José Sant Roz
- El lunes, 14 de julio, se clausuró, con la presencia del presidente Maduro, la 21.ª Feria Internacional del Libro de Venezuela (FILVEN), celebrada en la Galería de Arte Nacional, siendo en esta ocasión, la República Árabe de Egipto el país invitado de honor.
- VOLVER a Caracas después de doce años, encontrarme con familiares y amigos, recorrer sus calles y plazas, ver a su gente amable y alegre, luchadora, en resistencia permanente contra un enemigo que nos acecha desde hace 500 años. Tomé el avión en El Vigía, el domingo 7 de julio, en un vuelo que debía llegar a Maiquetía a las 5:30, pero sufrió un retraso y acabó aterrizando a las 12 de la noche con el vaho del mar allí tan cerca. Espera que fue a la vez una oportunidad para conversar largo y tendido con el escritor y editor (de textos para niños) José Gregorio González Márquez. Rememoramos aquellos tiempos en que disfrutábamos la página literaria (del Grupo Mucuglifo) en el diario “Frontera” dirigida por Amable Fernández, Gregory Zambrano, Gonzalo Fragui y Miguel Araque entre otros. Recordamos al poeta Eduardo Acevedo, el cual ahora (me cuenta José Gregorio) deambula solitario por los lados de la Urbanización Santa María.
- El aeropuerto de El Vigía estaba a reventar con la concentración de varios vuelos, unos que salían y otros que llegaban, viendo ancianos en estado muy agotados y enfermos en sillas de ruedas, pacientes y tranquilos a la espera de abordar la nave. El restaurante atestado, y uno sin poder hallarse a gusto en ninguna parte porque los espacios han quedado extremadamente incómodos y reducidos para los viajeros que salen y llegan, ocupados todos los asientos, la gente sentada en las escaleras o cruzando una y otra vez la avenida con sus morrales o macutos, al frente del aeropuerto, buscando una acera debajo de algún árbol para ir matando el tiempo, mirando y entreteniéndose con la nada.
- Maiquetía. Otra vez, los vientos amados, “el éter sereno, la cumbre azul de un monte…”. Al llegar al hotel en Caracas, por allí cerca de La Candelaria y del Liceo Andrés Bello, nos estaba esperando mi hija Adriana, atenta y preocupada por la tardanza. La habitación maravillosa, con excesivos aditamentos para un andrajoso viajero que estará ocupado como cucaracha albina, de ir por los entresijos de papeles y estantes, vibrando entre la magia acuciante de los libros, con actividades musicales, con danzas y tambores, en una de las ferias culturales más importantes del país, y quien sabe si de Sudamérica, al nivel de la Feria del Libro de Cuba o México.
- El cuarto donde me alojo es amplio con múltiples espejos, mesas, sillas para huéspedes, una caja fuerte para incunables (será). Noche fría, del frío artificial de solemnes insomnios, de errabundeces inconciliables con el sueño.
- Lunes 8 de Julio: Cuando estamos desayunando, llega al restaurante el poeta Luis Alberto Crespo, con su esposa y su genial y bella hija. Luis Alberto, entrañable amigo de Jean Marc de Civrieux y su esposa Gisela Barrios, a quienes visitó en su casa de La Mucuy Baja, en Mérida. Cien años sin vernos, o fue quizás un encuentro de nuestras primeras vidas, en los tiempos de Miguel Otero Silva, cuando él acertadamente dirigía la página literaria de “El Nacional”. El restaurante se fue convirtiendo como en un Café Pombo, porque llegó alguien genial por sus especiales greguerías, Gonzalo Fragui, junto con otra homenajeada por la FILVEN, la escritora Judith Valencia.
- En la entrada de la Feria nos reciben en un gran póster, los cinco homenajeados de este año: Juan Calzadilla, Esteban Emilio Mosonyi, Judith Valencia, Gonzalo Fragui y Jean Marc De Civrieux. Nos fuimos sumergiendo en el incesante bullir de la Feria, atrapado por los estantes de Vadell Hermanos; por los mapas que muestran nuestro imponente Esequibo, en el stand que tiene la imponente obra del general Pompeyo Torrealba (cuyo precio es de $250, un precio irrisorio dada la calidad del material y el contenido, en el formato de un octavo de pliego, papel glasé, las gráficas, la documentación y la investigación contenidas en unas 300 páginas); un poco más allá nos encontramos con la editora y promotora cultural, además de poeta, la encantadora Giordana García, merideña. Un mar de brazos y besos de viejos y nuevos amigos, algunos referenciados por las barbaridades que escribo por varios portales, gente que llega hasta mí a través de Adriana. Nos vamos adentrando por el auditorio principal, en la sección de las publicaciones Monte Ávila donde conocemos a su encantadora, atenta y agradable directora, Gloria Ortega. Ahí nos desintegramos entre las miradas de cientos de autores, hieráticos en sus portadas, de modo que ya no se puede contener el río de la lírica estampada en luces, voces y cantos, llevados por las recientes reediciones, por ejemplo, de “La tentación de las perlas”, “Los Caribes y la conquista de la Guayana Española” y “Watunna” de Jean Marc De Civrieux, como las obras de Esteban Emilo Monsoyi: “El indígena venezolano en pos de su liberación definitiva”, “Identidades espontaneas e inducidas”, “Temas de literatura indígena” y “Reflexiones en torno al Caribe”.
- Porque aquella monumental organización que debe velar porque nada falte y todo se resuelva a tiempo, un motor y un andamiaje de detalles que escapan al simple visitante, que se debe a su director, el viceministro Raúl Casal, quien coordina a un nutrido batallón de jóvenes muy bien preparados y entrenados. Cada quien en su punto de mando, atendiendo delegaciones, lo del sonido, a los homenajeados, las diversas presentaciones culturales, los traslados, las comidas, alojamientos, pago de viáticos…
- Reviso los estantes, calculo precios y me voy topando con obras que quiero leer, sobre todo un trabajo de Pedro Calzadilla, “La República Parricida – Fiesta, Memoria y Nación Venezolana 1830-1842”. También me interesa la obra del historiador cubano Sergio Guerra Vilaboy sobre Bolívar, “Él es la revolución”. Me encuentro en esos menesteres reflexivos de revisión y escarceos con muchos otros textos, cuando llegan fotógrafos y observo a mi derecha al Fiscal General de la República y poeta, Tareck William Saab, frente a un estand con gran parte de sus obras. Ocupan las obras del Fiscal un notable espacio de este stand, recordando que Tareck William tiene ya una larga trayectoria política y literaria, valiente desde los tiempos terribles de la IV república, velando desde entonces por nuestros derechos humanos, cuando en el gobierno lo humano era tan ajeno al pueblo, como el derecho mismo. A lo lejos, me pareció divisar a los poetas Roberto Malaver y José Roberto Duque, alejándose entre un grupo de indígenas y fotógrafos, a la final caí en la cuenta de que no eran ellos. Pasa a mi lado, impecablemente vestido de negro, con lentes oscuros, con su eterna coleta, ahora canosa, un memorioso del pasado, pero no nos reconocemos, el susodicho pasa de largo en el preciso momento en que soy saludado por el extraordinario fotógrafo Félix Gerardi, maestro de la luz y de la sombra quien me enmarca con sus certeros obturadores y me hieratiza en artísticas tomas. Apenas me despido de Félix me consigo con Rodrigo Benavides quien me regala una estampa de Venezuela Inédita, se trata de una fotografía de “El Cojo ilustrado” (de José Carbonell, en sepia), en la que vemos el río Carinicuao (Cariaco, sin fecha) con unas canoas y campesinos o pescadores en la playa.
- Ahora avanzo por otros espacios de la GAN entre las geniales y eternas obras de Miranda en la Carraca y Vuelvan Caras, a un lado, las fotografías de Rodrigo Benavides “Orinoco, Cubagua, Ayacucho”, que es otra proclama visual bolivariana, explayada en grandes dimensiones, mostrando unas desparramadas ramas en negro contra el cielo, glorioso árbol frente al río padre, debajo unos bancos, al frente una barcaza que lo cruza, y la leyenda “NADIE ME PODRÍA QUITAR LA HONRA DE HABER HUMILLADO AL LEÓN DE CASTILLA DESDE EL ORINOCO AL POTOSÍ”. Sigo al segundo nivel donde está la exposición de los dibujos de Jean Marc De Civrieux, exquisita obra desconocida hasta hoy y que Jean Marc comenzó a elaborar desde que tenía 14 años.
(CONTINUARÁ)