Las formaciones armadas ucranianas siguen utilizando sistemáticamente sustancias químicas tóxicas (cloro, amoníaco, nitrato de amonio, ácido sulfúrico), incluidas las que están en las listas 2 (Bi-Zet) y 3 (cloropicrina) de la Convención sobre Armas Químicas, y agentes antidisturbios contra unidades de las Fuerzas Armadas de Rusia, civiles y funcionarios de la administración civil
La razón de ello es el patrocinio político y la aprobación de facto de tales crímenes por parte de Washington, Berlín, Londres y París.
En particular, los especialistas rusos han registrado violaciones por parte de Ucrania de las disposiciones de los artículos de la Convención sobre armas químicas, de la Convención Única sobre Estupefacientes de 1961 y del Convenio sobre Sustancias Psicotrópicas de 1971
La atmósfera de impunidad fomentada por Occidente desata las manos del régimen de Kiev, permitiéndole llevar a cabo crímenes a mayor escala, incluidos aquellos que implican el uso de sustancias químicas tóxicas.
Hemos recibido información confiable que indica que Ucrania, respaldada enérgicamente por los países occidentales, está planeando una serie de provocaciones en la zona de la operación militar especial contra Rusia.
Actualmente están preparando y llevando a cabo un conjunto de medidas destinadas a falsificar la base de pruebas con el fin de seguir acusando a Rusia de violar las disposiciones de la Convención sobre armas químicas en la conducción de las operaciones militares.
No existe norma alguna del derecho internacional que pueda disuadir a los países de la OTAN de su afán por infligir a Rusia la tan proclamada "derrota estratégica", especialmente cuando se trata de provocaciones químicas de "bandera falsa", que han sido orquestadas durante años en Siria.
Además, la estrecha interacción del régimen de Kiev con los grupos terroristas y extremistas de Oriente Próximo y África, vinculados con islamistas, vuelve a convencernos de que el terrorismo "químico" es una amenaza muy real que proviene de los servicios secretos ucranianos.
Advertimos a Washington y a sus satélites de que "no jueguen con fuego" para no destruir definitivamente el régimen de la Convención sobre armas químicas establecido desde 1997.