La
decisiva votación de este domingo en Brasil marcará un antes y un después en la historia del país más grande de América Latina. La
victoria del ultraderechista Jair Bolsonaro que pronostican las encuestas sumiría
a Brasil en una era incierta, en la que, si se cumplen todas sus
amenazas, la democracia sufriría un claro retroceso. Ante este
escenario, EL PAÍS ha recabado la opinión
de destacados intelectuales, pensadores y personalidades de la cultura
de América y Europa, que valoran la posible llegada al poder de
Bolsonaro.
Walter Salles, cineasta brasileño
Estaríamos entrando en un periodo de oscuridad, que traería
consecuencias no solamente para Brasil. Sería la victoria del prejuicio y
de la intolerancia. Sería también el fin de la agenda ambiental del
país, la salida de Brasil del
acuerdo climático de París, el fin del sistema de cuotas en las
universidades y de otros mecanismos de inclusión social. Las puertas
estarían abiertas para la deforestación de la Amazonia. La retórica
bolsonarista lo coloca más cerca de Duterte de que
de Trump, con las consecuencias nefastas de lo que se ve en el régimen
dictatorial filipino. En relación a su programa económico, conviene
recordar que el ultra-liberalismo de la escuela de Chicago solo ha
convivido con regímenes dictatoriales en Latinoamérica,
como en Chile de Pinochet. No creo que ese modelo pueda establecerse en
un país democrático como Brasil, a menos que la propia democracia sea
puesta en riesgo.
Alice Braga, actriz brasileña
Si Jair Bolsonaro gana la segunda vuelta de las elecciones sería una
grieta profunda en nuestra sociedad, país y en el mundo. Ha esparcido el
odio de tal manera que hace
avergonzarse a Marine Le Pen y que Trump parezca un republicano
moderado. Hay un pico imprevisto en crímenes de odio y no hay que
olvidar que Brasil tiene el mayor número de asesinatos a sangre fría de
activistas LBGT y ambientalistas. Quiere sacar a Brasil
del acuerdo climático de París, de Naciones Unidas. Además, abrirá los
caminos para que el sector rural marche por la Amazonía armado con
pistolas, pesticidas y motosierras. Esto no es solo un problema de
Brasil, es un asunto de todos para tener un futuro
más seguro. Necesitamos a todos y los necesitamos ahora. Únanse.
Sergio Ramírez, escritor nicaragüense
Jair Bolsonaro, el
favorito para ganar la segunda vuelta electoral en Brasil,surge del
desencanto en la izquierda que, al resultar culpable de corrupción,
mató muchas esperanzas: ¿No era la corrupción un vicio exclusivo de la
derecha? Pero surge también de la transformación
de un electorado inmenso, el más grande y variado de América Latina, en
una gran escuela de samba donde baila su danza macabra la demagogia más
pervertida, Dios, orden, familia; ensaya su paso la añoranza por las
dictaduras militares para que se meta en cintura
no a la pobreza, sino a los delincuentes que reinan en las favelas;
cantan a capela sus loas al salvador de la patria patriarcal los
predicadores de las iglesias fundamentalistas que gracias a los réditos y
diezmos viven con el lujo de reyes de baraja; mueve
el trasero la complacencia de los grandes magnates con un ojo tuerto
para la corrupción de los capos de los partidos de derecha y el otro
abierto para mandar al patíbulo a los de la izquierda; y mientras
atruenan los tambores el rey Momo va en su carroza seguido
por su corte de la que han sido expulsadas las mujeres, coronado en una
cuaresma electoral que, ya lo veremos, tendrá su viernes santo.
Juan Villoro, escritor mexicano
Bolsonaro representa un riesgo extraordinario para América Latina y para
el mundo entero. Estamos viendo el ascenso en elecciones de un
candidato al que no podemos vacilar de calificar de fascista. Es un
candidato discriminatorio y racista quien paradójicamente
ha logrado, ya sea por miedo en un sentido pragmático de conveniencia,
tener el apoyo de los sectores que él mismo repudia. Se ha opuesto a
cualquier práctica democrática al dedicarle su triunfo al torturador de Dilma
Roussef, ha insultado a los homosexuales, a los negros, una
comunidad muy importante en Brasil, a los pobres. Es verdaderamente
vergonzoso que se convierta en un candidato que niega la participación
comunitaria, la tolerancia y que aparentemente será el
hombre fuerte de Brasil. Es muy peligroso que este ejemplo parecido a
Trump, aunque más agudo, pueda estimular respuestas parecidas en el
continente. Estamos ante una ascensión de la irracionalidad política que
nos obliga a recordar que Hitler llegó democráticamente
al poder.
Alma Guillermoprieto, reportera y escritora mexicana
Me parece que la probable elección de Bolsonaro sea tal vez lo más peligroso que ha ocurrido en América
Latina en épocas recientes. No solo por lo que su capacidad de
generar odio va a afectar a los brasileños, ni por lo impracticable de
sus políticas económicas, sino porque su promesa de abrir la región
amazónica a la explotación comercial pone en peligro
la salud del planeta entero.
Juan Gabriel Vásquez, escritor colombiano
Jair Bolsonaro es un fascista: y sería un error, un nuevo error en la
larga cadena de errores que los demócratas hemos cometido en los últimos
dos años, creer que es una desmesura llamarlo por ese nombre. Lo que
ocurre es que el suyo es un fascismo de nuevo
cuño que todavía no nos espanta como debiera, tal vez porque actúa
desde dentro, minando la democracia mediante la explotación de sus
propias libertades, de sus propias garantías. Pero sus rasgos son
inconfundibles: el elogio de los autoritarismos militaristas,
la violencia verbal más cínica y directa que ha visto la política
latinoamericana en décadas, el grotesco matoneo de todas las minorías y,
sobre todo, el eficaz uso de los discursos del enfrentamiento y la
división (del nosotros contra ellos: primera página
del manual del populismo extremista). Su victoria en Brasil, jalonada
por la desinformación de Facebook y las calumnias en cadena del
Whatsapp, propiciada por el resentimiento, el miedo y la ignorancia,
sería una instancia más en el progresivo desmantelamiento
de la democracia occidental. Son palabras grandes, como grande es el
primer adjetivo de este párrafo; pero seguir jugando a las palabras
pequeñas es lo que nos ha puesto aquí. Esta gente es peligrosa y sus
votantes están equivocados. Que no nos dé pudor decirlo.
Claudia Piñeiro, escritora argentina
Me preocupa tremendamente el discurso homofóbico, antimujeres y
prodictadura que tiene Bolsonaro y que eso no sea lo suficientemente
pesado para que no se lo vote. ¿Cómo alguien puede votar diciendo "no
importa lo que dice respecto a los homosexuales porque
vamos a tener una mejor tasa de interés"? ¿En qué nos estamos
convirtiendo?, ¿cómo una persona sensata puede decir semejante
barbaridad? Creo que esto pasó porque durante 20 años hubo un
crecimiento de las iglesias evangélicas y la derecha consiguió unirse
a ellas. El poder que les faltaba a las derechas latinoamericanas lo
están consiguiendo a través de estas uniones. Es un proceso que lo hemos
visto, que no hemos podido revertir y que hoy encontramos ya instalado
en Brasil. No sé si en otros países se podrá
dar una situación similar. (Sebastián) Piñera en Chile ha tenido
algunas conversaciones con los evangélicos, acá nos pasamos todo el
tiempo viendo que la gobernadora, el presidente, se reúne con la Iglesia
católica y los evangélicos como si eso no tuviera
ningún costo a futuro. Pero lo tiene.
Jorge Ramos, periodista mexicano
El auge de Bolsonaro en Brasil refleja, desafortunadamente, lo peor de
Brasil y de América Latina. No hay duda. En nuestro hemisferio hay una
enorme desilusión con la democracia. Como la democracia no se come, ni
evita que te maten, ni ha reducido significativamente
la distancia entre ricos y pobres, hay un regreso a la idea del hombre
fuerte. En toda América Latina hemos tenido una salvaje variedad de
tiranos y dictadorcillos. Pero ahora en Brasil reaparece como un
monstruo de más cabezas: machista, homófobo, xenófobo,
misógino y racista.
Al igual que como ocurrió con Trump en Estados Unidos, es muy
preocupante que a millones de votantes brasileños no les importe votar
por alguien como Bolsonaro. Es como si su voto no dijera nada sobre
ellos. Pero se equivocan. Tu voto habla de quién eres tú.
Les guste o no, los casi 63 millones de personas que votaron por Trump
se parecen a él. En algo. Igual ocurre en Brasil. Y prepárense: Trump
—con sus ataques, mentiras y prejuicios— partió en dos al país. Los
brasileños están a punto de hacerlo también. Y
todo, irónicamente, gracias a la democracia.
Héctor Abad Faciolince, escritor colombiano
“O ya no pasa lo que yo entendía, o ya no entiendo lo que está pasando”
es un célebre apunte de [el fallecido escritor mexicano Carlos]
Monsiváis. Lo que está ocurriendo en Brasil no puede ser entendido con
el viejo esquema del enfrentamiento entre izquierda
y derecha. El otro esquema binario de comprensión, autoritarismo versus liberalismo, se acerca más,
pero tampoco agota el análisis.
Para que la lectura de la vieja izquierda funcione se requiere una masa
de población explotada. Pero si en las franjas más pobres de las grandes
ciudades el desempleo toca cimas del 20% o del 30%, esta franja no
puede llamarse explotada sino marginada, irrelevante
en términos laborales porque aunque haya puestos de trabajo esa porción
de los ciudadanos no ha sido educada para poderlos desempeñar.
En la vieja izquierda liberal hemos defendido la liberación sexual, la
ruptura con la Iglesia católica, la despenalización del uso de drogas, y
hemos sido permisivos y laxos con la delincuencia, atribuyendo su causa
a la miseria. Esto pudo ser liberador para
los burgueses, pero en las zonas urbanas marginadas ha significado
embarazo infantil y juvenil, reemplazo del catolicismo por las sectas
evangélicas, drogadicción desenfrenada y una inseguridad desatada que
afecta, sobre todo, a los pobres y a la clase media.
También cerramos un ojo ante la corrupción, si los corruptos eran de
izquierda.
En una situación así, desesperante, no es nada raro que gane el más
arrogante y el más loco. El que no se parezca en nada al político
tradicional, y el que ofrezca supuestas soluciones fáciles de entender:
la ira fascista, la represión feroz y el nacionalismo
rastrero. Que gane entre los más ricos y reaccionarios es normal. Pero
si gana entre las clases medias y marginadas, esto no se debe ni
siquiera a lo que dice, sino a que al menos le entienden lo que dice,
sobre todo si lo que dice se parece a lo que los pastores
evangélicos gritan en los sermones.
Jorge Edwards, escritor chileno
Brasil es un país de frecuentes sorpresas electorales. En la primera
mitad del siglo XX, un rinoceronte del zoológico de Rio de Janeiro
obtuvo un alto porcentaje de votos en una elección presidencial. Se
llamaba Cacareco y había llegado a ser querido por los
cariocas. No sé si Bolsonaro es un nuevo Cacareco, pero el proceso
electoral todavía no termina. Brasil es un Estado de derecho, desde los
tiempos de su separación de Portugal. Tenemos que esperar con paciencia,
con distancia equilibrada, y seguir pensando
que es un gran país amigo y una democracia moderna que en su ya larga
historia ha pasado por paréntesis democráticos modernos y ha sabido
superar con sabiduría política esos paréntesis y esas interrupciones de
su tradición constitucional.
Adolfo Pérez Esquivel, argentino premio Nobel de la Paz en 1980
Algunos dicen que la humanidad perdió la capacidad de asombro, pero creo
que no es así, creo que se perdió la capacidad de reaccionar frente a
los acontecimientos que nos desbordan, y esto tiene que ver con la falta
de conciencia crítica, de coraje y decisión
para enfrentar las políticas y mecanismos de dominación. Con mucha
claridad lo dijo el mártir Luther King: “No me preocupa el grito de los
violentos, sino el silencio de los buenos”. Nadie es dueño de la verdad,
pero algunas verdades son menos discutibles
que otras: Lula está preso para que el PT no ganara en primera vuelta.
Quienes fueron cómplices del golpe a Dilma Rousseff y la proscripción de
Lula, hoy se lamentan por abrirle una increíble posibilidad al
terrorismo fascista en Brasil. Si son verdaderamente
democráticos, todos los partidos políticos deben unirse y llamar a
votar a (Fernando) Haddad, quien no solo significa el retorno de la
democracia y el republicanismo a Brasil, sino también capacidad de
gobierno para cuidar al pueblo del hambre, del desempleo,
del analfabetismo y de la violencia del crimen organizado. Muchos que
están en silencio aún están a tiempo de que la historia no los recuerde
como cobardes, tal como se recuerda a quienes dejaron avanzar el
terrorismo fascista en otras épocas.
Noam Chomsky, lingüista
La elección de Bolsonaro será una tragedia para Brasil y la región. De
hecho, para el mundo. Literalmente. Uno de sus planes más escandalosos
consiste en abrir el Amazonas para que lo exploten sus votantes ricos
del negocio agrícola, con consecuencias devastadoras
para el medio ambiente global, además de para los habitantes indígenas,
que no merecen un centímetro cuadrado de espacio, como declaró en un
llamamiento a un virtual genocidio.
Bolsonaro no sólo es uno de estos vergonzosos líderes de extrema derecha
que degradan la política contemporánea. Va mucho más allá. Quizá su
momento más vil —y hay muchos— fue durante el grotesco ‘golpe suave’ de
la derecha, cuando un Parlamento formado por
destacados criminales destituyó a la presidenta Dilma Rousseff
basándose en motivos irrisorios. Bolsonaro dedicó su voto al jefe de la
espantosa unidad de tortura de la dictadura que fue responsable de la
feroz tortura de Rousseff. Quizá no sorprenda viniendo
de alguien que critica la dictadura sólo porque esta no asesinó a
30.000 personas, como en Argentina. Una lista de horrendas salidas de
tono llenaría muchas páginas. Sus programas para el país, si se
aplicasen, serían muy beneficiosos para los inversores y
los superricos a expensas de la población considerada sin valor, una
categoría amplia, mientras el país declina hacia una caricatura
lamentable.
Susana Malcorra, excanciller argentina
Se sabe que los esloganes de campaña no siempre se trasladan a la
gestión. No obstante, algunos de los mensajes del candidato Bolsonaro
generan señales de alerta. Por ejemplo, su marcado escepticismo respecto
del Mercosur y la idea de llevarlo a un modelo de
unión aduanera, con la implicancia de retrotraer el esfuerzo realizado a
su mínima expresión de integración. Esto desarmaría una de las
instituciones que las democracias trajeron a la región para superar
largos períodos de distanciamiento y recelo que hasta
incluían hipótesis de posible conflicto. Si algo nos ha faltado es
acelerar el proceso de integración para asegurar que los beneficios
económicos de ser parte de un mercado común cimenten la confianza mutua
entre todos los actores y destierren cualquier opción
alternativa.
Héctor Aguilar Camín, periodista y escritor mexicano
La posible victoria de Bolsonaro es la consecuencia de la destrucción
del sistema de partidos políticos brasileños. Es una mala noticia para
la democracia, corroída por la corrupción al extremo de que el único que
le podría haber competido, el expresidente
Lula, está en la cárcel. Me preocupa que hay algo más que populismo en
Bolsonaro, que es el fascismo. Me preocupa también que tiene un
componente antidemocrático como el integrismo religioso, que viene con
el auge de las confesiones evangélicas en Brasil.
Este conjunto de problemas, en un horizonte de instituciones
destruidas, es muy preocupante. Sobre todo con un hombre que hace parte
del linaje militar de una dictadura que no fue derrotada ni por la
democracia ni por sus propios errores. El nacimiento de
este fascista, apoyado en el elogio de la estructura militar, no augura
nada bueno para Brasil ni para América Latina
Gael García Bernal, actor mexicano
El incendio del Museo Nacional de Brasil es sintomático de la falta de
eje, se acabó la estructura totémica, tiene que ver con desidia,
negligencia, abandono. Es representativo de que hay un abandono tremendo
de la construcción de país. Eso que fue hecho poco
a poco, de pronto alguien aprovecha esa nada para soltar un discurso
simplista, clasista, homófobo, todo con oposición porque yo no soy tal,
no soy como los otros. Y mucha gente cree que esa es la solución.
Estamos al borde de un cataclismo. Hay un golpe de
Estado aterciopelado, distinto a como se hacía antes. Hay una especie
de populismo de derechas, capitalista, que se agarra de lo que conviene
para mantener las grandes fortunas. Creo que hay algo relacionado con
eso, debe ser una decepción terrible estar en
Brasil en estos momentos. Es realmente triste sentir que por más que se
diga no hay una repercusión, ya está el trato hecho. O incluso hay
buenas noticias, las bolsas reaccionan muy bien, o lo que sucedía con
Trump, de bueno no va a ser así como piensan…
Alberto Barrera, escritor venezolano
Parece inevitable no buscar una relación entre los escándalos de
(corrupción) Lava Jato u Odebecht y el éxito de Bolsonaro. Él es un
nuevo ejemplo de la crisis de la representación del liderazgo, del
fracaso de la política, que vive el continente. Su popularidad
no es ideológica. En ella hay más desespero que racionalidad, más falta
de opciones que discernimiento. Tampoco es una novedad: prometer magia y
fuerza. Esa parece ser la clave del populismo autoritario
latinoamericano.
Bolsonaro aún no ha ganado y ya es una preocupación internacional. Sus
opiniones son una desventaja, para el frágil cuadro institucional de
Brasil y también para la situación que vive la región. Otro
autoritarismo personalista no ayudará en la compleja crisis
que vive Latinoamérica.
Joan Manuel Serrat, cantante español
Un personaje como Bolsonaro aparece constantemente en los diferentes
países del cono sur, del este y del oeste. Es un personaje con un
argumento misógino, racista, homófobo. Es difícil de asumir, sin
embargo, que lo apoye la mitad del país. Imagino cómo estarán
amigos y compañeros como Caetano Veloso, María Bethania o Gilberto Gil.
Para ellos debe ser una circunstancia dolorosa, de soledad y de
abandono, de necesidad de transmitir a la gente que conocen por el mundo
que ellos son lo que son. Este Bolsonaro no me
parece tan espantoso como el hecho de que miles de brasileños lo hayan
percibido como una alternativa de gobierno con ese ideario que propone.
El racismo de Trump es lamentable, porque es la prolongación del pasado
supremacista de la América profunda. Y a
pesar de todas sus barbaridades, acerca de las mujeres, de sus
opositores, sus comentarios no se acercan ni de lejos al racismo de
Bolsonaro. Su retórica incluye odio e incendio. A su ascensión
contribuyen las Iglesias, la pentecostal y la católica, que le
apoyan en sus denuestos contra el aborto y sobre la droga. Subyace en
todo lo que hace la venganza contra políticas sociales de Lula y de
Dilma, que sacaron a treinta millones de personas de la pobreza.
Alejandro Sanz, cantante español
La gente reacciona muy bien, lamentablemente, a los discursos más
aberrantes e insospechados. A veces ocurre que cuando estos personajes,
como Trump o Bolsonaro, ocupan los puestos para los que son elegidos
después de esas bravatas, bajan el tono y se cuidan
mucho de cumplir sus barbaridades. La estupidez es una droga que lleva a
la gente a ir cada vez un poco más lejos en sus barbaridades, y las
palabras se convierten en placebos, se vuelven inocuas. Pero no hay
manera de olvidar el efecto que tienen sobre la
ciudadanía, aunque ésta deje de sorprenderse de lo que escucha.
Juan Cárdenas, escritor colombiano
Sospecho que todas nuestras advertencias contra Bolsonaro y fenómenos
afines —Trump, Brexit—, sospecho que nuestras desesperadas explicaciones
que invocan derechos, conquistas sociales y valores de la tradición
liberal, son totalmente contraproducentes y nada
persuasivas entre una gran masa de votantes, que ven estas figuras
grotescas como una posibilidad de expresar rabias y frustraciones contra
esa misma tradición liberal. Son las contradicciones internas del
liberalismo, es en el corazón de las tinieblas del
capitalismo global donde se han engendrado los bolsonaros y los trumps.
No son una amenaza externa, sino interna. Es evidente que tenemos que
vencerlos en las urnas, oponernos a ellos con decisión, pero debemos
pensar y atacar las causas profundas del fenómeno.
Responsabilizar exclusivamente al progresismo latinoamericano de las
últimas décadas por un Bolsonaro es, como mínimo, un acto de mezquindad
en el enfoque. Las contradicciones de ese progresismo son solo un
capítulo de la historia más amplia del choque entre
la lógica depredadora del capital y las dinámicas emancipadoras.
Bolsonaro es una creación de nuestras fantasías reprimidas, un amo a la
medida de nuestras patologías y nuestro narcisismo liberal. Habría que
empezar a derrotarlo dentro de nuestro discurso,
de nuestro esquema deseante.
Bernard-Henri Lévy, filósofo y escritor francés
Veo y entiendo la desazón, la tristeza y la cólera de los brasileños.
Sin duda, la crisis está ahí. Y la extensión de la corrupción. Y el
aumento de la violencia urbana. Pero ninguna solución puede venir de un
populista que no hace más que prometer nuevas violencias
y el desgarro de su pueblo. ¿Hay que recordar las innumerables
declaraciones racistas, misóginas, homófobas, belicistas y, a veces,
criminales del candidato que hoy encabeza los sondeos? Y, ¿no es
evidente que las declaraciones de este tipo, así como el programa
que las acompaña, van en contra de todo aquello de lo que Brasil puede
estar orgulloso: su multietnicidad, su tradición y sus prácticas de
acogida, su liberalismo verdadero y la cohabitación, en sus ciudades
inmensas y bellas, de múltiples creencias?
Me cuesta creer que la patria de Chico Buarque y Chico Mendes se deje
así tentar por un retorno a un pasado atroz, que ha dejado tantas
cicatrices aún abiertas. Me cuesta imaginar que el país dé la espalda de
repente al adagio famoso: ‘Brasil, tierra de futuro’.
Es por esto que expreso el deseo de que, antes de que sea demasiado
tarde, el país rompa el proceso anti-democrático mortífero que se inició
en 2014 y que hoy llega a su estadio más crítico. Le queda una semana
para evitar un vuelco que difícilmente será reversible.
Brasil debe extraer fuerzas de su memoria sufriente y del recuerdo de
los horrores de la dictadura militar que entre 1964 y 1985 tomó el país
como rehén. Debe decir #EleNão al candidato de extrema derecha que
exhibe abiertamente su desprecio por las reglas
democráticas. Todos sabemos que el nacionalismo exacerbado, el
desprecio por los derechos humanos y las minorías, la agitación del odio
como estrategia de campaña son las armas de los populistas. Y la
Historia, incluida la brasileña, rebosa de ejemplos dramáticos
que indican adónde puede conducir esto.
Brasil no es, ciertamente, el único país que debe enfrentarse a una ola
populista. Mi país, Francia, ve también cómo constantemente se pone a
prueba la República. Pero, hasta ahora, un frente republicano siempre ha
logrado hacer barrera. Brasil puede hacer
lo mismo. Puede elegir a un candidato serio y probo, Fernando Haddad.
Que pueda, votando a Haddad, evitar que un hombre que con orgullo
encarna la barbarie eche por tierra tan reciente democracia. Brasil vale
más que esto. El Brasil que el mundo entero admira
es el de las mujeres que se manifiestan contra el horror. Es el Brasil
de las Marielles. Es el de la una oposición resuelta a Bolsonaro y a sus
armas.
Beatriz Sarlo, analista política argentina
Bolsonaro, victorioso, soberbio y desfachatado, prueba algunas de las
hipótesis que se hicieron corrientes en estos años. Por ejemplo, que el
poder territorial de los grandes partidos se ha debilitado frente a
fuerzas que no son políticas en su origen, pero
ofrecen consolación espiritual y organización comunitaria. Tal es el
caso de los pentecostales, que ya venían demostrando su influencia en
Brasil y tienen representantes en el Congreso. Cuando la política se
vuelve demasiado compleja, incomprensible o lejana;
cuando la corrupción disuelve la credibilidad; cuando la distancia
entre el mundo de los representados y el de sus representantes parece un
páramo intransitable por ausencia de mediaciones institucionales,
entonces llega un dirigente que propone una relación
demagógica con los sectores sociales que aspira a conquistar. Halaga
sus peores prejuicios y construye escenarios donde el miedo al futuro
cultiva predicciones catastróficas.
Milton Hatoum, escritor brasileño
“Un eventual Gobierno de Bolsonaro será un enorme retroceso político y
social. Él y sus hijos desprecian e incluso amenazan la democracia y las
instituciones democráticas. Ayer (domingo), el capitán amenazó a los
votantes del profesor Haddad. ¿Él no sabe que
muchas de estas personas votarán en Haddad para defender la democracia?
Me pregunto por qué los votantes de Bolsonaro no perciben que su
candidato pretende actuar como Nicolás Maduro, el caudillo venezolano
que persigue y arresta a sus adversarios políticos.
En el fondo, Bolsonaro es influenciado por lo mismo que Maduro, un
político autoritario y corrupto, que recurrió al fraude y al chantaje
para elegirse. Ambos son violentos y recurren a las milicias para
intimidar y denunciar a sus adversarios. Por cierto,
la admiración de Bolsonaro por Hugo Chávez es antigua. En septiembre de
1999, el candidato dijo en una entrevista que Chávez era "una esperanza
para Latinoamérica". Los brasileños anhelan una nueva política, pero lo
que Bolsonaro representa es lo que hay de
más viejo y oscuro. Los votantes serán engañados. En menos de seis
meses la clase media sentirá el impacto negativo de la política
económica. Por último, como escritor brasileño, es una vergüenza ver a
ese hombre grosero, misógino, racista e ignorante en la
presidencia. Él declaró que su libro de cabecera es la obra de un
torturador. ¡Qué hermoso ejemplo de humanismo y cultura democrática!”
Chico Buarque de Holanda, cantante brasileño
“Todavía prefiero creer en la victoria de Fernando Haddad. La otra
opción sería un desastre para Brasil y una vergüenza para los
brasileños”
Lilian Schwarcz, historiadora y antropóloga
Si
Bolsonaro gana las elecciones el día 28, lo hará a través de las urnas y
del
voto popular. No cuestiono, por tanto, que sea una cuestión
democrática. Cuestiono sin embargo la “calidad” de la democracia que él
representa. Una democracia que no respeta a los derechos humanos, que
incita a la violencia y al armamento, que no admite la
pluralidad de opciones de género, que humilla a las poblaciones negras,
y que afirma descaradamente que no admitirá las reservas indígenas
instituidas constitucionalmente. De la misma forma, la democracia es un
concepto que también ha cambiado. Ahora sirve
para definir proyectos que la contradicen. Si Bolsonaro gana vamos a
tener que estar preparados el día después para formar un frente
progresista de tamaño de Brasil. Un Brasil distinto, más generoso,
variado e incluyente que este que vemos tomar fuerza en
2018.
Daniela Mercury, cantante
"El
candidato hizo durante cuatro años una campaña tensa, extremadamente
agresiva,
basada en discursos de odio, discriminación de negros y homosexuales y
ofensas a las mujeres. Ahora en la recta final de la campaña, hubo la
vergonzosa denuncia del periódico Folha
de S.Paulo sobre la manipulación de fake news, impulsadas
por Caja 2 de campaña. Además, hubo
amenazas a la democracia, idolatría a torturadores, irrespeto a los
indígenas, amenazas al Supremo Tribunal Federal. (...) Todo eso ha
llamado la atención de todo el mundo a lo que está sucediendo en Brasil.
Esto sin hablar de la falta de diálogo [del candidato
Jair Bolsonaro] y de democracia al desistir de los debates con sus
opositores, dejando a la población sin la posibilidad de conocer las
propuestas de cada uno. Este clima negativo y sombrío vino tras años muy
difíciles para los brasileños, después del impeachment de
la presidenta [Dilma Rousseff], después de decenas de escándalos de
corrupción que generaron tristeza y desconfianza. Los ánimos se
agudizaron y este clima oscuro abrió espacio para más de 50 casos de
violencia relacionada con sus partidarios. La violencia
llegó junto con intolerancia, prejuicio y discriminación. Al leer este
pequeño resumen que hice aquí de lo que ronda esta candidatura, el
lector puede responderme si [Bolsonaro] representa un riesgo para
Brasil. Desgraciadamente, en esta votación, la elección
no es política. Estamos escogiendo entre la democracia y la barbarie
para que, en cuatro años, todos puedan votar nuevamente y hacer una
elección política de acuerdo con lo que suceda al mando del país, en
esos cuatro años que se seguirán. El fascismo necesitaba
enemigos para crecer y encontrar. ¡Yo soy de la paz y contra el
fascismo y seguiré mi camino por los senderos de la paz, de la
inclusión, de la democracia y del bien, sin renunciar nunca a lo que
creo! (...) Independientemente del resultado de las elecciones,
seguiré cobrando al gobernante, luchando por nuestra libertad y uniendo
y fortaleciendo a la población a través del arte"
Han colaborado: Marc Bassets, Juan Cruz, Luis Pablo Beauregard, David Marcial, Francesco Manetto, Federico
Rivas Molina, Javier Lafuente, Beatriz Jucá y Tom C.Avendaño.