El 2014 fue un año difícil; el más, de los quince del comienzo del despertar del pueblo venezolano, salvo el crucial del golpe de Estado. Cualquier rescoldo de lógica ha sido apagado con las acciones esgrimidas por el sistema capitalista mundial para poner fin a un ensayo que minó postulados básicos de dominación y hegemonía. Lo practicado contra el modelo venezolano en el 2014 fue la apoteosis de los recursos desestabilizadores, después de que los tradicionales no pudiesen conmover a una sociedad que un liderazgo prodigioso le despertara el poder de transformación que llevaba adentro y la avituallara de instrumentos para construir su modelo de socialismo.
Feroz la arremetida imperial del 2014, pero los cimientos echados por Chávez continuaron firmes. En cualquier país con una pueblo realmente dividido, la modalidad de violencia terrorista encarnada en las "guarimbas", hubiese desencadenado una guerra civil que hubiese echado a pique al Estado como tal; cualquier pueblo no convencido del origen de su penuria (escasez + inflación), hubiese estallado con una mayor intensidad a como lo hizo en 1989. Pero la procesión va por dentro y nadie puede asegurar lo que nos depara el 2015.
El capitalismo sigue siendo el modo de producción dominante, y lucha metódicamente para recuperar los espacios que le fueron disputados; y es que con el capital no es posible alianza alguna, o se enfrenta hasta las últimas consecuencias o se aceptan sus tenebrosos dictámenes. Es un sinsentido dejar los espacios económicos al capital y tratar de remediar con asistencialismo los estropicios que eso provoca, y más cuando se debe tratar con una seudoburguesía, subsidiaria, rentista y ladrona.
El instrumento interno del imperio es esa clase apátrida, capaz de entregar el país a la carnicería del capital para que hagan tasajo de él, a cambio de beneficios marginales, por lo que desbancar su posición de clase dominante debe ser tarea prioritaria de la Revolución. Si su poder se origina en la tajada de la renta petrolera que se apropia, hay que taponar los canales que utiliza para que fluya hacia ella esa porción de renta; de aquí la necesidad de nacionalizar el comercio exterior. Si la acumulación histórica no favorece e impide la inversión en los sectores estratégicos del modelo económico revolucionario, la totalidad del sistema financiero debe pasar al control del Estado. Si la concentración de actividades hace posible la desestabilización y el chantaje, hay que desarmar el entramado de los monopolios. Si sus medios de comunicación sirven para mentir a mansalva y desinformar, en la búsqueda de derrocar el gobierno que el pueblo se dio, este debe pasar a administrarlos.
La guerra económica, acción criminal emprendida por la burguesía para corroer la voluntad del pueblo afectado, debe combatirse con la radicalización de la organización popular y su formación doctrinaria, con la movilización permanente y con la transferencia de medios de producción. El estado actual de esa guerra y las secuelas que se perciben sobre sectores claves de la institucionalidad, hacen necesaria la conformación de brigadas de información que trasmitan las intenciones de la burguesía y el imperio al pueblo organizado o no, y las formas de rechazar hasta las últimas consecuencias los intentos de retomar el poder político. ¿Lo estamos haciendo? ¿Para qué sirven entonces las “brigadas de agitación, propaganda y comunicación”? ¿Cuántos medios están dispuestos para hacerlo sistemáticamente?
Una dirección política responsable ya debía tener establecidas las líneas de mando indispensables y los objetivos inmediatos ante cualquier intentona. Que nadie olvide que la unión cívico-militar y el conocimiento de la guerra asimétrica es, en última instancia, la única garantía del mantenimiento del camino al socialismo. A la luz de ejemplos de la historia latinoamericana y mundial del último medio siglo, miremos a nuestro alrededor y comprobemos el cerco en que estamos sumidos y el destino que nos espera… quizá eso nos haga reaccionar.