- ¿Nos vemos esta noche? -Willy Colón y su orquesta se presentan en el Bataclán, me dijo al teléfono con su bello acento bogotano.
Yo le tenía ganas y no iba a perder esa ocasión.
El local estaba a reventar. La vi, en medio de la multitud; la tomé del brazo y la arrastré hasta el borde mismo del escenario. Estábamos tan cerca de la tarima que pude tocar el zapato izquierdo de Willy Colón. Bailamos frotando nuestros cuerpos que echaban chispas. Fueron tres horas de salsa brava, sabrosa. Con la ropa totalmente mojada de sudor nos tocó salir al fresco de la noche. Eran como las tres de la madrugada. Era verano, no hacía frío y comenzamos a caminar hacia su casa. Bajamos el boulevard Sebastopol hasta la rue de Rivoli, y en la transversal de la rue Vieille du Temple conseguimos una iglesia abierta, nos metimos. Allí sobre una mesa donde estaba servido un desayuno volcamos las ganas que arrastrábamos. Oímos un ruido y salimos en carrera, asustados. No nos detuvimos hasta la Place des Vosges. Allí, en las arcadas, nos fundimos de nuevo hasta que vimos una patrulla de la policía. Nos alejamos. Llegamos al edificio donde vivía y allí en el ascensor volvimos de nuevo a ser uno solo. La dejé en la puerta de su apartamento y caminé rápidamente hasta la parada del noctambus. Apenas me quedaba tiempo de tomar una ducha e irme a la universidad.
(De mi libro Relatos de Amor y Erotismo)
