El plan es claro y ya hace rato está siendo
desenmascarado: usted echa a rodar una bola o rumor difícil de ser
verificado o confirmado; por ejemplo, se inventa una masacre de
indígenas en un pueblo del estado Amazonas. Le da a esa falsa noticia un
barniz de “autoridad”, desplegándolo en todos los medios disponibles.
Acusa al Gobierno de ser cómplice o negligente por no haber impedido la
masacre; indirectamente, llama ASESINO a Chávez. Y luego, cuando todo queda desenmascarado y se comprueba que no
hubo una masacre, y el público quiere volver a leer en internet la
noticia donde le cayeron a cobas, entonces va y abre la página de El
Nacional y se encuentra con esto:
http://www.el-nacional.com/noticia/50160/15/la-indiferencia-tuvo-participacion-en-el-crimen-de-amazonas.html
Los “presuntos”
En la tarea sucia de enlodar al Gobierno venezolano en lo que sea, una Organización No Gubernamental inglesa comenzó a agitar a finales de agosto con una denuncia aterradora: dijo que un grupo de mineros ilegales (garimpeiros) de Brasil entró a una comunidad llamada Irotaheri, en la región de Momoi, cerca de la frontera con Brasil, y asesinó a los 80 miembros de la comunidad. Esa comunidad queda particularmente aislada de otros centros poblados de Venezuela y Brasil; tanto como para que usted no vaya a pasar por ahí y confirmar si hay algo extraño o no.
A partir de ese momento comenzaron a tejerse matrices en los medios: se hablaba de una PRESUNTA relación con el narcotrá¬fico, una PRESUNTA relación con la minería ilegal, una PRESUNTA invomilidad de la Guardia Nacional Bolivariana y del Gobierno. Lo que sí trataron de ocultar muy bien es que la masacre también era PRESUNTA, es decir, que se presumía pero no se había confirmado (y por lo tanto no era una noticia sino una especulación). Pero como el lector y consumidor de noticias no tiene por qué ir a verificar en el sitio nada de lo que los medios le dicen, pues lo que se riega es la sensación de que hubo una masacre y que sí, que el Gobierno no está haciendo nada por allá contra el asesinato, el narcotráfico y el contrabando y la minería ilegal.
Así, los periódicos más escandalosos de los ricos en Caracas (El Nacional, El Universal, 2001, Tal Cual, 2001, Ultimas Noticias) llenaron de suposiciones sus páginas. El estudio al respecto reveló lo siguiente (ver fichas):
El derrumbe
Toda esa maniobra y todo ese despliegue de embustes parecían ser muy sólidos, porque una noticia de cómo esa siempre encuentra eco y solidaridades, sobre todo en la gente nuestra, en el chavismo, donde militamos los justos. Del lado de allá el interés era seguir tirándole misiles al Gobierno; del lado nuestro hubo genuinas expresiones de preocupación. Pero la mentira tiene patas cortas, sobre todo cuando quienes la alimentan son bichos brutos que no tomaron en cuenta algunas cosas.
La primera es que a pesar de las grandes distancias y el aislamiento, nuestros indígenas ya saben manejar las tecnologías más populares: hasta en comunidades remotas hay teléfonos celulares, y varios de sus miembros pueden comunicarse fácilmente con todo el país tan fácil como lo puede hacer usted. La segunda cosa es que la Guardia Nacional Bolivariana, la Fiscalía, la Defensoría del Pueblo, el Ministerio para Asuntos Indígenas y otros entes gubernamentales acudieron a la comunidad Irotaheri, y allí sus miembros, descendientes directos de nuestros ancestros indígenas, estaban haciendo su vida normalmente y sin noticias ni recuerdos cercanos de masacre alguna. Fin del invento.
Mientras tanto, ante semejante intento fallido de seguir bombardeando al proyecto bolivariano, los ricos no tienen otra cosa que decir al respecto sino: “¡UPS!”:
http://www.el-nacional.com/noticia/50160/15/la-indiferencia-tuvo-participacion-en-el-crimen-de-amazonas.html
Los “presuntos”
En la tarea sucia de enlodar al Gobierno venezolano en lo que sea, una Organización No Gubernamental inglesa comenzó a agitar a finales de agosto con una denuncia aterradora: dijo que un grupo de mineros ilegales (garimpeiros) de Brasil entró a una comunidad llamada Irotaheri, en la región de Momoi, cerca de la frontera con Brasil, y asesinó a los 80 miembros de la comunidad. Esa comunidad queda particularmente aislada de otros centros poblados de Venezuela y Brasil; tanto como para que usted no vaya a pasar por ahí y confirmar si hay algo extraño o no.
A partir de ese momento comenzaron a tejerse matrices en los medios: se hablaba de una PRESUNTA relación con el narcotrá¬fico, una PRESUNTA relación con la minería ilegal, una PRESUNTA invomilidad de la Guardia Nacional Bolivariana y del Gobierno. Lo que sí trataron de ocultar muy bien es que la masacre también era PRESUNTA, es decir, que se presumía pero no se había confirmado (y por lo tanto no era una noticia sino una especulación). Pero como el lector y consumidor de noticias no tiene por qué ir a verificar en el sitio nada de lo que los medios le dicen, pues lo que se riega es la sensación de que hubo una masacre y que sí, que el Gobierno no está haciendo nada por allá contra el asesinato, el narcotráfico y el contrabando y la minería ilegal.
Así, los periódicos más escandalosos de los ricos en Caracas (El Nacional, El Universal, 2001, Tal Cual, 2001, Ultimas Noticias) llenaron de suposiciones sus páginas. El estudio al respecto reveló lo siguiente (ver fichas):
El derrumbe
Toda esa maniobra y todo ese despliegue de embustes parecían ser muy sólidos, porque una noticia de cómo esa siempre encuentra eco y solidaridades, sobre todo en la gente nuestra, en el chavismo, donde militamos los justos. Del lado de allá el interés era seguir tirándole misiles al Gobierno; del lado nuestro hubo genuinas expresiones de preocupación. Pero la mentira tiene patas cortas, sobre todo cuando quienes la alimentan son bichos brutos que no tomaron en cuenta algunas cosas.
La primera es que a pesar de las grandes distancias y el aislamiento, nuestros indígenas ya saben manejar las tecnologías más populares: hasta en comunidades remotas hay teléfonos celulares, y varios de sus miembros pueden comunicarse fácilmente con todo el país tan fácil como lo puede hacer usted. La segunda cosa es que la Guardia Nacional Bolivariana, la Fiscalía, la Defensoría del Pueblo, el Ministerio para Asuntos Indígenas y otros entes gubernamentales acudieron a la comunidad Irotaheri, y allí sus miembros, descendientes directos de nuestros ancestros indígenas, estaban haciendo su vida normalmente y sin noticias ni recuerdos cercanos de masacre alguna. Fin del invento.
Mientras tanto, ante semejante intento fallido de seguir bombardeando al proyecto bolivariano, los ricos no tienen otra cosa que decir al respecto sino: “¡UPS!”: