Cervantes

Hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho; los obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones; nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos; la cosa más fácil, equivocarnos; la más destructiva, la mentira y el egoísmo; la peor derrota, el desaliento; los defectos más peligrosos, la soberbia y el rencor; las sensaciones más gratas, la buena conciencia, el esfuerzo para ser mejores sin ser perfectos, y sobretodo, la disposición para hacer el bien y combatir la injusticia dondequiera que esté.

MIGUEL DE CERVANTES
Don Quijote de la Mancha.
La Colmena no se hace responsable ni se solidariza con las opiniones o conceptos emitidos por los autores de los artículos.

19 de agosto de 2025

Un viaje al “Capitaloceno” por Ramón E. Azócar A.

 

El texto de Grima y Barloil (“Capitaloceno: camino acelerado hacia el fin de la humanidad”. Caracas: Ministerio del Poder Popular para la Ciencia y la Tecnología, 2025),  es una crítica a la visión oficial del cambio climático promovida por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y del  Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (Intergovernmental Panel on Climate Change, en inglés), IPCC; proponiendo que lo que vivimos no debe llamarse Antropoceno (“era de la humanidad”), sino Capitaloceno (“era del capital”), porque los problemas ambientales no los genera la humanidad en sí, sino el modelo capitalista industrial y depredador.

Se afirma que el tema ambiental es usado como herramienta de dominación geopolítica; el estudio se divide en varios capítulos, primero aborda el tema de la  ecología y Filosofía, rastreo filosófico-científico: atomismo en India y Grecia → Marx y Darwin → nacimiento de la ecología moderna. Se explica el concepto marxista de metabolismo sociedad-naturaleza y la “fractura metabólica” causada por el capitalismo; se visualiza a Marx habría anticipado una visión conservacionista y crítica a la agricultura capitalista y la explotación del suelo.

El capítulo dos, trata el tema de la “Ecología burguesa, ONU y política de despoblación”, partiendo de una crítica dura a conferencias internacionales (Toronto 1988, Río 1992, Kioto 1997, París 2015, Agenda 2030), y estableciendo criterios de cuestionamiento al Club de Roma y a la ONU de impulsar políticas maltusianas y de “depopulación mundial”. El Acuerdo de París se interpreta como parte de un Nuevo Orden Mundial para controlar energía, alimentos y población.

El capítulo tercero aborda el tema de la “Ecología y Economía, en el marco de la discusión sobre las necesidades humanas (Maslow, Max-Neef), pero vinculadas al bien común colectivo. Se hace alusión a la energía como derecho humano básico, y promueve una fuerte defensa de la soberanía alimentaria como herramienta de emancipación política (citan a Nyéléni 2007); se profundiza una crítica al modelo agroindustrial y reivindicación de la agroecología.

El capítulo IV, aborda el tema de la “Ecología y Ciencia”, analizando la historia geológica de la Tierra y del clima: formación del Sistema Solar, eras glaciales, extinciones, ciclos solares; todo en el marco de la visión crítica de la explicación del rol de los ciclos de Milankovitch en glaciaciones; se cuestiona el rol principal del CO₂ como causante del calentamiento, sosteniendo que suele ser efecto y no causa de la temperatura, concluyendo que la ciencia climática está en disputa y el calentamiento observado es menor al pronosticado por modelos del IPCC. 

El capítulo quinto, aborda el tema de la “crisis climática: ¿sí o no?” Se presentan datos sobre la anomalía térmica global (NASA, NOAA), pero cuestionando la precisión y la confiabilidad estadística (±0,01 °C es visto como imposible). Citan los aportes de John Christy (de la Universidad de Alabama), mostrando cómo los modelos climáticos sobreestiman el calentamiento frente a mediciones satelitales; así mismo se plantea que no está demostrado que el calentamiento reciente sea mayoritariamente antropogénico, sosteniendo que hay intereses ocultos en la narrativa del cambio climático.

Las ideas centrales del libro son el “Capitaloceno”, significando que el daño ambiental no es responsabilidad del ser humano en general, sino del capitalismo mundial; crítica a la ONU y al IPCC: la agenda climática sería una herramienta de control global (energía, alimentos, población). El CO₂ no sería el factor determinante del clima: se minimiza su rol y se insiste en que también tiene efectos positivos en la agricultura. El texto mezcla argumentos científicos (ciclos solares, Milankovitch, geología histórica) con una narrativa político-ideológica (antiimperialista, antiglobalista); se apuesta por soberanía alimentaria, agroecología y planificación socialista como alternativa.

En un aspecto puntual, este texto es un ensayo político y científico no convencional; científicamente, cuestiona los consensos del IPCC sobre el cambio climático antropogénico; políticamente, denuncia un supuesto plan de las élites globales (ONU, Club de Roma, WEF) para imponer un “ecoautoritarismo”; y de manera concreta, propone recuperar el control nacional y popular sobre energía y alimentos, contra un modelo global dominado por el capital.

1. Fractura metabólica entre sociedad y naturaleza.

Marx desarrolló el concepto de “metabolismo” (Stoffwechsel) para describir el proceso de intercambio material entre los seres humanos y la naturaleza, destacando que bajo el capitalismo surge una “fractura irreparable” en este metabolismo. Esta fractura se debe a la separación antagónica entre ciudad y campo, así como a las relaciones de producción capitalistas, que rompen los ciclos naturales y degradan tanto al suelo como a los trabajadores.

El sistema capitalista concentra la población en ciudades, impide que los nutrientes extraídos del suelo y consumidos en las urbes se devuelvan a la tierra, y corta así el “estado natural eterno para la fertilidad permanente del suelo”. Marx observó con crítica que, en Londres, “no pueden hacer nada mejor con los excrementos que producen cuatro millones y medio de personas que contaminar el Támesis, con un coste monstruoso”.

2. Contexto histórico y agrícola.

Se dan en la historia de la humanidad en tiempos modernos, dos revoluciones agrícolas: la primera revolución parte del interés del hombre or transformar la naturaleza y apropiarse de ella; la segunda revolución agrícola (1830-1880) se caracterizó por la industria de los fertilizantes y el desarrollo de la química de los suelos (Liebig); y la tercera revolución agrícola (siglo XX) implicó la mecanización, concentración animal, alteración genética (monocultivos) y uso intensivo de agroquímicos.

Marx relaciona la degradación de los suelos con la industrialización y el comercio internacional, como el “imperialismo guanero”, cuando EE.UU. y otros poderes buscaron apropiarse de islas ricas en guano para fertilizantes, mientras que el acceso a fertilizantes naturales se volvió un asunto de conquista militar, legalizada por la Ley de Islas Guaneras de 1856.

3. Alienación de la naturaleza y del trabajo.

A juicio de Marx, la alienación del trabajo humano bajo el capitalismo está inextricablemente ligada a la alienación de la humanidad respecto a la naturaleza; se trata de valorarla como mercancía; se privatizan los recursos elementales (tierra, agua, plantas, animales), y la “propiedad de la tierra a gran escala arroja a una abrumadora mayoría de la población en brazos de la industria y reduce a sus propios trabajadores a la total miseria”. El capitalismo “congrega a la población en grandes centros y da lugar a condiciones que provocan una fractura irreparable en el proceso del metabolismo social, que prescribe las leyes naturales de la vida misma. El resultado de esto es un desperdicio de la vitalidad del suelo, que el comercio lleva mucho más allá de los límites de un solo país”.

4. Metabolismo roto y sustentabilidad.

El concepto de “fractura metabólica” es fundamental en la crítica de Marx: bajo el capitalismo, no se restituye al suelo lo extraído por la agricultura intensiva, lo que genera la degradación de los suelos y problemas urbanos como la contaminación y el desecho de nutrientes en las ciudades. Marx y Engels defendieron que solo una “íntima conexión entre la producción industrial y la  agrícola”, junto con la dispersión poblacional y el reciclaje de nutrientes, podía restablecer la sostenibilidad.

El hecho de que la producción capitalista “solo desarrolla la técnica y el grado de combinación del proceso social de producción socavando simultáneamente las fuentes originales de toda riqueza: el suelo y el trabajador”, subraya el doble impacto de la explotación capitalista sobre la naturaleza y el ser humano.

5. Socialismo como superación de la fractura

A diferencia de los enfoques que creen resuelto el problema de la producción por el capitalismo, Marx y los pensadores ecosocialistas sostienen que únicamente una gestión racional y planificada del metabolismo sociedad-naturaleza puede restablecer la relación y la sustentabilidad a largo plazo. Marx no consideraba que el simple avance técnico solucionaría la cuestión de los límites naturales; la planificación consciente y la superación de la división campo-ciudad son necesarias para restaurar el metabolismo y la riqueza natural perdida bajo el capitalismo.

En una palabra, la crítica marxista a la agricultura capitalista en este libro (siguiendo a Bellamy Foster) se enfoca en la noción de fractura metabólica: el capitalismo provoca una ruptura en los ciclos naturales al separar ciudad y campo, explotar el suelo sin retribuirle sus nutrientes, y tratar la naturaleza solo como fuente de lucro. Esta situación solo puede ser superada a través de una rearticulación radical (socialista y ecológica) del metabolismo entre sociedad y naturaleza, mediante la gestión colectiva y sostenible de los recursos básicos para la vida.

Es importante comprender que el antropoceno, término muy usado en esta obra, es un concepto propuesto para definir la actual época geológica en la que la humanidad se ha convertido en una fuerza planetaria capaz de modificar desde el clima hasta los ciclos geoquímicos. Sus impulsores sugieren su inicio en la Revolución Industrial (~1780) por el uso masivo de combustibles fósiles. Otros, como Ruddiman, defienden una datación anterior, ligada al surgimiento de la agricultura y la domesticación.

El “Capitaloceno”, se asume como un término crítico, popularizado por Jason Moore, que señala que no es “la humanidad en general” (anthropos) la responsable de la crisis ecológica, sino un modo histórico y social concreto: el capitalismo y su lógica de acumulación y explotación. Este proceso para Moore y otros autores, se extiende desde la formación del capitalismo mercantil-colonial a partir del siglo XV (1450-1750) y con especial impacto desde la expansión industrial, separando intencionalmente el fenómeno del “capital” del humano abstracto. La tesis del antropoceno a debatir resalta que la huella de la humanidad sería el principal agente del cambio global: clima, ciclos biogeoquímicos, biodiversidad. Se apoya en indicadores como el aumento de CO2, cambios en la composición química de los estratos, radionucleidos de pruebas nucleares, etc. El cambio sería acumulativo pero distributivamente homogéneo: toda la humanidad sería igualmente responsable y afectada; este concepto cuenta con respaldo científico, pero la discusión continúa respecto a la fecha de inicio y a su oficialización geológica.

La tesis del Capitaloceno, como ya se ha indicado, parte de la idea de que el cambio global tiene raíz en la dinámica de acumulación capitalista, sus “fronteras de mercancía,” y la externalización sistemática de costos ecológicos y sociales. Se crítica la visión del Antropoceno por diluir las diferencias de clase, raza, género y geopolítica en un “antropo” universal ficticio. El capitaloceno visualiza el periodo actual como resultado de la lógica de expansión, extracción y despojo capitalista–ligada colonialismo, patriarcado y racismo estructural; así mismo el capitaloceno llama a politizar la crisis ecológica, a denunciar las verdaderas causas sistémicas y a poner en el centro alternativas poscapitalistas. El antropoceno es útil para sensibilizar sobre la escala del cambio y la urgencia, pero su perspectiva genérica invisibiliza las desigualdades de responsabilidad y vivencia del desastre; el Capitaloceno, al enfocar en las relaciones capitalistas, permite entender que el desastre ecológico es resultado de un sistema económico y no del hombre “en abstracto.”

La literatura eco-marxista (Foster, Saito, Moore) resalta la fractura metabólica entre sociedad y naturaleza con el desarrollo capitalista, la alienación y la lógica expansiva del capital; el debate actual integra también términos como “plantacionceno”, “Cthuluceno” (Haraway), que profundizan otras dimensiones: el papel de la agricultura extractiva, el rol de las tecnologías, etc.

Este estudio examinó los fundamentos filosóficos de la ecología moderna, tomando como referencia el libro «La ecología de Marx» de John Bellamy Foster. Los autores recorren el hilo histórico del materialismo, desde la filosofía védica y la antigua Grecia (con Leucipo, Demócrito y Epicuro) hasta el siglo XIX, resaltando que tanto Marx como Darwin encarnan el surgimiento de un renovado materialismo capaz de fundamentar el pensamiento ecológico contemporáneo. Se destaca la concepción materialista de la naturaleza, donde los fenómenos se explican a partir de la materia y no de causas sobrenaturales, y que sostiene la coevolución entre los seres humanos y su entorno.

Marx es presentado como “padre de la ecología moderna” por su análisis de la alienación del hombre respecto a la naturaleza, estableciendo el importante concepto de «metabolismo social» para describir la interacción entre la humanidad y la naturaleza, y advirtiendo sobre la “fractura metabólica” producida por el capitalismo industrial y la separación entre campo y ciudad.

Se ha subrayado que Marx, lejos de ser tecnófilo ingenuo, anticipó problemas ecológicos vinculados al desarrollo capitalista y defendió la necesidad de una gestión racional y planificada del metabolismo social bajo nuevas relaciones sociales. Se revisan las críticas actuales que acusan al marxismo de antropocentrismo, señalando que el materialismo dialéctico integra tanto las condiciones sociales como las naturales.

El estudio es exhaustivo en la reconstrucción filosófica, pero su interpretación de Marx a menudo tiende a sobrevalorar la continuidad directa con la ecología crítica contemporánea, y si bien responde a la crítica al antropocentrismo marxista, se apoya casi exclusivamente en fuentes que simpatizan previamente con el “ecosocialismo”. Es importante resaltar que se sostiene que el discurso de la crisis climática, desde la conferencia de Toronto en 1988 y la creación del IPCC, ha favorecido la imposición de un modelo globalista que, bajo el pretexto de la «emergencia climática», busca facilitar un Nuevo Orden Mundial y políticas de despoblación.

Aunque el libro de Grima y Barloil (2025),  aunque ofrece una revisión sistemática de conferencias y pactos internacionales, el enfoque de este capítulo se apoya fuertemente en interpretaciones conspirativas y en una lectura reduccionista de las políticas globales, sin reconocer las múltiples contradicciones y agentes en discusión dentro del campo de la gobernanza ambiental global. Si bien el señalamiento de la función ideológica y de gestión del capitalismo de muchas políticas “verdes” es pertinente, la denuncia de una agenda oculta de despoblación mundial carece de sustento empírico sólido en varios pasajes y pierde matiz en su análisis sociopolítico real.

El aporte de Grima y Barloil (2025),  parte de líneas frecen una articulación clara de la tradición materialista en ecología y una crítica radical al modo en que la crisis ambiental es gestionada desde el poder. Sin embargo, su lectura tiende a polarizar en exceso y a deslizar argumentos conspirativos, dejando menos espacio al matiz y la complejidad que caracteriza las crisis ecológicas y las respuestas sociales y políticas a nivel global.

-azocarramon1968@gmail.com


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