José Sant Roz
- A mediados de diciembre de 1902, barcos de Alemania, Francia, Italia, Holanda e Inglaterra bloquean nuestras costas y capturan buques guardacostas venezolanos. Pese a que el gobierno de Cipriano Castro no ha aumentado en un céntimo la deuda pública, y que incluso ha cancelado el empréstito de guerra solicitado a los bancos extranjeros, los países colonialistas de Europa amenazan con invadir a una nación que ha sido desgarrada por esos mismos colonialistas. Toda una parafernalia bélica, parecida al acoso y a la movilización que se desplegó contra Irak, en el 2003. El 7 de diciembre de 1902, los ministros plenipotenciarios de Inglaterra y Alemania, acosados por un miedo terrible, se dirigieron a la estación del ferrocarril en Caracas, acompañados del embajador norteamericano en Venezuela, Herbert Wolcott Bowen, a quien rogaron se encargara de sus asuntos. Luego se metieron en sus barcos de guerra respectivos, anclados en La Guaira, enterados que ya el bombardeo de los puertos estaba dispuesto de acuerdo con la decisión de las grandes potencias europeas, todas ellas coordinadas por Inglaterra. Así pues, que los países de la “libertad y del progreso”, Gran Bretaña y Alemania, apoyados por Francia e Italia, y con la complicidad de la purpurada y negra España, de Holanda y Estados Unidos, se «llenaron de gloria» destrozando nuestra pobre flota: el General el Crespo, el Zamora, el 23 de Mayo, el Totumo, el Zumbador y el Margarita. El pueblo de Caracas salió a las calles y 5.000 voluntarios se ofrecieron para defender la patria, mientras el presidente Castro, sometía a prisión a los súbditos alemanes e ingleses. Castro liberó a todos los presos políticos y llamó a la unidad nacional. El «Mocho» Hernández salió de la cárcel y arengó al pueblo: «La Patria está en peligro y yo olvido mis resentimientos para acudir en su auxilio…»
- En un reportaje de la BBC, de la manera más vil y burda, mentirosa y canalla, dice que nosotros venimos manteniendo un pleito con Guyana desde hace 180 años, desde el Laudo Arbitral de París, por el cual Inglaterra nos despojó del territorio Esequibo. Un laudo arbitral que dictaminó, el 3 de octubre de 1899, que el Esequibo pasaba a manos de Inglaterra, y en el cual le fue negada la participación a Venezuela, la principalmente afectada por sus decisiones. Quién puede creer que ese tribunal pudiera llegar a tener alguna validez cuando se estaba decidiendo algo tan crucial para nosotros, y cuando nuestro representante, supuestamente el elegido para defender nuestros intereses (en nombre de la Doctrina Monroe), era un gringo (autoelegido por el propio imperio yanqui, irónicamente, dizque para favorecer nuestra posición).
- Para empezar, hace 180, Guyana no existía como estado independiente, como Nación, existían los piratas ingleses, eso sí. Es bien sabido, que la piratería fue la base fundamental del imperio británico.La sucesora de Felipe II en Inglaterra fue Isabel I, quien ascendió al trono en 1558, le dio la orden a sus piratas de saquear todo el Caribe y las Filipinas y también a las flotas que surcasen las Indias Occidentales. El plan era robar tesoros, asaltar barcos, secuestrar indios para que les entregasen oro, perlas, gemas, cacao, especias, azúcar, tabaco para así convertirse en el país más rico del mundo. Plata, oro, … No existía recompensa más atractiva para los corsarios, sobre todo los ingleses, que esas riquezas transportadas por los galeones españoles desde América del Sur y Filipinas.
- Poco después de cuatro meses antes de producirse el amañado veredicto del tribunal arbitral de París, Castro da inicio a su revolución. Parte con 60 hombres desde la frontera con Colombia y lanza su primera proclama en Capacho, y para el 14 de septiembre ya ha derrotado a todas las fuerzas del gobierno. El 23 de octubre, cuando entra en Caracas se entera que el gobierno español, de rodillas, le ha entregado a Estados Unidos, Guam, Puerto Rico y Filipinas, por 20 millones de dólares. El poder del capital, piensa Castro, puede abrir troneras enormes en nuestros débiles países y romper cualquier intento de unidad de América Latina. ¿Cómo contener ese arrollador frente explotador que mañana puede tocar a nuestras puertas? Las potencias le advierten a Castro que sus victoriosas batallas no serán aceptadas a menos que se someta a los dicterios y arbitrios del imperio euroamericano. Allí tiene ante sí, el primer anuncio que le llevan sus edecanes: El Tribunal de Arbitramento reunido en París ha dictaminado un laudo reconociendo las pretensiones de Gran Bretaña en la controversia con Venezuela, en la que ésta pierde 160.000 kilómetros cuadrados de su territorio en la Guayana Esequiba.
- El gobierno eternamente pirata de Inglaterra inicia junto con Alemania, Francia, Italia y Holanda una serie de acosos y amenazas de invasión a Venezuela para que desviemos la atención de la gran estafa que se nos ha hecho con la decisión de burdo tribunal arbitral de París. El eterno ministro de Hacienda de los últimos gobiernitos en Venezuela, el consumado oligarca Manuel Antonio Matos (una especie de María Corina Machado de la época), recibiendo instrucciones del gobierno inglés, le pide a Cipriano Castro que declare a Venezuela en quiebra. Declarándonos en quiebra dejamos de ser una nación soberana, y debemos dejarnos tutelar por el imperio gringo y por los imperios europeos. Tanto Estados Unidos como los imperios europeos, tratan de medir la capacidad militar y el carácter nacionalista de Cipriano Castro, temiendo que éste pueda desconocer lo decidido por el Tribunal de París y desatar un caos regional. La primera decisión de EE UU e Inglaterra era desatar una guerra mediática mundial contra Castro. Lo del Laudo de París debe sostenerse a sangre y fuego y no darle oportunidad a Castro que lo vaya a tomar como bandera tanto contra EE UU como contra los imperios europeos. Es por ello, por lo que con la velocidad del rayo, el ministro de Estados Unidos, Francis B. Loomis, redacta un informe a John Hay, el primer jefe moderno del Departamento de Estado, en el que le informa, y para que lo difunda por los poderosos medios del mundo: «Castro es un hombre de estatura muy pequeña y de piel oscura, y parece tener considerable mezcla de sangre india[1]».
- Haciendo un ludibrio de Castro, mostrándolo como un miserable payaso, convirtiéndolo en la mofa del mundo, se puede hacer con el él lo que les venga en gana a EE UU y Europa, sobre todo, reafirmar lo decidido por el Tribunal Arbitral de París, cuya determinación no debía ser modificada en absoluto. De hecho, Castro habría de ser el presidente más vilmente caricaturizado del mundo en siglo XX, difundiéndose su imagen de mono, de orangután o gorila a través de los medios más poderosos medios de Occidente, y en esta campaña llevaron la batuta The New York Times, el Times y el Daily Mail, de Londres; Le Temps, de París, North American Review, The Forum y The Sun y el Kidderadatash, de Berlín. De hecho, presentaban a Castro como el ser más despreciable y ridículo de la tierra. “Menos mal – consideraban gringos y europeos- que a este macaco de Castro lo tenemos cogido por el cuello, puesto que su deuda con nosotros además de impagable en estos momentos por dicho mandatario, es abismal, delirantemente abismal, y con qué derecho, con qué moral, y sobre todo con qué credibilidad, puede venir a decir que el Esequibo le pertenece a Venezuela”.
- Previamente a lo del Laudo de París, los europeos habían inventado toda esa fábula deuda nuestra, falsa, de más de 34.148.296 pesos, supuestamente adquirida desde la guerra de Independencia. Lo insólito fue, que cuando ya se luchaba en los campos de batalla entre 1812 y 1821, nuestro país se estaba ahogando económicamente, porque la Corona española venía, desde hacía décadas, pidiendo prestado a los grandes capitalistas, y poniendo como garantía los ingresos fiscales de nuestro país (que todavía no estaba del todo independizado). Esa deuda, por lo tanto, no era de nosotros. No la había adquirido Venezuela como tampoco la Colombia que fundaría Bolívar, por lo que luego nos la adjudicarían una vez que nos independizamos. Al tiempo que Gran Bretaña reclamaba esta deuda, realizaba demarcaciones a su antojo, en las que Venezuela perdió más de la mitad de su territorio, y por eso los piratas ingleses entraron a saco y se apoderaron del Esequibo.
- La perturbación en Venezuela debía ser total para evitar que nuestro pueblo se ocupara de la decisión tomada por el Tribunal Arbitral de París, y fue por ello que los europeos comenzaron a alimentar alzamientos contra Castro: se pronuncia en Tejerías el general José Manuel Hernández, «El Mocho», quien levanta las banderas de la Revolución Nacional y tildó de traidor a Castro. Los llamados nacionalistas se alza Maracaibo. Desde el Oriente y los llanos se prepara una gran invasión contra el gobierno que será financiada por Estados Unidos y los europeos. Se pudo en práctica lo mismo de las sanciones y bloqueos, que ha venido sufriendo el presidente Maduro desde 1915: toda la banca de Occidente toma la decisión de no concederle créditos a Venezuela, todo esto con el plan artero de utilizar venezolanos para la más mortal de todas las puñaladas: la invasión a nuestro país. Los inversionistas extranjeros hacen saber al María Corino Machado del momento (don Manuel Antonio Matos) que desean tener una amistosa reunión con esa «extraña criatura imbatible». Los gringos no se andan por las ramas, y ya para septiembre de 1899, mister William H. Russell, encargado de negocios de Estados Unidos en Venezuela, solicita un barco de guerra para amenazar La Guaira. Así actúan los gringos, y por eso jamás hay que confiarse en ellos, porque al tiempo que mister William H. Russell fungía como intermediario entre las negociaciones de Castro con los europeos, armaba su propia invasión contra la patria de Bolívar. Efectivamente, el buque de guerra Detroit, había sido emplazado en el puerto de La Guaira junto con otro pirata británico, el Progreso, dizque para proteger sus negocios.
- Los informes que se siguen enviando al Departamento de Estado destilan racismo y resaltan del nuevo mandatario sus evidentes rasgos negroides o indígenas, su mirar de mico, su ridículo porte, en una palabra, su total salvajismo, al tiempo que en la Casa Amarilla se agolpan sin cesar los acreedores de alto pelaje, que tratan de deslumbrar a Castro con nuevos proyectos maravillosos para convertir a Venezuela en potencia industrial de primer orden, para que en nada repare en la decisión que se ha tomado en París, que es despojarnos del inmenso territorio del Esequibo. Lo más deprimente de toda aquella burla contra Cipriano Castro en el que se le tilda en el mundo de ser mono y estar loco, es que casi toda la sesuda intelectualidad venezolana, a los dirigentes de los partidos políticos, se hacen eco de estas asquerosas invenciones del Departamento de Estado norteamericano, bazofias que oiremos repetir durante todo el siglo XX, y aún en el XXI, a mercenarios como Rómulo Betancourt y Rafael Caldera, a sesudos como Manuel Caballero, Simón Alberto Consalvi, Elías Pino Iturrieta, Guillermo Morón, entre muchos otros. Todos estos personajes, jamás atacaron frontalmente a Inglaterra por habernos arrebatado el Esequibo, más aún le dieron largas al asunto para que al discurrir de los años no fuese posible rescatarlo.
- Hoy vemos como Guyana rechaza todo diálogo con Venezuela, y va busca apoyo con los gringos. La compañía EXXONMOBIL entra en áreas sin delimitar a extraer petróleo e intentan amenazar a Venezuela. Vemos como la nueva Manuel Antonio Matos se pone de acuerdo con los piratas ingleses y gringos diciendo junto con Guyana, que esa controversia debe resolverse en la Corte Internacional de Justicia (CIJ).
[1] Enrique Bernardo Núñez, El Hombre de la levita gris, Monte Ávila Editores, Caracas (Venezuela), 1991, p. 56