José Sant Roz
- En días pasados, una queridísima amiga, que me consta es profundamente revolucionaria, quien ejerció altos cargos en la revolución, viene y difunde un extraño mensaje a favor de la señora Martha Lía Grajales. Este mensaje me preocupó porque la verdad es que no sabía antecedente alguno de esta señora Martha Lía Grajales, qué era lo que estaba haciendo, a qué se estaba dedicando, si se trataba de una verdadera revolucionaria o no… Todo esto, al tiempo que ya estaba prendido el candelero alrededor de ella, y ya yo lo había visto por ciertos portales, por lo que de hecho también me puso en alerta, y precisamente por eso sabía que algo bien raro se estaba cocinando, urdiéndose tras bambalinas. A mí, por supuesto, que mis antenas jamás me traicionan y sabían aun “sin saber nada”, por dónde venían los tiros, porque como decía Hemingway, hay siempre que tener bien activo el dispositivo detector de gases intestinales. Estaba yo bien claro, pues, en mi posición, pero me pregunté: ¿Qué le estará pasando a mi amiga, por qué pone en duda las acciones que está tomando el gobierno con esta señora? ¿Es que acaso, uno que ha sufrido tanto, que ha pasado por tantas acciones criminales montadas por los malditos gringos, asedios, bloqueos, atentados y actos terroristas de todo tipo, pueda llegar en algún momento, ¡CARAJO!, a dudar?”. ¿Dudar?, ¿Dudar?, ¿Dudar?, ¿Dudar?, ¿Dudar?, ¿Dudar?, he ahí lo terrible.
- Es decir que, a estas alturas, a algunos todavía los cogen por pendejos.
- Por mi experiencia en este mundo de la política, y sobre todo desde que Chávez llegó al poder, cada vez que me encuentro con un blandengue, con un timorato, con un resentido (que ha caído en “desgracia” o que lo han desplazado de algún mando), me pongo en guardia. Esto es ya para mí una actitud de prevención contra la traición y la cobardía que se ha hecho natural en mí. Porque esta gente se te acerca dudando, pero de hecho ya el salto lo tienen programado en sus mentes, ya están con el enemigo, ya algo están recibiendo de ese enemigo, y como además saben que uno es severo con los canallas, buscan de algún modo que uno también se ponga en plan de dudar, para luego condenar al “régimen”. Cuando uno escribe y lo hace con tanta vehemencia y pasión, apegado con toda autenticidad a la verdad, a lo que nos escama y golpea en esta vida, entonces atrae a los cobardes que nada se atreven a decir por sí mismos para que seas tú quien te pongas en plan de expresar sus miserables y enconchadas emociones. Esto lo he vivido en carne propia. Un día, un descarado e hijo de puta, profesor de la ULA, ex decano de la Facultad de Ciencias, tuvo las bolas de venir a pedirme mi nombre (José Sant Roz) para expresar una denuncia por el diario “Frontera”, de Mérida. Claro que lo mandé a la mierda. Pero a ese nivel de vileza llega la cobardía.
- Entonces, uno también está expuesto a encontrarse personas que lo leen a uno, que en algún momento los vi embanderados con la revolución, pero que de pronto en sus inmensas debilidades, comienzan a criticar al gobierno. Es entonces cuando uno de inmediato se dice: “-Este está a punto de saltar para el otro lado”. Sí, se hacen al principio que están dudando. Se hacen los preocupados y a todo el que abordan les sueltan sus mocos, sus monsergas de dolor, sus quejumbres y lloronas, se ven como almas en penas, que andan con la mosca en la oreja, y que a todo militante de izquierda que encuentran a su paso, van y le sueltan: “-Yo me estoy desilusionando…, esto no es lo que uno pensaba…”. Mugrientos mocos encaletados, parejo, diciendo lo feo que va esto, que la situación se está haciendo insostenible, y que prácticamente estamos entrando en una dictadura igualita o peor a la de Juan Vicente Gómez. Y no sea crea, hay quienes también comienzan a quebrarse, por falta de valor personal, de claridad y de entereza moral ante tantos ataques, mentiras y permanentes asedios morales de todo tipo. A mí a estas alturas, no puede venir alguien a cambiar mi posición y mis sentimientos. Que no pierdan el tiempo, por favor.