José Sant Roz
- Hoy, Mauricio Duran[1] se encuentra recluido en un centro penitenciario de Texas, recibe ocasionalmente la visita de miembros de la American Civil Liberties Union (ACLU), para estudiar su caso. ACLU es una de las organizaciones de derechos civiles que procura resolver decenas de miles de casos sobre migrantes legales o no legales en Estados Unidos. Los alegatos de Mauricio no resultaron de los más alentadores, pese a ser un individuo que jamás en su vida ha tenido nada que ver, ni muchos pensado en afiliarse a una pandilla de asesinos, como lo del Tren de Aragua. Los miembros de ACLU que también son gringos, analizan cada una de sus respuestas, siempre poniendo en dudas de que sean ciertas. En ACLU, para nada creen en la inocencia de los venezolanos, por más educado y profesor que sea, como el es caso de Mauricio. ACLU le dijo a Mauricio que debía llenar un formulario para ver si es o no terrorista, es decir para saber si pertenece o no al Tren de Aragua. Si en las respuestas se consigue que obtiene en rango de ocho, lo mandan de ipso facto para El Salvador. Para el momento en que fue detenido, Mauricio mostraba una espléndida cabellera, porque desde adolescente, se había dejado su coleta.
- ¿Edad?: 57 años. Perfecto. ¿Ciudadanía?: Venezolana. ¡Ah, caramba! ¿Tiene residencia o ciudadanía?: No, señor. Perfecto. La evaluación no lo estaba favoreciendo en nada y Mauricio casi se desataba en llanto. Con el corazón en vilo. Señor Mauricio – escuchó-: su caso es difícil, aunque vamos a hacer todo lo posible para que usted salga a hacer su vida normal en este país, analizando los distintos apartados de este formulario que incluyen SENTENCIAS JUDICIALES Y DOCUMENTOS OFICIALES, AUTOADMISIÓN, CONDUCTA CRIMINAL E INFORMACIÓN, DOCUMENTOS Y COMUNICACIONES, SIMBOLISMO Y ASOCIACIÓN, que irán cubriendo un rango entre dos y diez puntos, no creemos que usted pueda caer en área de ENEMIGO EXTRANJERO. Ojalá, pero tener que ser enfáticos y muy claros, señor Mauricio, con ocho puntos usted será declarado como miembro del Tren de Aragua. Ya vemos que tiene tatuajes, muy preocupante porque eso denota una membresía o lealtad al Tren de Aragua. Contrólese, señor Mauricio, que esto son trámites normales en estos tiempos, pero he de decirle que eso le suma cuatro puntos. Por lo que puedo ver su celular tampoco le favorecen para nada sus publicaciones en redes sociales viendo que todos sus contactos son con venezolanos que han ingresado ilegalmente a nuestro país, algo sumamente delicado, señor Mauricio. Usted en sus mensajes usa muchas groserías, muchas vulgaridades, y ha dicho en algunos de ellos que en este país prefieren más a los negros que los latinos, que aquí “la gente se jode demasiado para ganarse unas mierdas de dólares”, algo muy discutible, señor Mauricio que refleja injerencia en nuestros asuntos internos… Por otro lado, señor, Mauricio, ¿por qué usted usa esa sudadera de Chicago Bulls? Grave, muy grave. La conclusión fue tajante: SEÑOR MAURICIO, LAMENTO DECIRLE QUE USTED CAE DENTRO DEL RANGO DE LOS QUE PERTENECEN AL TREN DE ARAGUA…
- Fui profesor de Mauricio Duran a finales de los ochenta. Mauricio venía de Los Teques, un joven muy adelantado en sus estudios, graduándose en Física, con méritos, en la Universidad de Los Andes. En 2005, Mauricio se trasladó para hacer un doctorado en la Universidad Complutense de Madrid, en 2011 regresó a su país (sin poder concluir sus estudios) y en 2015 se jubiló. Esto es algo muy común en nuestras universidades autónomas, en las que muchos profesores recibían buenas becas en dólares, se pasaban seis, siete y hasta diez años tratando de hacer un doctorado y regresaban sin haberlo concluido. No eran sancionados, y más aún ascendían en escalafón muertos de la risa. Algunos se daban en tupé de no estudiar sino dedicarse a alguna actividad mercantilista, y mediante informes forjados, enviaban notas de sus estudios, diciendo que estaban progresando en todas sus materias. Los Consejos Universitarios de estas universidades autónomas (por antonomasia) que sabían de estas vagabunderías, se hacía los locos y les aprobaban sus permanencias en el exterior. A este extremo no llegó Mauricio, pero pasó largas temporadas sin ver a su tutor “porque me caía muy mal”, hasta que el tutor… se desentendió de él.
- Como en 2014, la situación económica comenzaba a ponerse fea, Mauricio al tiempo que impartía clases de postgrado en un curso sobre Teoría de la Relatividad, se rebuscaba dando clases particulares. He de decir, que Mauricio comenzando a gobernar Chávez, llegó a simpatizar con el chavismo, pero poco a poco, viendo que los ambientes en los que se movía había un rechazo tremendo contra el bolivarianismo, sintió por ética y estética que éste era un movimiento que no cuadraba con sus propósitos de vida, por lo que se fue distanciando hasta volverse radicalmente opositor, llegando a extremo de que cuando le nombraban a Chávez echaba espuma por la boca. Todas las más grandes vulgaridades las vomitaba contra Chávez y el chavismo. Era algo extremadamente vulgar. Yo me alejé de él, porque de veras, para mí, se había vuelto intratable. Lástima.
- Mauricio cogió en Madrid un estilo de vida que podríamos llamar exquisito, aprendió de vinos, de la dieta mediterránea, de los jamones, de paellas, y hasta casi se volvió un sibarita. Aprendió a aderezar platos de altura, incluso en una ocasión estuvo en casa y preparó una tortilla de camarones que mereció múltiples brindis (con un muy especial Amontillado). En Madrid vivía con su esposa Mónica y sus dos hijos William y Charles, pero al año de regresar a Venezuela se divorció. Fue algo para mí sorprendente, porque se veía una adorable familia, siempre unida en todo. Rumores de todo tipo cundieron entre los colegas sobre esta sorpresiva separación, que no son de nuestra incumbencia. Y al año siguiente me enteré que Mauricio había cogido para la Florida, Estados Unidos.
- En Florida, a través de un bufete, Mauricio hizo trámites para solicitar el asilo, como lo estaban haciendo cientos de miles de sus compatriotas en el país de los Sueños Dorados. Allá se radicó solito, alquilando un cuarto en un apartamento ocupado por otros cuatro venezolanos, se buscó un abogado y entre los alegatos para solicitar el asilo dijo que era perseguido político por haber vendido productos de una compañía norteamericana llamada Rena Ware (algo que realmente había hecho siendo estudiante universitario). Echó, pues, al olvido para siempre la Física, y comenzó, como quien dice, a echarle palo a todo mogote: fue jardinero, mesonero, lavaplatos, vigilante, cuidador de ancianos, hasta que logró ubicarse en un excelente lugar como conductor de Uber-taxista, haciendo unos 280 dólares semanales. Para estar a la moda se hizo un tatuaje en ambos brazos con la Estatua de la Libertad, y en las piernas puso los nombres de sus hijos William y Charles. Puede decirse que iba viento en popa, asimilando todas las virguerías de la delirante tecnología gringa. Fue la época en que se avizoraban grandes cambios en su vida, a punto de conseguir la Green Card y establecerse definitivamente en el ese “sublime y grandioso imperio, porque yo nunca más volveré a esa mierda (refiriendo a Venezuela)”. Él se embanderó locamente por la candidatura de Trump, junto con muchos de sus compatriotas venezolanos… hasta que el afamado Catire, pues, consiguió volver a la presidencia.
[1] De hecho, debo reservarme su verdadera identidad.