"La libertad del Nuevo Mundo es la esperanza del universo"
Simón Bolívar
El discurso del caos es una herramienta poderosa que a menudo es usada para desestabilizar y sembrar confusión. Aunque la contradicción parece ser una condición humana, algunas de las que nos han acostumbrado son tan extrañas que resultan difíciles de descifrar. ¿Cómo es posible que, con tantas plataformas y canales de expresión, aún se insista en que no hay libertad de expresión o respeto por los derechos humanos en Venezuela?
No hay dudas de que este discurso, promovido tanto por actores internos como externos, lo que siempre ha buscado es generar una matriz de opinión que justifique la intervención y el control de nuestra República Bolivariana de Venezuela.
Una de las principales contradicciones que se observa en el discurso opositor y de algunos organismos internacionales es la aplicación selectiva de la justicia.
Se presenta a quienes cometen delitos y son detenidos en flagrancia como presos políticos o víctimas de violaciones a los derechos humanos. Esta estrategia busca socavar la credibilidad del sistema judicial venezolano y, al mismo tiempo dar por cierto que existe un estado opresor. Esta misma matriz se usa para movilizar a la opinión pública internacional y a organizaciones no gubernamentales como ONGs que, en muchos casos, replican sin fundamento estas acusaciones sin un análisis o verificación de los hechos.
Desde siempre el gobierno de Estados Unidos ha tenido sus garras puestas en Latinoamérica y su empeño descarado por su desintegración, y no ha dejado de recurrir a tácticas extremadamente agresivas como una vez más lo hace con Venezuela, acusando de narcotraficante al presidente Nicolás Maduro, con recompensas millonarias por su captura. Si bien esta acusación se dirige a una persona en específico, esto tiene un efecto y es la criminalización indirecta a toda la población, justificando políticas migratorias y de persecución que ya venimos viendo en la estigmatización y deportación de venezolanos, y su vinculación con organizaciones criminales, como el Tren de Aragua. Debemos precisar, sin duda, que es un plan mayor de la guerra híbrida, en la que las acusaciones de narcotráfico sirven para deslegitimar al gobierno y generar una justificación para la intervención militar o el endurecimiento de las sanciones.
La supuesta lucha contra el narcotráfico también se ha usado para justificar la presencia militar estadounidense en el Caribe. La orden de Trump al ejército de los Estados Unidos para que entre en el sur del mar Caribe con el pretexto de combatir el narcotráfico es una clara muestra de esta estrategia. Esta acción, bajo la fachada de cooperación, representa una amenaza usual y ordinaria contra la soberanía venezolana y busca establecer una presencia militar en la región.
En este contexto, el caos no es un simple accidente.
Venezuela, es la libertad del nuevo mundo, es la esperanza del universo y ellos lo saben...