servicio de la sociedad, lo que implica desaparecer las relaciones sociales de producción que sustentan la hegemonía de la burguesía como clase dominante y la subordinación socio-económica y psico-social del proletariado hacia esta.
En Venezuela la Revolución Socialista Bolivariana busca cambiar las relaciones sociales de producción, meta que todavía aparece distante mientras se ha buscado de saldar la gigantesca deuda social, dejada por los regímenes capitalistas del Pacto de Punto Fijo, en medio del acoso intenso al que el pueblo se ha visto sometido desde 1998 por el imperialismo eurogringo, sus aliados de la burguesía parásita y sus mediocres imitadores los escuálidos (con y sin boína roja).
Vale aclarar aquí que los escuálidos constituyen la parte corrupta, disociada, decadente y fascistoide del segmento poblacional cuyos integrantes se denominan opositores a la Revolución, habiendo a su vez opositores que no son escuálidos, es decir, personas honestas y trabajadoras que no apoyan o adversan al Proceso Revolucionario pues, por diversas razones, no comprenden en su plenitud la lucha de clases actualmente librada en Venezuela.
El acoso sufrido por el pueblo no es solamente de orden material, con la guerra económica conscientemente encabezada por esa burguesía que no produce ni un grano de maíz, la cual se ve reforzada por sus cómplices en diversos cargos dentro del aparato de Estado Y DEL MISMO GOBIERNO BOLIVARIANO, quienes pese a vestirse de rojo no dudarían en reconocer que son ESCUÁLIDOS si no fueran tan talentosos en parecer más chavistas que Chávez para sabotear endógenamente a la Revolución hecha gobierno.
Con semejantes enemigos, y ante un Proceso Revolucionario sostenido por los elevados niveles de conciencia existentes en el seno del pueblo, desde el plano ideológico por un lado la burguesía crea embustes como el“capitalismo popular”, una pseudocategoría que en su momento fue mencionada por la fascista María Corina Machado (precisamente una mujer de la burguesía) para convencer en la práctica a los explotados de que, para superar las limitaciones materiales que sufren (precisamente por el capitalismo), la única manera es que ellos se conviertan en explotadores de sus propios hermanos de clase aplicándoles el acaparamiento y la especulación (con lo que imitan a personajes como Lorenzo Mendoza). He aquí la justificación ideológica del llamado bachaquerismo, usado como arma de destrucción masiva contra la estabilidad económica del pueblo.
En cada barrio o zona popular, los bachaqueros (o buhoneros dedicados al acaparamiento y la especulación) son la fuerza económica de choque de la burguesía parásita, use o no use boína roja.
Por otro lado, dentro del aparato de Estado y el Gobierno Bolivariano (así como dentro del PSUV y otros partidos del Gran Polo Patriótico) coexisten sectores revolucionarios con numerosos grupos de escuálidos (teóricos y prácticos), sobre todo aquellos que se disfrazan de rojo para cumplir sus propios fines personales y destruir a la Revolución. Por su praxis política, objetivamente todos ellos son partidarios de la burguesía, clase a la que aspiran a imitar en todas sus facetas (como tramitar todo con dólares, incluso cartas agrarias bajo la excusa de estar cultivando Patria), pero como se tongonean y se les ve el bojote por más boinas rojas que usen para ocultarlo, se valen de una figura de reciente invención denominada “burguesía revolucionaria”, otra pseudocategoría avalada por mentes calenturientas, de raigambre socialdemócrata, que son una traba para nuestro Comandante Obrero Nicolás Maduro, pues desde mucho antes de su gestión encarnan el chavismo sin Chávez, sector deseoso de hacer avanzar al capitalismo en nombre del Socialismo (con privatizaciones solapadas).
Desde una perspectiva histórica la burguesía asumió una postura revolucionaria únicamente en Europa cuando, entre los siglos XIV y XVIII (desde fines de la Edad Media y durante la Edad Moderna), se enfrentó a su pesar contra la nobleza, sostenida sobre relaciones feudales de producción y que, por tanto, comparativamente resultaba ser una clase social mucho más retardataria hasta el punto de frenar el avance de las fuerzas productivas, condición necesaria no solo para satisfacer las necesidades materiales de la sociedad (cuestión que a la burguesía le tiene sin cuidado), sino para la generación de plusvalía a costa de la fuerza de trabajo del proletariado (y de donde sale la riqueza usufructuada por la burguesía). De esa manera, tal clase social podía tener la base material requerida para disputarle y quitarle la hegemonía a la nobleza, aparte de imitarle o superarle su palaciego y pomposo estilo de vida como muestra del resentimiento social burgués.
La Revolución Inglesa de 1688 y la Revolución Francesa de 1789 constituyen dos hitos históricos de la insurrección protagonizada por el grueso de la burguesía contra el orden feudal (y que fueron analizadas por Friedrich Engels en su obra Del Socialismo Utópico al Socialismo Científico). Antes de la primera revolución y durante la segunda, los campesinos y los trabajadores sirvieron como fuerza de choque empleada por la burguesía para enfrentar a la nobleza, pero sin arriesgar su propia salud con la pintoresca valentía que le caracteriza por su amor al dinero más que a su propia vida esclavizada al dinero mismo.
Analizando ambas experiencias históricas con la profundidad y el sentido crítico del caso, se evidencia que esa misma burguesía (o por lo menos algunos sectores de la misma) siempre mostró disposición oportunista a negociar con sus adversarios de la nobleza (cual Pacto de Punto Fijo) para compartir la hegemonía en contra del proletariado y el campesinado, sus respectivos antagonistas de clase. La burguesía podía tener una posición hegemónica parcial (o total) si lograba que las relaciones capitalistas de producción coexistieran privilegiadamente con (o se impusieran definitivamente sobre) las demás relaciones sociales de producción (incluyendo las de tipo feudal). Alcanzar esa meta es lo que formalmente puede denominarse como una revolución burguesa o capitalista, no una revolución proletaria o socialista.
En general, dentro del marco de la LUCHA POLÍTICA DE CLASES entonces existente en Europa, la burguesía aparentaba ser CIRCUNSTANCIALMENTE REVOLUCIONARIA (desde su propia perspectiva) ante el resto de las clases sociales para lograr compartir la hegemonía con la nobleza o para arrebatársela en su totalidad, y cuando lograba su objetivo en cualquiera de ambos casos demostraba su naturaleza ESENCIALMENTE CONTRARREVOLUCIONARIA para mantener bajo su dominio a las clases explotadas, es decir, para mantener la explotación aunque esta cambie de forma.
Teniendo en cuenta que Venezuela nunca existió una nobleza feudal, ya de por sí es un exabrupto decir que puede existir una “burguesía revolucionaria” (con boína roja partidaria del Socialismo), y menos aún pretender decretarla o construirla desde el Estado (con dinero, contratos y facilidades) imitando al Dr. Viktor Frankenstein. Desde su surgimiento durante el siglo XX, en esencia la burguesía venezolana es una clase colonizada tanto materialmente por los intereses económicos del capitalismo europeo y estadounidense, como mentalmente por las diversas vertientes ideológicas con que este se manifiesta, similarmente (y guardando las distancias) a como ocurrió entre sus predecesores del mantuanaje esclavista dieciochesco y la oligarquía latifundista decimonónica con las potencias imperiales de la época. A lo sumo existe la posibilidad remota de que existan algunos personeros burgueses con matices nacionalistas, PERO QUE JAMÁS SERÁN REVOLUCIONARIOS.
La lucha de clases no es sólo política y económica, sino también ideológica, y eso lo sabía bien Orlando Araujo, mas quizás no así algunos de sus lectores indigestos e intérpretes políticamente ahogados con una apretada camisa roja que oprime su gruesa contextura ideológica capitalista.