Este
domingo se celebra la segunda vuelta de las elecciones en Brasil, y en
caso de triunfar el ganador en la primera vuelta, Jair Messias
Bolsonaro, podría completarse un círculo que comenzó con el impeachment contra Dilma Rousseff y continuó con el encarcelamiento, sin pruebas, de Luiz Inácio Lula da Silva.
En
caso de cerrarse este círculo se clausuraría también el equilibrio,
aparente al menos, entre capitalismo y democracia, porque más allá de
quien gane la elección presidencial, el ascenso de Bolsonaro representa
el fracaso de la democracia neoliberal. Las élites se cansaron del juego
liberal democrático y optaron por un neoliberalismo autoritario con
rasgos de fascismo social.
Pero
llamar fascista a Bolsonaro no ayuda a entender la complejidad del
fenómeno que se está produciendo en Brasil. Pasemos a examinar las
claves del ascenso de este ex militar, diputado de un pequeño partido,
el Social Liberal (PSL), que en julio tenía 17 por ciento de intención
de voto, comenzó septiembre con 24 por ciento y ganó la primera vuelta
el 7 de octubre con 46 por ciento de los votos, rozando la mayoría
absoluta.
1. Voto
de clase. Bolsonaro ha arrasado en el Brasil rico y blanco. Es
significativo que haya ganado en los 10 municipios más ricos del país,
mientras Haddad lo hizo en nueve de los 10 más pobres.
2.
Voto antisistema. El triunfo del candidato de ultraderecha se sustenta
además en un rechazo al sistema de partidos políticos, a la corrupción
de los partidos que simboliza el caso Lava Jato y que encarna sobre todo (en el imaginario de la gente) el Partido de los Trabajadores (PT).
3. Candidato outsider. Bolsonaro se ha presentado como outsider,
como una renovación de la clase política, aunque no lo es ni puede ser
un aspirante que lleva 28 años como diputado y sus tres hijos son
políticos. Es necesario destacar también que uno de sus hijos, Eduardo
Bolsonaro, se ha convertido en el diputado federal más votado de Brasil,
con casi 2 millones de sufragios.
4.
El factor militar. No sólo Bolsonaro sirvió en el ejército que mantuvo a
Brasil 21 años bajo una dictadura más larga que la de Pinochet en
Chile, sino que su candidato a vicepresidente es el general Antonio
Hamilton Mourão. Y para encontrar más similitudes con el Chile
pinochetista, Bolsonaro ha colocado a un Chicago Boy, Paulo Guedes, al frente del área económica.
5. El factor evangélico. Bolsonaro ha sustentado su triunfo en las iglesias evangélicas, cada vez más presentes en las favelas
y barriadas populares brasileñas. La Rede Record, propiedad del
fundador de la Iglesia Universal del Reino de Dios, segunda televisión
más vista de Brasil y quinta del mundo, ha sido determinante para que la
bancada evangélica esté compuesta por 76 diputados, casi una quinta
parte del Congreso.
6.
BBB. Si a la bancada evangélica (Biblia) le sumamos la bancada
ruralista (Buey), defensora del agronegocio y en contra de cualquier
reforma agraria, y la bancada en defensa de las armas (Bala), tenemos
con Bolsonaro una BBBB que tendrá mayoría suficiente en el Congreso, aun
si Haddad y el PT lograran el milagro de dar la vuelta a la elección en
la segunda vuelta. El populismo de derecha sufrirá una nueva vuelta de
tuerca y el objetivo serán los pobres, los negros, las mujeres, los
campesinos y el activismo social en general.
7. Redes sociales. La campaña de Bolsonaro ha sido la campaña del algoritmo, las fake news y
el WhatsApp, las armas de destrucción matemática de la realidad. Este
factor explica por qué en el último mes de campaña prácticamente duplicó
su intención de voto. Una vez que Facebook, tras los escándalos en
Estados Unidos, cerró, al menos parcialmente, su plataforma a las fake news,
los estrategas de Bolsonaro descubrieron un hueco por donde colarse en
una plataforma de comunicación directa y cerrada como WhatsApp (comprada
en 2014 por Facebook) y desarrollaron una campaña sin precedente de
guerra sucia, utilizando herramientas como big data y excelente segmentación, para sembrar noticias falsas que apuntaban directamente al imaginario de la gente común.
8.
Geopolítica imperial. Y no nos engañemos: Brasil y su Amazonía, pivote
latinoamericano de los BRICS, siguen estando en el punto de mira
estadunidense. No es casualidad que Lilian Ayalde, ex Usaid y actual
asesora del Comando Sur, fuese embajadora de Estados Unidos en Brasil
mientras se producía el impeachment contra Dilma, después de haber sido embajadora en Paraguay mientras se sucedía el golpe parlamentario contra Fernando Lugo.
Estos
factores confluyen en una paradoja que el uruguayo Andrés Malamud ha
definido muy bien: elegir a un fascista de verdad, creyendo que es de
mentira, por miedo a un comunismo de mentira que creen que es de verdad.
La
distancia se acorta en la segunda vuelta y Haddad ya aventaja en Sao
Paulo al ex militar por 51-49 por ciento a pesar de que la diferencia en
la primera vuelta fue de 20-45 por ciento a favor de Bolsonaro. No
parece que el tiempo vaya a ser suficiente para culminar la remontada,
pero cuando la disyuntiva es entre progresismo o barbarie, hay esperanza
de que los millones de brasileños que el 7 de octubre votaron nulo o
blanco puedan optar este domingo por Orden y Progreso frente a la
alternativa bolsonarista de desorden y retroceso disfrazado de
neoliberalismo económico y autoritarismo social.
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